dieciséis

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El semestre había pasado tan rápido que ni siquiera lo había sentido. Mi cumpleaños estaba cada vez más cerca y yo estaba muy ansiosa por festejarlo. Lo único que no me gustaba era que éste caía en vacaciones, para ser más exacta, el veintiuno de diciembre.

Mi mamá había organizado una comida para festejar con la familia mis dieciséis años.

―Puedes invitar a Alonso ―dijo mi mamá lavando unos platos.

―¿En serio? ―asintió―. Bueno, le mandaré un mensaje a ver si no salió de vacaciones.

Corrí escaleras arriba para agarrar mi teléfono que se encontraba sobre la cama y entré a WhatsApp.

Alonso Phantom

Hacía un par de meses que le había cambiado el apodo ya que un día nos encontrábamos hablando de la caricatura Danny Phantom y terminé diciéndole que él era un phantom porque tenía una piel tan pálida. Él no sé quejó.

Oye Phan, voy a tener una reunión para festejar mi cumpleaños. Toda mi familia vendrá. Estás invitado. 10:34 A.M

Gracias, me despertaste. 10:35 A.M

Qué flojo eres. 10:35 A.M

Respecto a tu fiesta, no puedo. Ya tengo planes. De verdad lo siento Hope. 10:36 A.M

No, descuida. Lo entiendo. Nos vemos luego. 10:36 A.M

No les voy a negar que me dieron ganas de llorar porque tenía muchas ganas de ver a Alonso. A pesar de que con aquél regalo me dio a entender que sus sentimientos hacia mí iban más allá de la amistad, las cosas entre nosotros no habían cambiado. Incluso nos habíamos vuelto más unidos que nunca. Yo frecuentaba su casa al igual que él la mía y nuestros padres se llevaban de maravilla. Así que no tenerlo conmigo en mi cumpleaños era bastante triste.

+ + +

Las posadas no habían tardado en hacerse presentes y yo estaba más lista que nunca. Me encantaba golpear la piñata y pasar tiempo en familia.

La posada sería en casa de una de mis tías y debía apurarme. El clima estaba bastante frío así que me puse mis jeans, unos botines negros y un suéter rojo con motivos navideños.

―¡Paulina! ―me llamó mi mamá desde abajo―. ¡Vamos a llegar tarde!

Agarré mi bolsa en donde guardé mi teléfono y el iPod para después bajar corriendo a donde mi mamá.

Durante el camino pusimos música navideña gracias a mí y mi enorme espíritu por esta época.

―Qué bueno que llegamos, ya no toleraba la música de esta tarada ―dijo Elías señalándome.

―Mamá ―me quejé.

―Elías, por favor ―lo reprendió.

Mi mamá tocó un par de veces hasta que salió mi tía quien nos recibió con los brazos abiertos.

―Hola tía ―dije besando su mejilla.

―Hola Pau, Leo está adentro con sus amigos, ve ―me alentó y me empujó suavemente hacia la entrada de la casa ya que nos encontrábamos en el patio.

Leo es el único primo mayor con el que me llevo; es dos años mayor que yo y aun así nos llevamos bien.

Antes de entrar a la casa, debo admitir que ver la comida sobre las mesas me tentó pero fui fuerte y no me dejé vencer.

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