Capítulo 1

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—Ella es Katsue Von Möglich, la futura esposa de alguno de ustedes —anunció Cecilie von Spitzberg mientras señalaba a los dos hombres castaños que estaban en la sala de estar. 

Ahí estaban, además, un chico rubio y uno de cabello y ojos completamente oscuros, junto a Gissela y su padre Günter von Chris. El chico rubio era Wolfram von Bielefeld y el moreno Yuuri Shibuya, nada más y nada menos que el Maou.

»Ellos son Gwendal Von Voltaire y Conrad Weller, mis hijos elegibles, porque el rubio de por allá también es mi hijo pero ya está comprometido —explicó Cecilie pavoneándose al presentar su descendencia.

—Soy Katsue Von Möglich —me presenté haciendo una reverencia—. Es un placer conocerlos —mentí tragándome el coraje que había estado sintiendo desde que mi padre anunció el compromiso.

Yo no quería casarme en un matrimonio arreglado, no quería ser la esposa de alguien solo porque pudiera mantener o aumentar el estatus de mi padre. Ese compromiso era algo que detestaba pero que, lamentablemente, no podía rechazar.

—Te llevaré a la que será tu habitación querida —informó Cecilie sobando su cuello—, yo estoy exhausta por el viaje, debes estar tal como yo.

—Las acompañaré —ofreció Gissela—. Debemos hablar de un montón de cosas, ¿no crees? 

Ella se mostraba emocionada y, aunque yo no compartía el sentimiento, asentí sonriendo.

Gissela y yo nos conocíamos de bastantes años atrás. Al igual que ella, yo era médico, solo que su medicina era curativa y la mía experimental, pequeñeces que si nadie mencionaba ni se notaban.

»Wow, vas a casarte —espetó un tanto eufórica la chica de cabello verde. Yo suspiré—. No es tu plan ¿cierto? —preguntó perdiendo toda la emoción que antes le hiciera destellar.

—No lo es —confirmé— y, a decir verdad, planeo escapar de esto en cuanto se dé la oportunidad —expliqué mirando por la ventana de la habitación, sondeando el número de guardias en el jardín del castillo Pacto de Sangre.

—A Lord Von Möglich no va a gustarle eso —señaló mi amiga refiriéndose a mi padre.

Eso era algo que yo sabía bien.

—De todas formas —dije—, a Lord Von Möglich no le gusta nada, así que no importa.

Volví la mirada a mi amiga, sonriendo. Eran demasiados guardias como para solo intentar salir corriendo. Además, tal como Cecilie dijo, yo estaba exhausta por el viaje recién hecho.

—Sabes amiga, de vez en cuando sería bueno que hicieras lo que tú papá dice —sugirió al verme andar hasta ella y tomar un espacio de la cama donde estaba sentada. 

La miré con desgano. Hacer lo que mi papá decía no era algo que yo quisiera hacer, pues todo lo que él pedía de mí iba en contra de mis principios.

—Gissela, yo quiero ser feliz, no el títere de mi papá —argumenté provocando la risa de mi mejor amiga en el mundo entero.

—Él te ha dejado hacer todo lo que quieres —recordó—, eres una médico experimental cuando solo debiste ser la princesa de su reino.

—Ser mi padre no le da derecho a decidir por mi vida —repliqué y Gissela se rió fuerte.

—Si lo hace —bufó entre risas que le robaban la respiración—. Haberte dado la vida le da el derecho de hacer con ella lo que le da justo la gana, o lo que necesite para cubrir sus necesidades políticas.

—Me siento usada —me quejé dejándome caer de espaldas en esa cama que me daría consuelo por un tiempo que esperaba fuera corto.

—Eso es justamente lo que está ocurriendo —afirmó acariciando una de mis manos, sonriendo con ternura.

A pesar de tener la misma edad, Gissela era por mucho más madura que yo. Además ella era prudente y recatada. Yo era una caprichosa loca que, al final, siempre se salía con la suya. Aunque esta vez no pareciera que mi papá terminara en ceder.

—Entonces, ¿elijo a uno y me caso? —pregunté y Gissela asintió

Yo hice una pequeña y muy sonora rabieta provocando que mi amiga riera mucho más.

—No es tan malo —aseguró mi acompañante—, ellos son en realidad fantásticos, sea quien sea a quien elijas puede hacerte feliz.

Gissela parecía estar convencida de lo que decía, pero yo no podía creerle pues, en el fondo, no quería creerle, y tampoco quería casarme con ninguno de ellos..., ni siquiera quería estar ahí.


Continúa...

UN BEBÉ PARA WOLFRAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora