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En un mundo donde la monarquía es la ley, Atalía tendrá que sobrevivir. Su pueblo y gente han sido asesinados por las garras de la corona.
Por una decisión de vida o muerte se ve huyendo hacia Surex donde tendrá cobijo. Pero, ¿Por qué ir a Surex...
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Estábamos fastidiados.
Escuché a Marku soltar una maldición por lo bajo. Dio varios pasos hacia atrás y soltó otra maldición; gritando.
Respiraba pesadamente, ya que encontrarme con Eryx, cada vez se veía más imposible. Solté una gran bocanada de aire e intenté respirar con normalidad. No solo tenía que engañar un Alto Lord de Nórtica, un Centinela, atravesar el fuerte para poder entrar a la maldita Capital y liberar a Eryx; no. Anaken y sus hermanas estaban muy de humor y hacían de mi viaje uno casi imposible. Ah, y menos mal que tenía a un aliado en este camino de la muerte. Erov no se había despegado de mí y realmente me trataba como a una Lady delante de mis otros compañeros. Era un desgraciado, todo lo hacía con la intención de hacer enfurecer a los nórticos, pero un aliado, te todas maneras.
Escuchaba el río retumbar con violencia bajo nosotros; una caída mortal. Estaba tan crecido por la tormenta que sus aguas se abrían paso por todas sus orillas que hacía un día eran polvo. Tenía complejo de superioridad, adueñándose de todo como si fuera un Lord de Libennium. Estaba tan enfurecido que no habría alma que cruzara sus turbulentas aguas hacia el otro lado sin ser víctima de él.
—¿Qué se supone que haremos?—Nadie tomó en cuenta la estúpida pregunta de Evajana—. ¿Alguien? ¿Cómo demonios cruzaremos?
—Si cerraras la boca, podríamos pensar en algo, pero no haces nada más que quejarte, lo cual interrumpe cualquier pensamiento para poder idear un plan—Wylden se dirigió a Evajana como un vendaval alzando la voz.
Soltó un gran suspiro y un incómodo silencio cayó sobre todos. Al menos sus palabras surtieron efecto y de una vez por todas Evajana guardó silencio. Ella no dijo o hizo nada más, no replicó. Ni siquiera intentó hacerlo. Simplemente, apretó los labios en una fina línea y calló.
Sin embargo, yo jamás hubiera dejado que alguien me hablara así.
Al fin la armadura del rostro de Wylden cayó y dejó leer su ceñuda expresión. Estaba tan contrariado y frustrado. Volvió su vista hacia el río; aunque se veía perdido en él. Tenía una mano en su cadera y la otra halando levemente su cabello mientras pensaba. Por lo menos, el incidente de anoche solo le produjo una herida bastante fea en su costado y un golpe en su brazo. El brazo con suerte únicamente le causaría molestia al blandir su espada, pero sanaría. Apretó su aristada mandíbula, y soltó un gruñido. Era como si la caída del único puente que atravesaba el río de este lado, hubiera atrasado todos sus planes.
Fruncí el ceño.
—¿Qué sucede Wylden?—Pregunté con sincera extrañeza.
Había algo que él estaba ocultando y no me gustaba. Todos estábamos impacientes por llegar a Nórtica. Estos días parecían no tener fin y más con ese inconveniente, pero ninguno estaba tan afectado como él.
Dirigió su azulada mirada hacia mí y sentí sus ojos azotarme como un látigo.
—Oh, nada. A menos que sepas volar y puedas pasarnos a todos sin problemas hasta el otro lado del río, está todo en orden Atalía—. Lo dijo como si fuera una tonta por preguntar. Además de que dijo mi nombre como si yo fuera una niña pequeña a la que no la educaron correctamente.