DIEZ

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En el Castillo del Rey Elden en Nórtica

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En el Castillo del Rey Elden en Nórtica.

—¿Qué hace un esclavo inmundo en mi corte, Superior?—Preguntó el Rey Elden sentado desde su trono al Centinela Superior que le llevó un esclavo a su presencia. Llevaba puesta su corona, ya que pensaba que un rey debía siempre llevar puesta su corona. Una capa de terciopelo color esmeralda le cubría toda la espalda hasta caer a sus pies. Ostentosos anillos de piedras preciosas adornaban sus diez dedos y sus penetrantes ojos taladraban al Superior esperando respuesta.

—Su majestad, este esclavo es responsable de la muerte de muchos de nuestros hombres—contestó el Superior nerviosamente, disimulándolo al mantener firme el agarre en las esposas del detenido.

El rey Elden siempre le había parecido un hombre de temer, un dictador a toda regla. En cambio, juró servir a la corona y debía ser fiel a esta, no importando quién la llevara.

—Pensé que su misión era acabar con los Caballeros de la noche—dijo el Rey en tono afilado, mirando amenazante a los ojos del Superior.

El esclavo se tensó ante la mención de los Caballeros de la noche. Su captor lo notó e hizo el agarre aún más fuerte; no quería tener un encontronazo frente al Rey.

—Así es, pero este prisionero ha sido...

—Entonces, ¿Por qué sigue aquí?—Interrumpió el Rey la explicación del Superior con altanería. Lo dijo en tono obvio, como si el esclavo debía estar muerto solo por ser un Caballero de la noche.

El Superior dudó antes de hablar. Si no lo convencía, podía ser juzgado por traición o simplemente ser asesinado para complacer al Rey.

—Porque un Caballero de la noche ha escapado. Al momento de capturarlo este esclavo nos atacó y luego se rindió, pero se avistó un hombre que huyó hacia el sur, su majestad.

La mirada del Rey cambió a una de sincero interés.

—Un Caballero de la noche, ¿Dices?

—No estamos seguros, el esclavo no quiere hablar, Señor.

El silencio se hizo en la corte.

El prisionero se mantenía impasible, disimulando el dolor de sus heridas a la perfección.

El Rey Elden observó al prisionero con su cabeza apoyada sobre su mano. Aún así, su postura era tensa; no parecía para nada aburrido, como quería aparentar.

Se humedeció los labios lentamente antes de hablar.

—Acércalo—demandó el Rey al Superior junto con un movimiento de mano; la misma con la que recostaba su cabeza.

El Superior obedeció y empujó al prisionero para acercarse al trono. Las botas de ambos golpearon el mármol haciendo eco por todo el salón. Los dos guardias a los costados del trono del Rey se pusieron alertas. A pesar de ser el salón del trono, los únicos presentes eran el Centinela y los guardias. Así que en ese momento, el salón estaba mayormente en silencio, acompañado la tensión que flotaba en el aire.

La dama de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora