Dieciséis: Adiós

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Botellas de cerveza volaban por el aire; en unos segundos el bar se volvió un campo de batalla. Marishka y Olga trataban de esquivar los golpes de dos niñas con que se acusaban mutuamente de haber sido infieles con mis amigas. Era una locura, gritos y golpes por todas partes. Apenas me distraje un momento cuando Lena y Nadia desaparecieron de mi vista.

-¡Mierda!- grité con frustración.

-¡Yulia!- me llamó Vitya.

Me giré a buscarlo esquivando una silla que fue a parar contra la barra, rompiendo varías botellas a su paso.

-¡Ayúdame!- gritó señalando al tipo que manoteaba frente a él.

Me acerqué y lo dejé quieto con un puñetazo.

-¡Vámonos de aquí!- nos gritó Vladimir mientras otro chico quería golpearlo de nuevo con un zapato de tacón color rosa.

-¡Bruto!- le gritaba este con frustración.

Vladimir tomó la mano del sujeto y lo empujó lejos de él para después saltar simulando querer agredirlo; sus amigos y el chico salieron corriendo al instante.

-¿Alguien ve a Lena?- grité lo mas alto que pude.

-No, ¡y tampoco esta tu noviecita!- me respondió Olga quien se había librado de las otras chicas que ahora se comían a besos pidiéndose perdón.

Sentí miedo de que Nadia le pudiera hacer algo a mi pelirroja y supuse que se habrían salido en algún momento de la pelea. Salí a la calle y no las vi por ninguna parte.

-¿Dónde carajos están?- dije con desesperación.

-No sé, pero si vuelvo a ver a la rubia estúpida esa, ¡la mato!. ¡Mira como me dejó!- Dijo Olga detrás de mi.

Me giré para verla y vi el hematoma alrededor de su ojo.

-Lo siento, no quería que pasara todo esto.-

-Lo sé, lo sé, no es tu culpa. Esto esta mejor que una novela de televisión- dijo sonriendo de nuevo.

-Sí, mucho drama- dijo Vladimir – Nunca imagine que Lena se pelearía a golpes por ti-

-Ni yo. Me sorprendió mucho que llegara tan decidida- dijo Vitya.

-Pues a mi no. Ella te adora y tiene que defender su territorio- dijo Olga levantando un puño hacia el cielo.

-¿Y qué vas a hacer Yulia?- me preguntó Marishka.

-No hay nada que hacer, mi corazón ya tiene dueña. Siempre lo ah tenido- dije pensando en las pecas que inundaban la blanca piel de mi novia. Sí, siempre había sido la dueña de mi corazón. Desde el primer instante. ¡Qué ciega había sido al no darme cuenta! Mi corazón gritaba su nombre desde que comenzó a latir; cada vez que tomaba mi mano dejaba una sensación de paz que aquietaba mi alma; durante el tiempo que la odié, el motivo era que no estuviera a mi lado; una sóla de sus miradas me derretía el corazón. Eso era amor y todo lo que había sentido antes no podía compararse. Siempre sabía cuando se acercaba a mí, mi piel se erizaba al sentir su presencia en el ambiente; sabía cuando estaba cerca sin antes verla. La conocía, conocía su aroma, su tacto, su energía.

Lena acababa de salir y estaba parada justo detrás de mí. Lo supe antes de voltear, antes de que alguien dijera algo.

-¿Estas bien?- le pregunté viéndola a los ojos, lo cuales se mantenían quietos.

-Sí- me respondió Nadia, a la que entonces vi su lado.

-¡Oh! ¿y tu Lena?- regresé mi mirada a esos ojos verdes.

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