Relato 16

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Relato 16
"Entre el filo de dos espadas"

—Hoy es el día, iremos allí a ganar el juicio y consigo la libertad de dos hombres inocentes. —Mi hermana da su discurso motivacional antes de entrar a la corte, me pregunto cuanto durará esta farsa de Frank Woods.

Noto a Nick y Ally un poco nerviosos, en realidad creo que Ally ha estado demasiado nerviosa. Puedo observar en su rostro el hecho de que no ha dormido quizá en días y pude observarla más de unas cinco veces por día sosteniendo una taza de café, y eso cuando está en la comisaría.

Hablando sobre la comisaría, si todo no sale como lo planeamos y el juicio se alarga, me trasladarán a la carcel estatal, hoy me notificaron eso. De verdad no tengo demasiado miedo a estar ahí, sé controlarme y pasaré desapercibido. Aparte, según el país soy un "matapolicías", ¿qué es más respetado en la cárcel que eso? Exacto, los hombres de piel café de dos metros que te obligan a levantar el jabón.

Ally me mira confundida al ver la sonrisa que acaba de salir de mí gracias a la estupidez que acabo de pensar.

—¿Te estabas riendo? —pregunta mi rubia favorita alzando una ceja.

—Estaba pensando en afrodescendientes, jabones y cárceles. Tú también te reirías. —Sonrío, ella lo hace también.

—¿Cómo puedes reírte en los momentos más duros? —Su sonrisa se esfuma un poco.

—Es reír o llorar, y como de verdad no quiero mojar mi única vestimenta con lágrimas, prefiero reír —bromeo agarrando su mano y trayendo su cuerpo hacia mí.

Aún no puedo creer como hace para ser tan bella aún sin haber dormido en semanas y con los ojos mutilados por el llanto. Si pudiera ponerme de pie estoy seguro de que haría de esto una escena romántica digna de una novela, pero no estamos en una novela.

Siento el palpitar de sus dedos cálidos y una sonrisa se posa en mí al notar el tamaño pequeño de estos.

—¿De qué te ríes ahora? —pregunta sonriéndome. Observo como las otras otras personas que están en la sala conversan entre sí sin darnos importancia, dejándonos en nuestro propio mundo.

—De lo chiquito de tus dedos —carcajeo frotando sus dedos con mi pulgar—, parecen pequeños pingüinitos.

—¿Pingüinitos?

—Pingüinitos. Los pingüinos son pequeños y bonitos, nunca están molestos y siempre se preocupan por los demás pingüinos, tienen un andar tonto y ¿ya mencioné que son tiernos? —la observo sonreír con dulzura—. Me estoy planteando seriamente el hecho de que seas un pingüino.

Antes mis palabras su sonrisa se amplia, pareciendo así como si los bordes de sus labios estuviesen colgados a sus orejas. Se sonroja y no dice nada, me alegra de alguna forma saber que lo que dije no sonó tan tonto como lo pensé.

—¿Y tú eres mi pingüino? —Su labio inferior comienza a temblar y lo muerde para que no se note, eso solo provoca que se vea aún más bella.

Levanto mi mirada un poco y tropiezo con sus ojos verdes con un brillo nunca antes visto, pienso que deberían agregar otro lugar más a la lista de las maravillas del mundo. Me pellizca la mano para que le responda. joder, sí, obvio que soy su pingüino, pero en este momento no estoy seguro de poder formar una combinación de letras o de unir más de una sílaba.

Es en el momento justo en el que le voy a contestar que unos hombres uniformados entran a la habitación.

—Vamos, se tienen que aprontar para ir a la corte —dice uno de los guardias al agarrar mi brazo sin mucho cariño.

Vivientes Sin Vida [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora