¿Que eres?

24 0 0
                                    


¿Has pensado alguna vez en qué sucede cuando cierras los ojos, cuando rehuyes la visión de un lugar oscuro? ¿Te sentiste observado, vigilado, acaso a esa sombra detrás de la puerta le debías la inquietud aguda? ¿Quién sabe? Tarde o temprano lo sabrás.

El sudor y la sangre bañan mi frente. Y pensar que horas atrás me despedía de mi familia para emprender un largo viaje, cuán impredecible es la vida. Ahora, atrapado entre metal y humo, temo por mí mismo. Una eternidad he sido confinado aquí, apenas sí puedo entreabrir los labios resecos. Siento náuseas. La niebla era espesa, ocultó el camino, y luego el precipicio y los golpes al hundirse en el abismo con furor y fuego.

No cerraré los ojos. La fatiga me incita al sueño, pero no los cerraré. La noche ha caído y ruidos crepitantes se pierden en la maleza. Todo está negro como boca de lobo. Mi pierna, atravesada por el vidrio, se ha dormido.

-¿Quién eres?

La silueta sombría que danzaba ante mis ojos parecía burlarse de mi suerte. Por un momento, en mi desesperación, creí que se trataba de un buen samaritano, pero luego caí en la cuenta de que me hallaba en medio de la nada.

-¡Demonios! ¡Qué es lo quieres, maldito!

La silueta borrosa se deslizó con gracia hasta donde los restos del coche me aplastaban, y con unos dedos desmesuradamente largos me arrancó de entre la chatarra. Al abrasar sus dedos mi carne magullada, revivió en mi alma el pesar ancestral, los miedos más profundos y primitivos. Viví la razón de la angustia ante la oscuridad.

-¡Habla, por el amor de Dios!

Me sentí ligero. Allí, donde antes fui prisionero, se agitaba mi propia sombra. Gemía y gesticulaba como una mancha distorsionada. La sangre inundaba mis brazos y mi pecho. No podía moverme, pero sí arrastrarme. Creo que enloquecía... La silueta levantó mi rostro con sus manos frías como hielo y desnudó sus ojos, en cuyos reflejos... No encuentro palabras...

-¡Pero qué eres...! ¡Yo...!

-Por fin, ahora sufre mi maldición. Yo puedo descansar en paz -susurró la silueta mientras desaparecía.

Mi cuerpo era un despojo sanguinolento y marchito. Mi conciencia voló hasta mi sombra y chilló como una condenada mientras la luna vencía a las sombras.

CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora