En el que algo no va bien

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—¡Cuéntamelo!

—No.

—Oh..., ¡vamos, Marinette!

—No, no.

—¡No seas así! Venga, cuéntame.

—Nop.

—¡Ah! Marinette, no es justo. ¡Quiero saberlo!

Alya se cruzó de brazos fingiendo indignación y Marinette soltó una risilla juguetona. Quería poder contarle a Alya sobre los planes que tenía para su genial fiesta de cumpleaños, pero sabía que eso no era muy buena idea.

—Eres mala, no puedo creer que no me vayas a contar lo que estabas diciéndole a Adrien con tanto secretismo. ¿Es que... es algo privado? —comenzó a mover las cejas y a sonreír con malicia.

—¿Qué? —Marinette se echó a reír a carcajadas con cierto sonrojo—. ¡Claro que no! Y deja de preguntar, que no voy a contártelo.

Alya bufó resignada y ambas se sentaron en un banco del parque por el que paseaban. Las chicas contemplaron el lugar a la vez, pero la de gafas se percató de la presencia de alguien en particular antes que su amiga

—Eh, mira allí.

Marinette alzó la mirada y vio ni más ni menos que a Lila paseando por ese mismo parque. Iba con su típica sonrisa engreída mirando a la gente. Alya y Marinette no lo sabían, pero no estaba allí paseando por placer precisamente.

—Veamos... —Escrutaba a todos los que estaban a su alrededor, y oía sus conversaciones.

Vio de lejos a las dos chicas, que fingieron no haberla visto a ella. Se levantaron y echaron a correr bromeando hacia un kiosco fuera del parque. Sacudió la cabeza para centrarse en dos muchachas que discutían frente a ella.

—No tienes personalidad —Una de las chicas miraba con desprecio a su ya no tan amiga—. ¡Me imitas en todo! Estoy harta. No me llames, y no me envíes mensajes. Adiós.

La joven rechazada se sentía desolada. Vio cómo su mejor amiga se iba, dejándola sola y abandonada. Sabía que tenía razón; era muy insegura y todo lo que hacía copiaba los pasos de su amiga. No tenía gustos propios ni preferencias que no coincidieran, y al parecer no era ella misma la única que se había dado cuenta.

Lila carraspeó, aún sonriendo, y se acercó a ella con paso seguro.

—Increíble —dijo una vez que estaba al lado de la chica—. Menuda amiga. Te ha humillado...

—Yo... Supongo que sí... —La voluntad de la joven iba siendo poseída poco a poco por los pensamientos de Lila.

—A mí también me humillaron una vez, ¿sabes? ¿Y adivinas que quería conseguir después?

—... Venganza... —apretó los puños y sonrió al igual que Lila.

—¿Quieres venganza?

—Sí. Quiero vengarme...

—Muy bien, Impersonnelle... Muy bien... —dijo la chica de cabello castaño, dando el siguiente paso por empezado.

—Ñam, ¡qué rico está este helado! —Marinette devoraba el cucurucho que sujetaba con su mano izquierda. Ambas amigas estaban cerca de la casa de los Dupain-Cheng.

—Hola, Adrien —dijo Alya, haciendo que Marinette del susto se llenara la cara de helado de fresa.

—¡Hola, chicas! —El muchacho se aproximó por detrás de ellas.

—¡Ho-hola! Adrien... —La chica se limpió el helado de la cara como pudo y sonrió descoyuntada.

—¿Cómo tú por aquí? —preguntó la morena con curiosidad.

🐞 MLB: La venganza de VolpinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora