5. Lima y Liam

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Lima llegó a casa al mediodía, cansada de tanto reparar cristales. Se quitó las botas y el abrigo.

-Hola, ya he vuelto -dijo entrando en la cocina-. ¿Qué hay para comer? Estoy hambrienta.

Todos estaban sentados en la mesa, cabizbajos.

-¿Qué ocurre? -preguntó.

-Hemos estado hablando con los padres de Luna -contestó su madre-. El funeral será esta tarde.

-Ah -fue capaz de decir.

Comieron en silencio, cada uno metido en sus pensamientos.

Ya habían recogido la mesa cuando llamaron a la puerta.

Jalen la abrió y descubrió a Liam inquieto.

-Hola, esto... ¿puedo hablar con Lima?

-Limaaaa -la llamó Jalen- tu novio quiere hablar contigo.

Al escuchar la palabra "novio", el padre que estaba en la siesta se revolvió en su sillón y la madre salió de la cocina con la escoba en la mano. Delin también salió de la cocina pero con los guantes de fregar.

-¿Así que es verdad? -preguntó Helem pausando el juego de su consola-. ¿Lima tiene novio? El mundo se ha vuelto loco.

-Ya voooy -dijo Lima bajando las escaleras.

Fue a la entrada y cuando se aseguró que nadie la veía, besó al Liam en la mejilla.

-Hola, ¿bien en la universidad?

-Hola, sí. Emm... tengo que hablar contigo, ¿damos un paseo?

-Claro. ¡Adiós! ¡Salgo con Liam, nos vemos luego! -se puso las botas y el abrigo.

Caminaron un rato en silencio hasta que llegaron a un pequeño bosque. Se sentaron en un tronco caído que había.

-¿Ocurre algo malo? -Lima se sonrojó-. No me has llamado ojazos azules.

Liam también se sonrojó y se rascó la cabeza, nervioso.

-Bueno, ¿te acuerdas de lo que te he dicho a la mañana antes de irme a la universidad?

-Sí, que la universidad no esperaba y que... pues eso -Lima no se atrevió a decir la frase "te quiero".

-Pues, que me ha salido así sin pensar y ha sido muy precipitado y... -Liam dudó un segundo-. Lo siento.

-Así que no sientes eso -Lima bajó la cabeza-. Está bien saberlo.

-¿Qué? ¡No me refería a eso! Claro que lo siento, es decir creía que tú...

Lima miró a Liam, rojo como un tomate y rascándose la cabeza como hacía siempre que estaba nervioso.

Suspiró y se armó de valor.

-Yo también te quiero.

Liam sonrió y la besó bajo los árboles cubiertos de nieve.

-Te quiero, ojazos azules.

Horas más tarde entraron a la iglesia agarrados de la mano. No hacían caso de los murmullos de la gente, y sonreían felices.

-¿Dónde estabais? -preguntó molesto el padre de Lima-. ¿Y qué hacéis de la mano? La gente empezará a sospechar.

-Pues que sospechen -contestó Liam- quiero decir, ejem... ¿señor?

Lima intervino en el momento justo.

-Papá, hemos decidido que queremos estar juntos y no nos vamos a esconder, somos felices juntos.

-¡Bueno, bueno! Si mi niña dice eso, yo estoy de acuerdo -dijo rascándose la barbilla y sonriendo-. Ya puedes respirar chico.

Liam se sintió tremendamente aliviado y se fue a hablar con sus padres mientras que Lima se acercó a hablar con los padres de Luna.

-Lima, querida -dijo la madre-. ¿Qué tal estás?

-Oh, lo siento muchísimo -dijo abrazando a la madre.

-Sabes que para nosotros eres como una hija -dijo el padre-. Y siempre serás una hermana para Luna.

Lo último que dijo hizo que Lima notase un nudo en la garganta. Parpadeó un par de veces para contener las lágrimas.

-Gracias, significa mucho para mí.

-Esto es un regalo que Luna te compró por tu cumpleaños –dijo la madre sacando una caja de zapatos de la bolsa-. Ya sé que falta más de un mes, pero queríamos dártelo.

Abrió la caja; se trataba de unas zapatillas de casa horribles: de color azul marino con unos cuadros azules y blancos. Debajo de las zapatillas había un sobre y una carta que decía:

¿Te acuerdas? Las zapatillas de vieja del escaparate. Me dijiste que las querías para tirármelas a la cabeza por llamarle "guapo" a uno de la tienda. Ya que hoy es tu cumpleaños, te dejo pegarme un zapatillazo. Pero solo uno ¿eh? ¡Que no quiero acabar en el hospital! ¡Sorpréndeme!

Tu amiga que te quiere mucho, la escandalosa Luna.

No pudo más. El nudo que se había formado en su garganta eructó como un volcán de lágrimas y lloró abrazada a la caja de zapatos con las zapatillas y el sobre dentro.

-Oh, cielo, ven aquí -la madre abrazó a la chica.

-¡Luna! -gritó Lima y todos volvieron la cabeza hacia ella.

Liam también la había oído y corrió a ayudarla.

-Tranquila, ya estoy aquí –dijo estrechándola entre sus brazos-, estoy aquí.

-Liam...

-Tranquila... -susurró-. Te quiero.

Salieron abrazados por las enormes puertas de la iglesia y fue el cura quien tuvo que poner orden en la estancia.

-Vamos, vamos –dijo-. Es normal estar triste. Solo es un alma apenada que necesita consuelo, como casi todos los que estamos aquí. Es nuestro deber ayudar a los que lo están pasando mal.

Lima no se calmó hasta llegar a casa media hora más tarde.

-Lo siento -se disculpó-. Te he hecho pasar vergüenza.

-No digas eso, no ha sido para tanto.

-Además he estropeado nuestro aniversario. Lo siento pero hoy quiero quedarme en casa.

-No has estropeado nada -dijo Liam mirándola a los ojos-. Hoy nos quedaremos aquí y mañana ya veremos lo que hacemos ¿vale?

-Vale. Gracias -contestó.

Al hacerlo, acarició el rubio cabello del chico y lo besó.

Los Hijos de los AntiguosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora