veintiocho

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El final del semestre se acercaba. Ya estábamos con trabajos finales y preparándonos para saber si habíamos logrado pasar la materia o debíamos hacer exámenes finales.

―No sé, creo que presentaré un final o tal vez dos ―dije mientras guardaba mi carpeta en la mochila―. ¿Y tú?

―Yo si voy a presentar varios ―dijo Alex bufando.

―¿Por qué? ―fruncí el ceño y me acomodé un cabello detrás de la oreja.

―Pues soy algo flojo para estudiar pero ni modo ―se encogió de hombros―. Eso me gano por no estudiar.

―En eso tienes toda la razón ―me levanté de la banca y él hizo lo mismo.

Caminamos en silencio hasta el estacionamiento no sin antes hacer una pequeña escala en su salón para que pudiera recoger unos libros.

La escuela estaba casi vacía, hoy nos habíamos quedado hasta tarde en la biblioteca

―¿Y qué dice Alonso?

―¿De qué? ―busqué las llaves de mi auto.

―No lo sé, ¿lo has visto? ―negué―. ¿Por qué?

―Pues ha estado en muchas entrevistas y sesiones de fotos y no ha tenido tiempo ―me encogí de hombros.

―¿No lo extrañas? ―asentí.

Me despedí de Alex y conduje hasta mi departamento. Todavía no me acostumbraba por completo a estar sola pero poco a poco me estaba adaptando. Ya sabía preparar un par de alimentos y había encontrado una serie que había querido ver desde siempre. En eso se me iba el resto del día, claro, después de hacer tarea.

Entré en el ascensor con algo de pereza y cuando éste se detuvo en mi piso, me bajé.

―¡Llegué! ―exclamé después de cerrar la puerta tras de mí.

Hacía poco había comprado un pequeño hámster y siempre que llegaba le avisaba porque me encantaba ver como daba vueltas en su ruedita.

―¿Cómo está el hámster más hermoso del mundo? ―dije acercando mi cara al cristal y luego lo saqué para acariciarlo―. Estuviste solo hasta tarde, pequeño Ron ―lo acaricié una vez más y luego, cuando el timbre sonó, lo dejé en su cajita.

Me acerqué a la puerta y me fije por la mirilla de ésta.

―¿Qué haces aquí? ―fue lo primero que dije apenas abrí la puerta.

―A mí también me alegra verte de nuevo, he estado bien, gracias.

―Lo siento ―sonreí―, es solo que no esperaba que vinieras ―me hice a un lado para dejarlo pasar―. ¿Cómo sabes mi dirección?

―Se la pedí a mi tío, duh. Eres un genio ―alborotó mi cabello y cerré la puerta.

―Muero de hambre ―se quejó Leo―. ¿Tendrás algo de comida?

―Parece que si ―sonreí―. Vamos a la cocina y así me cuentas que es lo que realmente te trajo por aquí.

―Quería que fueras de las primeras en saberlo ―sonrió de oreja a oreja.

―¡Ya dime de qué se trata! ―lo sacudí ligeramente.

―Adivina quién va a ser papá ―soltó y yo forme una enorme O con mis labios.

―¡No inventes, Leo! ―me abalancé sobre él y lo abracé―. ¿Desde cuándo lo sabes? Exijo saber todo ―lo jalé hasta uno de los sillones e hice que se sentara a mi lado.

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