Cadillac (Cap.7)

48 2 1
                                    

Ese mismo día, en la noche, detuve el auto entre unos árboles, el frío había convertido la carrocería del auto en un refrigerador, así que encendí una fogata para que no muriesemos de hipotermia ó algo parecido. La chica comenzó a hablar y contarme sobre cosas de antes y después de todo esto, me contó que perdió a su hermana y a su madre y que padre nunca tuvo. Mientras ella hablaba sin parar, yo solo trataba de analizarla un poco, cabeza rapada a solo un costado en símbolo de quizá rebeldía, unos grandes ojos verdes que notaban por mucho que detrás de esa ropa holgada y cómoda y de su forma de hablar, escondía una dulce y tierna chica.
Al cabo de un rato decide callarse y dormir un poco, y yo que estaba bastante exhausto, hice lo mismo.
Era casi media noche y el sonido del motor de mi propio auto es el que me despierta, levanto mi cabeza de golpe y puedo ver como la chica se trata de llevar mi auto.

-¡No!- grité, mientras me levantaba y trataba de alcanzar el auto.

La chica, al escuchar que me despierto, se asusta mucho, era bastante novata manejando, aceleró a fondo sin controlar el volante haciendo que el auto golpease un árbol de frente y para colmo quede atascado en una de las cunetas de tierra.
Ahora sin el auto, volver costará el triple, será el doble de riesgo y quizá doble gasto de munición, agua, y todo por culpa de una chica tonta.
Me acerco hacia donde estaba mi Cadillac, destrozado e inservible.

-¡Lo siento, lo siento, lo siento!, solo quería... - gritaba la chica desde el auto.

-Solo...¡callate!, ¿si?, ¡callate! - le grité furioso, con ganas de asesinarla.
Debíamos irnos rápido de ahí, de seguro el sonido atraerá a muchos enfermos igual que en la ciudad.
Tomé las cosas cercanas a la fogata y lo que andaba en el auto y por la obscura calle comienzo a caminar, con las venas marcadas en mi frente del enojo, y desconfiando totalmente de ella.
La chica tal cual perro regañado, tomó sus pocas cosas, y me seguía de lejos con la cabeza baja, dándome a saber que yo soy su única esperanza y que quizá la había echado a perder.
El rumbo seguía siendo el mismo, el refugio, pero ahora no sería para ayudarla, sino para deshacerme de ella de una manera que no manchase mi conciencia.
Mientras caminaba, trataba de tranquilizarme.

-Supongo que así funciona el nuevo mundo ahora y por eso lo hizo, quizá tenía algún lugar al cuál llegar urgentemente y al fin y al cabo es una niña. - me repetía a mi mismo en mi cabeza.
Luego de caminar por casi media hora, tomó una barra de cereal de mi mochila.

-¡Hey!- le digo a la chica volviendome hacia atrás y arrojándosela a las manos.

Ella la atrapa y con una forzada sonrisa de culpa pronuncia un "gracias" aún más forzado que antes.
Creo que comprendió que la perdonaba por su estupidez cometida y que lo que importa ahora es llegar al refugio.

LostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora