cinco

1.9K 194 12
                                    

El fin de semana se había pasado tan rápido que ni siquiera lo había sentido. Era como si me hubiese ido a dormir el viernes y al despertar ya era lunes. Así de rápido.

―Qué cara ―dijo Zaira mientras pasábamos por los torniquetes.

―¿Por qué los fines de semana no son más largos? ―me lamenté. Zaira se limitó a encogerse de hombros.

―¿No estás nerviosa? ―preguntó colocándose frente a mí y caminando de reversa.

―No hagas eso, siento que vas a tropezar o algo ―hice una pausa―. ¿Por qué debería estar nerviosa?

―Hoy nos dicen que papeles tendremos ―su sonrisa fue de oreja a oreja.

Me limité a hacer una mueca de sorpresa y a seguir caminando.

No me interesaba saber qué papel había obtenido. Con suerte me iban a dejar ser staff y nada más.

―Zaira, Hope ―dijo Alonso colocándose en medio de las dos y rodeándonos con sus brazos.

―Hola ―respondimos las dos al unísono.

Como ya iban a tocar el timbre para entrar a clases, Alonso y Zaira me acompañaron a mi salón.

―Hola, Pau.

―Hola, Jona ―saludé y luego me senté en mi lugar justo detrás de él.

Como era lunes, no tenía ganas de hacer nada. Incluso me había quedado dormida durante la clase de lógica y no tuve asistencia porque no entregué el trabajo que contaba como tal.

A la vida no le bastó que fuese lunes y esta mañana me había levantado con una no muy grata sorpresa. Andrés había decidido hacer su visita mensual.

―Pau. Pau.

Abrí mis ojos lentamente y vi a Alonso y a Jonathan frente a mí.

¿Qué querían?

―Oye, Zaira te manda esto ―dijo entregándome un sobrecito.

―Creí que habías muerto ―mire a Jonathan de mala gana y de inmediato cambió se expresión burlona por una seria.

―Gracias Alon ―tomé el sobre y volví a recostarme sobre la banca.

―¿Estás bien? ―asentí―. ¿Segura?

―Que sí. Ya vete.

Alonso y Jonathan se murmuraron algo entre ellos. Seguramente hablaban de mi repentino cabio de humor y de lo que lo estaba ocasionando.

+ + +

A pesar de que no era un buen día, había decidido hacer acto de presencia en la cafetería porque me había terminado mi botella de agua y aún teníamos que ir a taller.

―Hola, buenas tardes ―saludé.

―Hola, ¿qué te doy?

Pasé mi mirada por el refrigerador y aunque mis ganas de tomar algo lleno de azúcar eran enormes, la tentación no pudo conmigo.

―Un agua de litro ―pedí.

La chica me entregó la botella y yo le di el dinero.

Caminé de regreso a donde estaba el auditorio. Obligatoriamente tenía que pasar por las canchas, lo bueno es que aún no comenzaban a entrenar.

Abrí la botella con toda la intención de beber un trago cuando un chico chocó contra mí vaciándome una cuarta parte de mi agua y un poco de su agua de Jamaica sobre mi ropa.

Home | Alonso Villalpando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora