epílogo

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Había tenido un día bastante cansado en el trabajo, incluso había salido tarde.

Subí por el elevador del edificio y apenas entré al departamento me dejé caer sobre el sofá. Eché la cabeza hacia atrás y cuando me enderecé me percaté de la nota sobre la mesita de centro.

Me levanté para agarrarla y luego la abrí.

Te espero mañana en el puente que está cerca de tu edificio.
3:30 P.M
Estaré arriba, justo en medio.

No sabía si asustarme por lo sospechoso que sería el encuentro; porque estaba escrita con letras recortadas como cuando secuestran a alguien o porque alguien había entrado a mi departamento a dejarla.

Toda la noche estuve en vela temiendo por mi seguridad. Nadie que conociera tenía llave de mi departamento a excepción de la encargada del edificio; a menos que la encargada estuviese vinculada con secuestradores y... ¡No! Debía dejar de pensar en eso.

―Todo está bien ―me dije a mi misma cuando me levanté del sofá a la mañana siguiente―. Nadie me hará daño. No hay nadie en este lugar más que yo.

Caminé a mi habitación y saqué mi ropa no sin antes asegurarme de que no había nadie ahí dentro. Cuando entré al baño también inspeccioné cada rincón del baño, incluso aunque fuese pequeño pues me aterraba que alguien saliera... no sé, de la taza del baño. Todo podía pasar.

Entré a ducharme y cuando salí me di cuenta de que solo habían pasado cinco minutos.

―Cinco minutos, ¿en serio?

Me vestí lo más rápido que pude y junté todas mis cosas para el trabajo. ¿Cómo era posible que en vísperas de Navidad alguien fuese capaz de hacer este tipo de cosas?

Llegué al edificio de la revista y me encerré en mi oficina el resto de la mañana. Afortunadamente había sido un día bastante ajetreado y me mantuve distraída de mi posible secuestrador o lo que fuese.

―Iré a comer ―anuncié asomándome por la puerta de la oficina de Marta.

―Pero siempre comes aquí ―frunció el ceño.

―Hoy... Tengo ganas de comer afuera.

Marta se limitó a asentir y luego bajé al estacionamiento por mi auto.

Conduje hasta el puente en donde sería mi encuentro con el autor de la carta. Le había contado a Leo acerca de lo sucedido y le había dicho que si me llamaba a eso de las cuatro y no le respondía, que comenzara a buscarme en cada rincón de la ciudad. Me había llamado loca por acceder a ir a la cita y estaba en todo su derecho pues no sabía que me esperaba.

Con las piernas temblorosas y mis manos sudando como nunca, subí las escaleras del puente. Un par de personas venían atrás de mí. Si era un intento de secuestro podía gritar y tal vez ellos se apiadarían de mí y me ayudarían.

En medio del puente pude ver a la persona con la que me vería o al menos eso supuse pues solo él o ella estaba inmóvil en aquél lugar, todos los demás caminaban a prisa.

El reloj marcaba las tres veintiocho.

La persona que me esperaba llevaba unos pantalones negros un poco holgados, una sudadera negra con la capucha puesta y unos tenis negros. Bastante misterioso a decir verdad. Los demás no lo habían notado, y si lo habían hecho simplemente lo habían ignorado.

Me acerqué a él aun dudosa. Todavía podía regresar a donde había dejado el auto pero no, quería saber quién me había citado aquí.

―Err...Hola ―me coloqué a su lado y cuando vi un hilo rojo alrededor de su muñeca, todo el nerviosismo se esfumó pero decidí seguir la corriente―. So-solo quiero decirte que si planeas se-secuestrarme voy a gritar muy fuerte.

El chico no dijo nada, sin embargo, lo escuché soltar una pequeña risita.

―¿Para qué me citaste aquí? ―coloqué mi mano sobre la de él pero mi mano chocó con su reloj y la retiré de inmediato para sobarla.

―Definitivamente Murphy es parte de tu vida ―se burló―¿Cómo supiste que era yo? ―dijo aún sin mirarme. Me limité a señalar en hilo rojo―. Oh, lo olvidé.

―Entonces, ¿me dirás por qué me citaste aquí?

―Te tengo una propuesta.

―Te escucho.

―¿Recuerdas el día que estabas muy ebria y que me dijiste que yo era tu casa, haciendo referencia al libro de Maravillosos desastre? ―asentí―. Bueno, quiero decirte que tú también lo eres. Nunca me siento tan bien como cuando estoy contigo. Siento que contigo puedo ser yo, que no tengo que fingir.

»Me vuelves loco en todos los sentidos y me di cuenta de que quiero despertar y ver tu rostro cada mañana. Sé que es algo cursi y también sé que lo que te voy a pedir es algo apresurado porque tal vez no seamos lo suficientemente grandes o maduros para hacer esto pero quiero que vivamos juntos. Sé que no te gusta estar sola en tu departamento y sé que convencer a los managers de dejarme vivir contigo será muy difícil porque sería como confirmar una relación y las fans se volverían locas y sería todo un gran lío pero eso no importa porque es lo que quiero. Porque tú y yo estamos unidos y no solo por el hilo rojo. Realmente siento que estamos destinados a estar juntos y quiero que estés conmigo en todo momento ―hizo una pausa―. Murphy también puede venir con nosotros ―sonrió.

Decir cómo me sentía en este momento me era imposible, tenía un montón de emociones juntas que ni siquiera sabía que estaba sintiendo en realidad. Las palabras de Alonso habían llegado a mis oídos tan rápido que ni siquiera pude analizar la situación así que me quedé en silencio durante un rato.

―Hope ―murmuró y por primera vez me miró.

―Sí ―asentí―. Sí quiero ―fue lo único que pude articular y enseguida me abalancé a él para besarlo. Ahí, en medio del puente con la gente pasando detrás de nosotros y mirándonos extrañados. Pero eso no importaba porque por fin estábamos juntos. No había ninguna Zaira en medio, o ninguna idea de un clavo sacando otro clavo. Éramos él y yo, y lo demás había desaparecido.

Fue en ese momento en que los dos, después de mucho tiempo, nos sentimos como en casa.

Fin

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