Pesadillas...

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—Papi, tuve una pesadilla.

Parpadeas y te apoyas sobre los codos. El reloj brilla rojo en la oscuridad; son las 3:23 a.m.

—¿Quieres subirte en la cama y contarme?

—No, papi.

La rareza de la situación te despierta más plenamente. Casi no puedes distinguir la pálida figura de tu hija en la lúgubre habitación.

—¿Por qué no, cariño?

—Porque en mi sueño, cuando te cuento sobre mi sueño, la cosa vestida con la piel de mami despierta.

Por un momento, te sientes paralizado; no puedes desviar los ojos de tu hija. Las sábanas detrás de ti comienzan a estremecerse.

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