Capítulo 22

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GWENDAL POV'S 

El tiempo pasó y nuestra relación no cambiaba. Kazuo y yo pasábamos los días peleando por Hisoka y, aunque era realmente fastidioso tener esa pelea constante con él, debía agradecerle por pararse en mi vida, pues comencé a darme tiempo para darle a ese niño solo por separarlo de él.

Yo sabía que él no le dejaba. Cuando yo no estaba Kazuo seguía haciéndose cargo de mi hijo, pero siempre que yo estuve se mantuvo al margen. Más porque yo no le permitía acercarse que por aceptarlo realmente. Parecía que él no me cedería su espacio como la persona más importante y necesaria para mi hijo.

En tan solo tres meses Kazuo Von Moglich se convirtió en la persona más especial de mi hijo. Yo lo sospeché siempre, pero la vida me dio la oportunidad de confirmarlo una de las pocas noches que tenía para descansar en el castillo. 

Esa noche llevé a Hisoka a mi habitación, cuando estaba en su habitación el estafador se las ingeniaba para estar allí, aun cuando yo estaba en la habitación contigua. Era nuestro juego del gato y el ratón.

Esa noche miré a mi hijo incómodo sobre mi cama. Se revolvía mucho. Yo le sabía un niño tranquilo, aunque voy a confesar que no tenía demasiada idea de sus hábitos de sueño. Por eso me dediqué a observarlo hasta que comenzó a llorar.

Lo tomé en brazos para calmarlo, pero no funcionó. Hisoka seguía llorando demasiado. Revisé su pañal y estaba limpió. Quise darle una mamila pero la rechazó después de un par de tragos. Le mecí e incluso canté esa ridícula canción que les había escuchado a mis dos hermanos. Pero nada funcionaba, Hisoka no dejaba de llorar.

—Creo que solo es hambre —dijo Gissela cuando lo revisó.

—Pero no quiere la mamila —expliqué y ella frunció el rostro.

—Tal vez debería llevarlo con Kazuo —sugirió después de pensarlo un poco, pero claro que no haría eso.

O eso pensé, porque ocho minutos después de volver a mi habitación, aún con mi hijo llorando desesperadamente, caminaba por los pasillos del castillo que conducían a la habitación de ese hombre que despertaba muy incómodos sentimientos en mí.

Ni bien habíamos llegado al pasillo donde su habitación se encontraba, le vi venir en mi dirección con una expresión realmente preocupada.

—¿Qué pasó? —preguntó viendo al niño revolverse entre mis brazos.

—No lo sé —dije preocupado y apenado—, Gissela dice que es hambre, pero no quiere la mamila —informé pasándolo a sus brazos.

Kazuo sonrió al pequeño y besó su cabeza logrando que su llanto disminuyera un poco.

—Tienes hambre, ¿eh? —preguntó caminando a su habitación. 

No sé por qué lo seguí exactamente, pero fue lo que hice, todo para ver la escena más maravillosa del mundo: a la versión masculina de la mujer que yo amaba amamantando a mi hijo.


Continúa...


UN BEBÉ PARA WOLFRAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora