veinticinco

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Después de hablar con mi papá acerca de querer irme a vivir sola y de que él accediera, me acompañó a ver el departamento que había elegido. No que ría que su pequeña viviera en un lugar desagradable y con esto se refería a la delincuencia.

Por supuesto el lugar era agradable y acogedor, perfecto para una sola persona. De inmediato cerramos el trato con el encargado del edificio y tuve que comenzar a empacar porque a partir de la siguiente semana ya iba a estar viviendo sola.

―Iré a comprar un par de cosas para el depa ―entré a la cocina en donde se encontraba mi mamá.

―¿No vas a llevarme?

―¿Quieres ir? ―sonreí y ella negó.

―Tengo que cerrar el mes ―uh, eso de ser contadora sí que debía ser agotador.

―Bueno, ¿quieres que te traiga algo?

―No, Pau ―negó con la cabeza―. Vete con cuidado.

De camino al centro comercial no encontré tanto tráfico, cosa que me sorprendió. Estacioné el auto cerca de la entrada y comencé a recorrer las tiendas departamentales.

Al final solo compré un pequeño cuadro, toallas, velas y un par de tapetes para el baño. Eso de vivir sola me emocionaba bastante.

+ + +

―¿Pensaste en lo que me dijiste el otro día? ―preguntó Pablo sentándose en la banca que estaba libre de mi lado derecho.

―¿De qué hablas? ―fruncí el ceño.

―Del clavo que saca otro clavo.

Me limité a hacer una "O" con los labios y asentí.

―¿Qué decidiste?

―No lo haré ―sonreí.

No es como que lo hubiese pensado demasiado, es solo que si la primera vez no funcionó, esa vez no sería la excepción. Además no soy esa clase de chicas.

―Vamos a beber ―dijo Alex pasando su brazo alrededor de mis hombros.

―No puedo, muchachos ―hice una mueca―. Debo trabajar y además la última vez me fue mal.

―Ni tanto ―Alex me miró mientras subía y bajaba sus cejas―. Alonso te llevó a casa.

―Qué vergüenza ―me tapé la cara―. Mejor vamos a comprar algo a la cafetería.

―Tú siempre comiendo ―dijo Pablo cuando nos levantamos de nuestros asientos.

Las clases pasaron de maravilla a pesar de que fuesen teóricas. Hoy estaba de buenas y no sabría explicarles por qué.

A la hora de la salida, me despedí de los chicos y después de que me desearan suerte en el trabajo, me fui.

―Hola, Pau ―apareció Marta de la nada.

―Hola ―sonreí―. ¿Cómo va tu día?

―Muy bueno, ¿el tuyo?

―Igual.

―¿Puedes ir a mi oficina en unos...―observó su reloj y después de hacer una mueca, me miró― quince minutos? ―asentí―. Perfecto.

Varias cosas pasaron por mi mente en ese momento. ¿Y si me despedían? Que yo sepa no había hecho nada malo. O al menos no me había dado cuenta. No quería perder el empleo, me gustaba demasiado estar de ayudante en lo que se podía, había aprendido varias cosas durante las semanas que había estado formando parte del equipo.

Entré a mi pequeña oficina y dejé mi bolsa sobre el escritorio, me quité el suéter que llevaba y después de retocarme el labial, me senté en la silla frente a mi escritorio y esperé a que pasaran los quince minutos para ir con Marta.

Antes de tocar a su puerta, tomé una gran bocanada de aire.

―Adelante ―se escuchó desde adentro―. Oh, Pau. Toma asiento.

Me dejé caer suavemente sobre la silla y la miré. Tecleó algo en la computadora y después se quitó sus lentes.

―¿De qué quieres hablar conmigo? ―pregunté titubeando.

―Oh, necesito que me ayudes mañana con una sesión de fotos ―soltó. Menos mal, creí que me despediría.

―¿Sesión? ―asintió―. ¿De asistente?

―Ahí está el asunto ―frunció los labios―. Sarah no podrá presentarse mañana. Tuvo un problema familiar y necesito a alguien que la cubra. Me dijo que te ha enseñado a manejar la cámara y que eres buena. ¿Crees poder apoyarnos en eso?

―Supongo que sí ―dije algo dudosa.

―La cita es en la mañana, como a las diez.

Uh, la escuela.

―Err...

Bueno, qué más da. Sólo será una falta.

―Claro, cuenta conmigo.

―Bien, entonces aquí te veo mañana. Llegas a las ocho ―sonrió―, para que hagas los ajustes necesarios.

Asentí y luego me levanté de la silla para volver a mi oficina.

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