Cinco: La cita

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Esa noche no pude dormir, supongo que ella tampoco. Aunque en un par de horas sería nuestra primera cita, no estaba segura de que hacer, me preguntaba cómo terminaría eso, pero de que se me mete algo en la cabeza lo termino haciendo. Giraba de una lado a otro en la cama inquieta, por más que intentaba dejar cerrados los ojos los terminaba abriendo. No tardó en amanecer y el sol no me ayudaba mucho a conciliar el sueño. Habían pasado dos años desde la última vez que había estado así; el día en que Nadia se fue. Recordé que esa noche lloré y lloré hasta que ya no había lágrimas por derramar.

Yo estaba esperando a Nadia una cuadra antes de la escuela, donde siempre nos veíamos; era raro que llegara tarde. Saliendo de la escuela iríamos a acompañar a Elena al entierro de su abuelo; recordé como ella lo quería, no se por que había olvidado eso. A lo lejos la vi, su cabello tan rubio como el mío estaba despeinado y sus ojos verdes que tanto me gustaban demostraban que había estado llorando. Alguien la llevaba sujetándola del brazo hacia donde yo estaba. Su padre era solo un par de centímetros mas alto que ella, era un tipo intimidante a simple vista, pero en ese momento el miedo hacia él me congeló. Su madre venía un poco mas atrás, con la cabeza agachada.

-¡Mírala!- Nadia cerró los ojos. –¡Te estoy diciendo que la mires!-

Yo no dije nada, a pesar de querer gritarle.

-Escúchame bien escuincla, no sé que hiciste para pervertirla de esa forma pero no voy a permitir que mi hija destruya su vida por ti!-

-Pero papá...-

-¡Cállate!- Su papá levantó la mano y yo se la sujeté.

-No le haga daño por favor-

-¡No me toques!- No vi de donde vino el golpe, solo sentí el pavimento en la espalda y el dolor de mi mejilla.

-¡No papá! ¡no le pegues!- Nadia le rogó, lloraba inconsolable y yo seguía desorientada.

-Escúchame bien, prefiero a mi hija muerta antes de aceptar que sea lesbiana-

-Papá, por favor, por favor-

Cuando me levanté su padre la había subido al auto junto a su madre. Nadia miraba en mi dirección con sus ojos inundados. Ahí se terminaba nuestra historia, nuestro pequeño romance y mi vida.

-Te amo- le grité –Siempre te voy a amar-

Pero no hubo respuesta.

Me desperté a medio día, no supe a que hora me dormí. Me levanté aún somnolienta, me bañé e intente borrar los recuerdos que llegaron la noche anterior.

Vitya me llamó al celular y por un momento pensé en no responder, sabía que me regañaría de nuevo, pero las cosas ya no tenían marcha atrás.

-No sé que es lo que tu mentecita tan retorcida esta planeando pero espero que no salgas más lastimada de todo esto-

-No te preocupes, todo va a salir bien.-

-¿Ya estas lista?-

-Ya-

-Cualquier cosa me llamas-

-Ok-

-Suerte-

-Gracias-

Era momento de enfrentarnos cara a cara. No puse tanto empeño en arreglarme, inclusive salí con el cabello despeinado. En el auto terminé de maquillarme, lo poco que lo hacía, e hice mi cabello de lado lado. Conduje hacia la casa de Elena lo más lento que podía; cuando llegué ella estaba parada afuera esperándome. Eh de admitir que se veía bastante bien, con unos jeans y una blusa blanca hacia que cualquiera volteara a verla. No me bajé del auto, simplemente abrí la puerta del copiloto y esperé a que entrara; por un momento hubo silencio, ni ella me miraba ni yo a ella.

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