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En un mundo donde la monarquía es la ley, Atalía tendrá que sobrevivir. Su pueblo y gente han sido asesinados por las garras de la corona.
Por una decisión de vida o muerte se ve huyendo hacia Surex donde tendrá cobijo. Pero, ¿Por qué ir a Surex...
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Llevaba mucho tiempo corriendo. Mi respiración era agitada, mis pulmones gritaban por más aire y estaba completamente sudada. Mi oscuro cabello se pegaba a mi frente y a mi cuello, interfiriendo un poco mi vista. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo exactamente, pudieron haber sido horas o solo varios minutos, pero cuando miré a mi alrededor, ví que estaba cerca de las Serpentinas, el acantilado del sur de Etrana, por lo que aún no me había alejado mucho de mi aldea. Era peligroso porque si algún Centinela me avistó debían estar buscándome, estaba segura que no me dejarían ir así sin más. Mi destino era Surex y era lo que me decía constantemente para no voltear y comenzar a dirigirme hacia Nórtica para rescatar a Eryx. Debo correr más, pensé. Sin embargo, no podía.
Caí de rodillas y abracé el tronco de un árbol, a la vez que trataba de recuperar aire y de calmar mis latidos.
El sol estaba cayendo por el Avad, el río que cruzaba Etrana y su sangre se reflejaba de manera que éste parecía corrientes de color carmesí.
Ya era de tarde, pronto anochecería.
Mis pulmones seguían buscando aire, pero lo único que podía hacer era mirar el Avad desde la altura de las Serpentinas.
Ahora reunirnos para escapar se ve casi imposible.
Fue en ese momento donde pensé en ese día, pensé en todo lo que había sucedido, en cómo había cambiado mi vida.
Mis ojos se hicieron lágrimas una vez más. Pensé en mi aldea, la que se suponía que protegería. En los niños que jugaban en el valle y ahora eran condenados a aprender mediante maltratos y azotes a cómo ser buenos esclavos. En las mujeres que ahora eran obligadas a servir a seres sin escrúpulos. En los hombres que dieron su vida por lo que era nuestro. En mi padre, pensé en mis hermanos que su sangre fue derramada en el valle; todos muertos y condenados por la monarquía.
Para ese momento era un mar de lágrimas y me agitaba violentamente en fuertes sollozos. Mi cuerpo dolía por los golpes y los fuertes movimientos, mis pulmones gritaban por aire a causa de la carrera y cada vez que inhalaba, un sabor amargo y a cenizas iba abriéndose camino hasta hacerme ver borroso. Lo único que veía era el humo que ahora se adueñaba de Etrana.
Sentía que me rompía, que no podía vivir sin ser castigada. Por mi culpa Eryx sería esclavizado, por siempre querer protegerme. Anaken no me regalarían la muerte para que probara el amargo trago. Deseé estar muerta. Que la misma Anaken se presentara como una loba y entre ella y sus hermanas acabaran conmigo. Debían estar riéndose de mi desgracia desde allá arriba, viendo cómo me rompía en mil pedazos. Sería el mejor regalo para mí porque por mi culpa mis hermanos estaban muertos; mi pueblo acabado. Si tan solo pudiera descansar y nunca despertar para no enfrentar esta pesadilla en la que se había convertido mi vida, si tan solo pudiera perderme en esa oscuridad que me aguardaba una vez mi alma se desprendiera de mi cuerpo. No quería estar aquí y vivir esta maldición que me había tocado, no quería vivir muerta. Creía que ni siquiera merecía el regalo de la muerte, tal vez y mereciera sufrir cada momento, cada segundo de esta tormenta que había revuelto mi vida; y lo hice. Anaken no me consoló en el llanto tempestuoso en el que mis sentimientos brotaron a flor de piel, fue como si todo en lo que alguna vez creí, se hubiera olvidado de mí.
La culpa me arropó y nubló mis sentidos junto con el dolor. No solo me dolían mis heridas y golpes, sino que sentía que mi pecho se rompía, que mi alma se hacía pedazos; que me iba quebrando poco a poco.
Fue por mí, fue por mi culpa que Eryx está allá y mis hermanos muertos.
Más sollozos salían de mi irritada garganta provocándome tos.
No podía con mi dolor, todo era por mi culpa; se suponía que la Dama de la Noche protegería su pueblo. Pensé en la sonrisa cálida que no volvería a ver de mi padre en las mañanas preguntándome cómo dormí, en la expresión de diversión de mis hermanos enseñándome a luchar con dos espadas, en los niños que iban a jugar al río y los gritos de las madres llamándolos para que se reunieran antes del anochecer; nada de eso lo volvería a ver. Ese sentimiento de paz que me inundaba en la aldea, no lo volvería a tener.
Lo había perdido todo y nada regresaría.
Sumergida en mi dolor, no vi cuándo el Avadse tragó el sol y dejó a las estrellas iluminar el cielo. Cuando me percaté, estaba recostada contra la corteza del árbol que me consoló en mi llanto. La tierra tibia debajo de mí, era acariciada por mis temblorosas manos. Después de un rato que me quedé mirando perdida al suelo, sorbí por mi nariz, sequé el rastro de las lágrimas de mis mejillas y con dificultad, continué andando hacia Surex.
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Aloha! 🌸
Si haz llegado hasta aquí es porque el capítulo anterior fue lo suficientemente interesante para que continuaras tu lectura. Si no lo fue según tu opinión y aún sigues aquí, gracias. Espero que este capítulo haya cumplido con tus expectativas y continúes leyendo.
Por otro lado, ¿Sufriste por Eryx? Déjamelo saber en los comentarios y regalándole una estrella al capítulo si te gustó. También me encantaría saber quién le da vida a mis personajes.