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En un mundo donde la monarquía es la ley, Atalía tendrá que sobrevivir. Su pueblo y gente han sido asesinados por las garras de la corona.
Por una decisión de vida o muerte se ve huyendo hacia Surex donde tendrá cobijo. Pero, ¿Por qué ir a Surex...
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En el castillo del Rey Elden en Nórtica.
Fueron los peores tres día de su vida.
Pero no fueron los peores por estar encerrado en un lugar inmundo lleno de ratas y humedad, ni tampoco fueron los peores días por haber estado sin comer y beber. Eso los hacía peor, pero no fueron horribles solo por eso. Estuvo en un calabozo oscuro y mugriento; solo. La soledad le dio tiempo para pensar en todo lo que había sucedido. La tristeza se apoderó de su ser, el dolor y la pena arroparon su cuerpo. Su alma sólo deseó morir durante ese tiempo, sus huesos y músculos estaban agotados y los sentían como engranajes oxidados intentando trabajar sin aceite.
Hoy era el tercer día en la noche y un Centinela le había traído de comer y beber, tal como dijo el Rey que se hiciera. Ese ser que le repugnaba hasta lo más profundo de su ser. Solo pensaba en el Rey Elden y las ratas que lo acompañaban le parecían más limpias que ese ser repulsivo.
Luego de llevarlo fuera del calabozo, Eryx fue arrastrado a otro lugar donde lo alimentaron mejor, curaron, bañaron, perfumaron y lo vistieron como un soldado. Después lo tomaron prisionero a otro lugar, donde dormían los esclavos que estaban siendo entrenando para hacerse Centinelas. Todos los hombres pararon de hacer lo que sea que estuvieran haciendo y le prestaron atención.
—¡Soldados! Tenemos a un nuevo integrante. Por órdenes del Rey, entrenará con ustedes. No lo maten—gritó el Superior agarrando a Eryx firmemente en los grilletes.
Ellos comenzaron a reír. Bueno, algunos, porque los que Eryx distinguió que eran nuevos esclavos se mantuvieron impasibles. Tenían expresión de dolor y pérdida en sus rostros. Así que, él adoptó una expresión de indiferencia, casi de aburrimiento, pero sin dejar de verse amenazante y frío. Si se movía rápidamente podía golpear al Superior y ahorcarlo con sus grilletes.
—Creo que te has equivocado de lugar, Superior, esta no es la guardería de niños—comentó con burla uno de los soldados alrededor de otros más, que por lo que él notó, llevaban tiempo ejerciendo.
Claro, porque no ha visto que lo puedo matar con una sola mano, pensó Eryx. Con solo veintiún años había estado en más guerras que todos ellos.
—Déjame decirte una cosa Anker...—dijo el Superior dando varios pasos lejos de Eryx para acercarse al que hizo el comentario—. Las órdenes del Rey Elden no son cuestionadas—lo miró desafiante a los ojos—además, yo tú vigilaría mi espalda si un Caballero de la noche está en el mismo lugar que yo luego de insultarlo así.
Todos soltaron un jadeo por la impresión. No podían creer que un Caballero de la noche estuviera allí, que él fuera uno de ellos.
Eryx se mantuvo imperturbable.
El Superior volvió donde él y soltó sus grilletes.