veintiuno

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La semana de exámenes por fin había pasado y aunque no me había ido tan bien como quería, logré acreditar todas las materias con notas decentes. A estas alturas ya me había adaptado mucho más, tanto en las clases como con mis compañeros. Es verdad que no me llevaba con todos los del salón pero tenía mi grupito de amigas y con eso me bastaba. La mayoría de mis compañeros se llevaban bien gracias al grupo de whatsapp, en el cual apenas me añadieron, lo silencié.

―¿Ya sabes cómo vas a disfrazarte para la fiesta de Halloween? ―dijo Pablo mientras jugueteaba con su servilleta.

―¿Estás jugando? ―arqueé una ceja―. Apenas está entrando Septiembre.

―Te aseguro que en un abrir y cerrar de ojos ya será Halloween ―dijo muy seguro―. Voy a jugar con los chicos ―señaló el grupito con el que se juntaba últimamente, en el cual se encontraba Alex.

Lo vi intercambiar un par de palabras con ellos y luego comenzaron un partido de football. La verdad es que todos eran muy buenos en el deporte, incluso estaban pensando muy seriamente en inscribirse a un torneo que organizaba la universidad cada año.

―Hola ―Ana, una chica de otro salón, se sentó a mi lado.

Respondí a su saludo con un asentimiento; esto de juntarme con chicos no me estaba haciendo nada bien, pues comenzaba a adoptar sus modos.

―Estás en Ciencias de la Comunicación ¿verdad? ―asentí―. ¿Con él? ―señaló a Pablo, quien festejaba el gol que acababa de meter.

Ya veo por donde va esto.

―No le des tantas vueltas al asunto. ¿Te gusta? ―ella asintió―. Bueno, no quiero sonar grosera, pero no voy a ayudarte con él y antes de que me preguntes el por qué, déjame decirte que soy muy mala en eso.

Ana se quedó callada mientras pasaba su mirada de mí a Pablo y viceversa.

―Pero puedes estar con nosotros ―sonreí.

―Pues...gracias. Creo ―frunció el ceño.

Sé que aunque le dije que no quería sonar grosera, así había sonado. Y no es que no quisiera ayudarla, es solo que yo siempre he sido mala haciéndola de cupido e iba a ser una pérdida de tiempo pedirme un favor.

+ + +

Tal como me lo había dicho Pablo, la fiesta de Halloween había llegado en un abrir y cerrar de ojos, y sabiendo lo pésima que soy para conseguir un disfraz, acudí a mi primo Leo, un experto en disfraces para fiestas de Halloween.

―Necesitas algo que no vaya con tu estilo ―dijo al mismo tiempo que ponía el auto en marcha.

―Creí que era todo lo contrario ―fruncí el ceño y me abroché el cinturón.

―Tú confía en mí. Vamos a encontrar algo espectacular.

Perdí la cuenta de los disfraces que me probé y de tantos, solo había aprobado unos cuantos. Tres, a decir verdad. Uno era de Catwoman; constaba de unos pantalones de latex bastante ajustados, una playera negra del mismo material e igual ceñida al cuerpo, y los accesorios: la máscara con las orejas, y una colita. La verdad es que no me sentía nada cómoda con ese disfraz. El segundo era del cisne negro; me sentía mucho más cómoda con este, pues a pesar de ser un tutú, llevaba medias. El tercer disfraz era de la Reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas.

―¿Entonces? ―me senté a su lado después de que salí del vestidor con mi ropa ya puesta y un disfraz de abeja en el brazo.

―Me gusta el de Catwoman ―me miró sonriente.

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