Veinte: Bluff

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-Hola Yul-

Tengo tanto tiempo sin escuchar su voz, que me parece extraña, no es como la recordaba, ahora se escucha más madura, más grave; y sin embargo luce exactamente como la mujer que me imaginé que sería; se ve hermosa, con una blusa blanca y su pantalón sastre, como una dama, sencilla pero elegante. Su cabello ya no es tan rizado, apenas hay unos bucles en los extremos y se ve fenomenal, incluso ya no es tan rojo como antes, ahora parece mas un castaño cobrizo que el pelirrojo que resaltaba en todas partes.

-Hola- digo cuando por fin puedo encontrar mi voz. Me siento estúpida, no puedo creer que me afecte tanto su presencia. Se sienta junto a mí, cruza sus piernas con elegancia y mi cuerpo se estremece.

-¿Qué haces aquí?- le pregunto mientras me levanto a tirar el resto del helado; tengo el estómago revuelto y no puedo comer más. Temo mirarla a los ojos y volver a quedarme como tonta sin poder hablar, así que evito su mirada lo mejor que puedo.

-Vine a caminar- dice en cuanto regreso a mi sitio en la banca.

-Igual yo-

Temo avergonzarme a mi misma si le pregunto todas las dudas que hay en mi cabeza, ha pasado tanto tiempo que seguramente ya no tiene importancia para ella.

-Es un bonito día-

-Sí, así es-

Años de no vernos y estamos hablando del clima. Supongo que ella tampoco sabe que decir.

-Oí que vas a casarte- sueltan mis labios.

-Así es, en cinco días es mi boda-

Bueno nada nuevo, solo confirmo lo que ya sabía. Y sigo con las preguntas obvias.

-¿Es el chico con el que te vi?-

-Si, Iván es mi prometido-

Nos quedamos en silencio unos momentos, se siente la tensión entre nosotras, como al inicio de nuestra relación, cuando evitábamos mirarnos y una buscaba la manera de destruir a la otra. Siento algo calido en mi mano, no puedo evitar voltear a ver; es ella, me esta tocando, su mano esta encima de la mía y no puedo apartarla, no quiero. Cuatro años sin sentir su contacto y ahora esta ahí. Mi estómago se encoje y siento las mariposas revoloteando como si fuera la primera vez que siento su piel.

-Qué bien- digo recobrando el hilo de la conversación.

Separo mi mano de la de ella lentamente, antes de que le salte encima.

-¿Quieres ir a tomar un café?- me pregunta sin alejarse.

Mis músculos se tensan, y mis dedos quieren enterrarse en el metal de la banca. Ella me mira esperando, pero tardo unos segundos en responder. Es evidente que quiero aprovechar el tiempo que tenga con ella, pero no estoy segura de aceptar.

-Sí seguro- Termino cediendo, cuando es mas fuerte el miedo a perderla de vista.

Nos levantamos y caminamos hacía una de las pequeñas cafeterías.

-¿Cómo has estado?-

Del carajo, casi me muero después de que ella se fue, pero esa información es confidencial, no quiero que sepa, quiero mantener un poco de dignidad.

-Bien, ¿y tú?- Genial, la respuesta clásica para evitar decir la verdad.

-Bien, ya sabes, los preparativos de la boda y la universidad, es cansado-

-Me imagino- respondo cortante.

Nos sentamos frente a frente en una mesa sobre la acera. Por fin la miro sin agachar la cabeza, directo a los ojos; y todo desaparece, sólo somos ella y yo, por un momento. Imaginé esto tantas veces, encontrarme con ella por la calle, que no puedo creer que este sucediendo; aunque ninguno de esos escenarios era esto, tener una conversación civilizada como dos viejas amigas, en vez de saltar una encima de la otra y gritar a los cuatro vientos que nos amamos y luego caminar juntas de la mano hacia el horizonte sin separarnos nunca más; sólo que eso no sucede en la vida real, en la vida real, ella va a casarse y yo seguiré con el corazón roto por mi novia de la preparatoria incapaz de tener una relación. Pedimos un par de cafés y seguimos conversando.

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