De regreso. (Cap.8)

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Los días aquí fuera, caminando y sólo con pequeñas pausas para comer, son bastante difíciles.
De vez en cuando topamos con uno que otro enfermo, pero estos ahora son más lentos y débiles que al principio, un poco más desgastados, lo cual hace que sea mucho más fácil deshacerse de ellos.
Enseñé a la chica como matarlos con uno de los cuchillos que le di, así ahorraremos la poca munición con la que contamos.
Es extraño ver que una chica de tan solo dieciocho, diecisiete años, no tenga miedo a lo que el mundo es ahora y que actúe con bastante normalidad y sigilo.
Hemos dormido muy poco, el único rato que tuvimos para descansar fue a la sombra de un árbol, mientras ella dormía y yo montaba guardia.
Cada vez estamos más cerca del lugar y cada vez hay menos enfermos.
Después de unos horribles, largos y complicados días, llegamos al lugar, Robert abre rápidamente la puerta al vernos llegar, de inmediato nos ofrece agua, comida y un lugar de descanso.
Esta misma noche, organizaron una gran cena que prepararon las madres de cada familia, nos apartaron un lugar en la mesa y emocionados pidieron por favor que compartiesemos nuestra historia ahí fuera.
La chica comenzó a contar que yo la rescaté, que estrelló mi auto, contando todo y exagerando una que otra cosa. Mientras tanto yo solo me reía al recordar lo que ella contaba tan entusiasmada.
Mientras esto pasaba, escucho una conversación hecha de susurros, no sé porqué, pero enfoco mi oído en esto ignorando las historias, tan solo pude escuchar "otros refugios", y con esto me fue suficiente.

-¿Otros refugios dijiste? - le pregunto al tipo que lo dijo.
-Emm...si, al parecer existen dos o tres más por la zona. - responde el tipo un poco nervioso.

Volteo la mirada hacia Robert, me levanto furioso de la mesa, ¿por qué no decirme si sabe que busco a mi esposa?

-¿Dónde?- le pregunto mientras me levanto de la mesa.

Después de una gran pausa responde.
-Hospital San Mateo, Cárcel de Townley y la escuela Werther. -dijo Robert viendo al suelo.

Sigo caminando a la puerta, dispuesto a irme de inmediato.

-¡Espera!, lo siento, lo olvidé, pero aún así no puedes salir, sabes lo peligroso que es. -dijo.
Por simple agradecimiento a todo lo que había hecho, me detuve, de espaldas a la mesa y con la puerta en frente, me tranquilicé y en silencio volví a la mesa.
Al terminar la cena y sin pronunciar una palabra más en la misma, comencé a planificar el viaje.

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