Ocho: Nieve

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Estaba a unos centímetros de su rostro, y no pude evitar mirar sus labios acercándose a mi. Estábamos a punto de besarnos; no por obligación o venganza, y yo lo deseaba con cada poro de mi piel; sentí su aliento sobre mi cara, mi corazón latiendo acelerado y un vacío en el estómago. Ella tomó mi mano y la aprisionó tiernamente entre las suyas.

-No lo creo, lo que pasa es que ya estas viejita. Ahora hasta Nadia toca mejor que tú.-

Su expresión cambio tan rápido como salieron las palabras de sus labios, y yo me alejé de ella de un salto.

-¿Nadia?, ¿Co... cómo sabes que Nadia toca mejor que yo?-

-Yul- Lena agachó su cara y evitaba mi mirada.

De nuevo sentí enojo inundando mi ser. Mis manos se contrajeron en puños y dejé de respirar por un momento.

-¿Cuándo la viste?-

-Yul, por favor-

-Te pregunté ¿cuándo la viste?- repetí a punto de explotar.

-Las últimas vacaciones- su voz era un susurro apenas audible.

-¿Dónde esta?- Elena no me respondía –¡Dime donde carajos esta!-

-En casa de sus tíos- dijo bajito.

-Eres increíble; todo este tiempo supiste donde estaba, me veías sufrir, me viste llorar y no dijiste nada.-

-Yul, déjame explicarte por favor- dijo tomando mis manos entre las suyas.

-¡Cállate!, no quiero escuchar tus excusas; no puedo creerlo, ¡eres una perra!- le arrebaté mis manos y me levanté del banquillo.

-Yulia, por favor- dijo intentando tocarme de nuevo.

-¡No me toques!, ¡me das asco!-

Salí corriendo lo mas rápido que pude.

-¡Yulia no te vayas!, esta nevando, ¡es peligroso!- me gritó.

No la escuché. Salí por la puerta y el frío me caló hasta los huesos. Sentí como entró el aire congelado por mi nariz hasta mis pulmones; sentí como se desvió, y como las calles de la ciudad en ese momento, cubrió mi corazón de nieve.

-¡Yulia!- Me gritó, pero no volví mi vista atrás.

El auto iba a gran velocidad. Las lágrimas que corrían a lo largo de mis mejillas no eran de tristeza, era de coraje, odio, rencor en su máxima expresión. Mis manos apretaban el volante tan fuerte que se me pusieron los dedos blancos por la presión; seguí el camino sin rumbo alguno. Me sentí estúpida, había dejado que mi bondad dejara de lado el deseo de vengarme, me dejé llevar por las sensaciones que ella provocaba en mí, había sido una tonta y Elena volvió a lastimarme. La odié, la odié como nunca la había odiado. Mi celular comenzó a sonar, me llamó una y otra vez, pero no contesté ninguna de sus llamadas; minutos después volvió a sonar y esta vez era Vitya. Lo tomé y lo arrojé a la parte de atrás. No quería escuchar a nadie. Grité, lloré, y pisé a fondo el acelerador.

Aunque ahora sabía donde estaba Nadia la idea de irla a buscar me aterró. ¿Y si ya no sentía lo mismo por mi? ¿Si ya me había olvidado? ¿Sucedió algo entre ellas cuando se vieron?. Intenté detener el auto para dar vuelta y regresar a casa, pero este patino y perdí el control. El auto giró y giró hasta que algo lo detuvo. Estaba temblando, sentí miedo hasta de moverme. Fue un montículo de nieve lo que amortiguó el impacto. Metí reversa aún temblando un poco y me fui directo a casa. ¿Qué me había dolido tanto? El saber que no podía confiar en ella, ó el querer confiar en ella. ¿Su mentira? ¿Su indiferencia?. Estaba celosa, me las imaginé juntas y me dieron ganas de vomitar.

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