11. La ventisca

1 0 1
                                    

Ushin estaba apuntando con dos flechas a dos pájaros que reposaban en la rama helada de un pino. Mientras, Shira había ido a cazar algún animal.

Nabu se acercó cuidadosamente a ella para no molestarla.

Ushin apuntó cuidadosamente y soltó la cuerda en el momento exacto, justo para atrapar a los dos pájaros. Cayeron silenciosamente entre los pinos congelados.

-¡Sí! -celebró la chica- Nabu, ¿los coges?

-¿Cómo sabías que estaba ahí? -preguntó extrañado-. No he hecho ruido.

-No eres más sigiloso que un elefante. Así que no es difícil oírte. ¿Vas a traerme los pájaros? Y llama a Shira para que no se pierda, que es la primera vez que andamos por aquí.

Obediente, fue a por los pájaros que resultaron ser dos pequeñas aves de color rojizo cubiertas de nieve.

Instantes después apareció Shira con dos zorros blancos y una ardilla que colgaban de su hocico.

-¡Buena caza chica! -dijo Nabu acariciándola detrás de las orejas-. ¿Qué te parece si tú te comes un zorro, la ardilla y un pájaro? Y nosotros comeremos el resto.

A modo de respuesta, la pantera lamió su cara y ronroneó suavemente.

Una vez se hubieron alimentado, reemprendieron la marcha y comenzaron a ascender por el bosque.

Unas motas de polvo caían lentamente; sin prisa pero sin pausa.

-Y, ¿cómo vamos a encontrar a La Hija? -preguntó Ushin desde la espalda de Nabu-.Puede estar en cualquier parte y no podemos ir por ahí gritando la profecía a los cuatro vientos para ver si a alguien se le ilumina el brazo.

-Ella tiene mi color de ojos, y el pelo blanco o amarillo así que no será muy difícil -se encogió de hombros-. Seguramente no habrá mucha gente que se parezca.

-Eso ya lo suponía, pero este lugar es muy grande y aquí no hay indicios de que viva gente.

Nabu puso los ojos en blanco.

-¿Cómo va a haber gente en un bosque congelado? Vivirán en algún claro, o puede que vivan como nosotros en humtres ¿quién sabe? Piensa un poco hermanita.

-Espero que al menos no nos crucemos con algún Yamchu de las nieves o algún otro animal salvaje.

-Creo que no tenemos que preocuparnos por los animales, lo más peligroso es el tiempo.

-Si solo está nevando.

-¿Ves aquellas nubes de allí? -dijo señalando unos grises nubarrones que tenían delante-, creo que eso es una tormenta incluso más peligrosa que nuestras tormentas eléctricas. Prepárate Shira, va a ser un viaje muy duro.

La pantera contestó con un suave ronroneo y corrió más deprisa.

El bosque seguía ascendiendo cada vez más y a Shira cada paso que daba le costaba más que el anterior. Además, como Nabu había previsto, las inofensivas motas de polvo que caían se convirtieron en una ventisca muy desagradable y peligrosa que entorpecía el paso.

La pobre Shira andaba desorientada con los ojos entrecerrados para que la nieve no entrase en ellos. Caminaba a ciegas, confiando plenamente en las indicaciones de Nabu hasta que llegaron a un lugar en el que el viento eran tan fuerte que casi tiró a Shira al manto blanco y espeso que se alzaba cada vez a más altura del suelo.

-¡Tenemos que parar! -dijo Ushin-; ¡La pobre Shira está agotada y casi no se tiene en pie!

Más que hablar, lo que hacía era gritar por encima de todo el ruido que causaba la ventisca.

-¿Y dónde quieres que paremos? -gritó Nabu-. ¡Si nos quedamos aquí moriremos enterrados!

-¡Buscaremos un refugio! ¡Entre los árboles o debajo de alguna roca!

-¿Una roca? -preguntó extrañado y un poco molesto- ¿Dónde quieres encontrar una roca en mitad del bosque? ¡Además, no se ve nada!

-¡Estamos en un bosque de una de Las Cinco Montañas! ¡Hay rocas y salientes por todos los lados!

De repente un fuerte viento derribó a la Yamchu y los tres terminaron enterrados bajo la nieve.

-¡Ushin! ¡Shira! ¿Estáis bien? -gritó incorporándose el chico-. ¡Contestadme!

Shira emitió un fuerte ronroneo y se puso de pie como pudo.

-¡Ushin! -repitió.

La chica que había caído justo a su lado, se deslizó hasta caer en un agujero no muy profundo, pero muy pedregoso pegándose un golpe contra una de las piedras y quedó inconsciente.

Nabu se arrastró para tomarle el pulso y saber si seguía viva, y afortunadamente así lo estaba.

-¡Shira! -la llamó-. ¡Ven chica! ¡Túmbate!

La pantera obedeció y Nabu se sentó encima de ella sujetando a su hermana.

-¡Llévanos a algún lugar para refugiarnos! -pidió y se aferró con todas sus fuerzas al cuerpo de la Yamchu.

Los Hijos de los AntiguosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora