Relato 2

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Relato 2
"El incio"

Para iniciar coherentemente mi historia, tendré que empezar desde mi juventud.

Verán, de adolescente, mi vida era una completa basura. No existía convivencia en mi casa y siempre iba a a la universidad con moretones por defender a mi hermana o madre del ebrio padrastro que estaba en ese momento manteniendo relaciones con mi madre.

No era muy social, mi círculo social se reducía a un triángulo, tenía sólo dos amigos con los que hablaba sobre idioteces mixtas. Claramente no tenía pareja, nadie se puede enamorar de alguien que ha llegado ir desfigurado a la universidad.

Pero que no tenga pareja no significaba que no tuviera una enamorada. Y no me juzguen, a los veinte era divertido, simpatico, y tonto. Pero por desgracia al ser tonto te vuelves dependiente, dependiente a una persona, a un sentimiento, a algo. A ese algo le llaman "Amor".

Sí, me enamoré, siempre supe que el amor lastima, pero la forma en que ella me lastimaba era... Irresistible.

Su cabello oscuro con ondas perfectas causaba envidia a los dioses, su sonrisa blanca era digna de museo francés y sus hermosos ojos color esmeralda que parecían contener galaxias enteras en su interior me atraían demasiado, de una manera casi fantástica... Era la perfección encarnada.

Me enamoré de la profundidad de su mirada, me enamoré de sus gustos extraños, me enamoré de sus charlas variadas sobre el infinito o sobre cuantas cucharadas de azucar lleva su café, en fin, me enamoré perdidamente...

Nos conocimos en una expedición que hicimos con la universidad a un edificio de no me acuerdo qué. Decidí hablarle y de ahí surgió una entretenida conversación:

—Si mañana se acabase el mundo, ¿Qué harías hoy? Obviando la parte en la de ir al parque conmigo, claro.

—No sé, abrazaría a mis padres, me despidiría de la gente a la que amo y te diría que esa es una muy mala frase para iniciar una conversación —dijo mientras reía con sus mejillas color manzana.

—Me declaro culpable su señoría. —Alzo los brazos

—Se declara al señor¿...? Culpable de asesinar mi aburrimiento en este ascensor.

Jerome, señor Jerome —bajo mi sombrero imaginario—, ¿Entre las condenas no hay una cita con la señoría?

Selina, mucho gusto, y, uhm... Los jueces lo están pensando —aclaró mientras una sonrisa se escapaba de su boca y con su cabeza asentía.

—Bueno, imagino que después de clases en el parque no estaría mal, su señoría.

—¡Se condena al acusado Jerome a tener una cita con Selina Valeska! —Sonrió, y Dios santo su sonrisa...

Y así fue, tuvimos esa cita, mi mente no puede imaginar una mejor, fuimos al parque y nos sentamos bajo un árbol a discutir sobre como robaríamos el camión blindado que aparcó cerca de nosotros. Charlamos sobre nuestros intereses y de qué nombres le pondríamos a un nuevo producto de limpieza; hablamos sobre la vida y las estrellas, sobre como se ven cuándo aparecen y como parpadean al morir, hablamos sobre belleza y yo sólo lograba pensar a ella.

En ese momento nuestras miradas se cruzaron con una única intención, aclarar que de apartir de ese segundo, nosotros seríamos estrellas y ninguno dejaría parpadear al otro.

Nuestro amor se empezó a notar y comenzamos a caminar de la mano, a abrazarnos tras un mal día y a sonreirnos cuando de repente cruzabamos miradas, nuestras conversaciones siguieron igual de formidables y nos volvimos pareja.

Vivientes Sin Vida [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora