Capítulo 40

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Pasamos una noche increíble. Tocamos cada parte de nuestro cuerpo. Me hizo vibrar como hace mucho nadie lo hacia. Mi piel se erizó tanto durante toda la noche, que cada vez que terminabamos, solo quería hacerlo devuelta para sentir nuevamente esa excitante sensación. Susurró las cosas más sucias a mi oido que nunca antes había escuchado. Me ordenó ponerme de mil maneras distintas, ordené hacerme cada cosa que se me ocurría. Él me hizo tocar el cielo con las manos demasiadas veces como para contarlas. Y cuando todo terminó, nos dormimos. Terminé tan cansada que al despertar, me percaté de que seguía a su lado, y en vez de correr a vestirme, solo seguí durmiendo. Cuando por fin me decidí a levantarme, él ya no estaba junto a mi. Eso fue extraño, ya que siempre era yo lo que evitaba esta situación, pero me pareció bien. Él ya sabía que eso no podía suceder.

Como la luz del sol iluminó de inmediato mis ojos y me encegueció, no pude ver con claridad durante algunos segundos. Tapé mi visión con el antebrazo para poder acomodarme la vista, y en eso vi a Ciro completamente vestido sentado en una silla del comedor, comiendo una rebanada de pastel.
No tenía ganas de vestirme todavía, así que me envolví en una sábana y me dirigí hacia su dirección.

- ¿Quieres?- Dijo al sentir mi presencia. Su aspecto me hizo sonreir. Se encontraba con ropa de trabajo, lo que lo hacía ver totalmente serio, pero tenía una pequeña mancha de crema en la comisura de sus labios.

Al verme reir de él, frunció el ceño mientras sonreia conmigo.
- ¿De qué te ries?
Señalé en mi rostro la zona en la que se encontraba la crema. Él intentó encontrar a ciegas el lugar donde se encontraba la pequeña mancha, sin éxito.
- ¿Ya está?

Mientras mi sonrisa se iba ampliando cada vez más, moví la cabeza de lado a lado para indicarle que no. Se tomó un momento para limpiarse pero aun así no encontraba limpiarse bien, así que tomé un pañuelo que encontré encima de la mesa, me puse en cuclillas y comencé a limpiarlo como a un niño.

Él me observaba obnubilado. Siempre le encantaron estos momentos, como cuando acomodaba su corbata, o sus cabellos, en los que me tomaba el tiempo para prestarle un poco de mi atención.

-Ahora sí ya está- Sentencié satisfecha. Cuando estaba por pararme, me tomó de las manos e intentó que lo mirara a los ojos pero corrí mi rostro.

Ahora me encontraba mirando hacia el ventanal mientras su cara estaba a centímetros de la mia, solo que él me veia de frente.

- ¿Cuándo será el día que me mires como yo te miro a ti?
- No lo se- Suspiré cansada.- Sabes...- Hice una pausa esperando a que me interrumpa, pero no lo hizo. Estaba con todos sus sentidos posados en mi.- Me gustaría corresponderte.

- ¿Y por qué no lo haces?
- No lo se. - Comencé a cerrar los ojos.
- Siempre estaré aquí para ti.

- Gracias- Me conformé con decir. Yo no podía decirle lo mismo.

- Siempre que me busques estaré. Te esperaré toda la eternidad si es necesario para poder estar junto a ti .Estoy enamorado de ti. -Quedé boquiabierta- No se porque tuve que enamorarme de alguien que jamás sentirá nada por mi. Nunca le he hecho daño a nadie, siempre me he comportado bien con cualquier mujer con la que estuve, y sin embargo aquí estoy, sufriendo. Esperando que me llames cada día, que me escribas. Que aunque sea demuestres que te acuerdas de mi,o de mi presencia. Te necesité cuando desapareciste durante estos meses. Me dolía el corazón con la sola idea de que estés en brazos de algún hombre que no fuera yo. Necesité de tus besos. Me desespero con la sola idea de no tenerte a mi lado. Pero es mi maldición, tu eres mi maldición Sofía- Dice, haciendome sentir un dolor en el pecho-, y si a eso me ha sentenciado la vida, aceptaré el castigo sin reclamos ni reproches, solo porque eres tú. Y si al rechazar a otras mujeres que me amarán en este duro camino, el destino me condena y debo irme al infierno, lo haré. Iré al infierno por ti.
Me siento en su regazo y lo abrazo con mucho cariño, tratando de sentir el amor que nunca le tendré.

Acaricio su espalda para hacerle sentir que aunque lo nuestro nunca podrá ser, siempre lo recordaré.

Lamentablemente no puedo responder nada de lo que me ha dicho, solamente puedo sentirme halagada y dolida por todo lo que estoy haciendole. Realmente no se si le hago bien, le hago mal. Si está bien que siga viendolo, o si no.
- ¿Quieres que dejemos de vernos?- Le hablo al oido.
- No- Lanza junto a un suspiro.
- Pero te hago daño.

- El amor que te tengo me hace daño, tu no me haces daño.

- No quiero lastimarte. Podrías tener a la mujer que quisieras, no quiero que pierdas el tiempo conmigo.
- Sí- Dice con una media sonrisa- Realmente podría estar con cualquier mujer, pero como te dije, la única que siempre me hará vibrar serás tu. No voy a dejar de verte.
- De acuerdo.- Respondo, depositando un beso en su mejilla.

-Ve a cambiarte, debes ir a trabajar.- Avisa, dandome un golpecito en una pierna para que me pare.
- Me cuidas demasiado.
- Sí, y debes dejar de fumar.

Río y pongo la mirada en el cielo.
Al dirigirme a su habitación para buscar mi ropa, noto algo extraño justo al borde de su cama. Algo de lo que no me había percatado desde que llegué aquí.

Un pendiente de oro, obviamente de mujer. Con una pequeña joya en el medio color rosa. Lo examino por un segundo para asegurarme de que lo que estoy viendo no me lo estoy imaginando.

Lo tomo entre mis manos y estas comienzan a temblar. Un sentimiento que jamás pensé que sentiría se apoderó de mi como un tornado, destruyendo todo a su paso. Voy como una furia hacia donde Ciro se encuentra.

Amor DescartableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora