Capítulo 14

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—¡Greta, espera! —pidió Wolfram poniéndose de pie con dificultad, pero la niña se había ido ya. 

El embarazado devolvió su trasero a la silla donde antes estuviera sentado y comenzó a llorar.

Anissina ofreció ir a hablar con la niña. Era lo más conveniente considerando sus posibilidades de moverse, pero mi irritabilidad comenzaba a tornarse ansias asesinas. Escuchar a Wolfram llorar en serio que me molestaba.

—No, tú quédate con la llorona, yo iré a hablar con Greta —dije para la pelirroja y me escapé de esa habitación que comenzaba a crisparme los nervios.

Algunos minutos después encontré a la niña sentada en el suelo, recargada al muro de uno de los pasillos de ese interminable castillo. 

Como pude, me senté en el piso con ella. Necesitaba hacerla sentir acompañada, aunque me preocupaba la forma en que me pondría de pie de nuevo.

»¿Puedo saber qué fue esa escena de celos? —pregunté a la que moqueaba. 

Su ceño se frunció aún más.

—Wolfram me odia y no quiero eso —dijo y respiré profundo.

Eas cosas de niño me hacían molestar, igual que escucharlos llorar, y todo. Recientemente todo me molestaba en realidad.

—Tienes miedo, ¿no es cierto? —pregunté y ella me miró fijamente por unos segundos. Le sonreí—. Greta, eres y siempre serás la amada hija de Wolfram y Yuuri, aún si tienen otros veinte hijos. Es cierto que justo ahora están conmocionados con los nuevos bebés. Es lo natural, los están esperando.

»Es como cuando va a ser tu cumpleaños, siempre estás ansiosa por saber qué es lo que te darán este año, ¿no? Aún es pronto para que ellos se relajen, las cosas no son tan fáciles, esos bebés son tan pequeñitos que están en constante riesgo. Aún pueden pasar muchas cosas, es natural estar al pendiente de ellos todo el tiempo. Ellos saben que tú estás bien, que eres fuerte y también inteligente, puedes defenderte sola y aun así, cuando estés en peligro, correrán en tu auxilio.

»Pero de los nuevos bebés hay que estar al pendiente todo el tiempo, y cuando nazca va a ser peor. Porque ahorita no lloran, no hay que alimentarlos, no hay que cambiarlos de pañal, ni bañarlos —Suspiré, ya estaba viendo mi futuro de nuevo—. Pero está bien, están seguros porque saben que cuentan contigo, porque saben que esos bebés tienen una hermana mayor que los va a cuidar.

—¿Ellos no van a dejar de quererme? —cuestionó Greta por mucho más calmada.

—¿A su primera y amada hija? —pregunté jugueteando.

—Pero no soy su hija de verdad —dijo volviendo a ensombrecer su rostro.

—Creo que si Yuuri te escucha va a ponerse a llorar —dije—, Wolfram ya lo está haciendo.

—¿Wolfram está llorando? —preguntó, más que sorprendida, preocupada.

—Como una nena —informé y ella se puso de pie para correr a los brazos de su padre.

—¡Greta! —grité antes de que fuera mucho más lejos—, pide a alguien que venga a levantarme.

—Sí —dijo fuerte y sin dejar de correr. 

Suspiré.

—Yo no tengo quien me ayude —me quejé recargando la cabeza en el muro a mi espalda.

—Claro que sí. Me tienes a mí —aseguró un complacido Conrad que, al parecer, había escuchado toda la conversación.


Continúa...


UN BEBÉ PARA WOLFRAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora