IV

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Me desperté de golpe, mi cuerpo estaba acostado en mi cama. Una fina capa de sudor cubría mi cuerpo, nada fuera de lo normal. Mi vista se dirigió hasta la mesilla, donde se encontraba el reloj.

Eran las cinco de la mañana, la ventana estaba abierta y una brisa agradable ventilaba la habitación. La oscuridad invadía toda la estancia, haciendo que todo pareciese más confuso.

Estaba casi segura de que había pasado algo, los sueños no podían ser tan reales. Camine hasta el aseo, donde me mire la frente detenidamente. Un hematoma volviéndose morado cubría una parte de ella.

Fruncí el ceño y me lo toque, haciendo que un pequeño grito de dolor saliese de mis labios. Volví hasta la habitación y me acerqué a cerrar la ventana, cuando una sombra al otro lado de la calle me observaba penetrante.

Mi rostro se volvía pálido y el individuo no se movía, hasta que se llevó un dedo hasta los labios, dándome a entender que me callase.



—Ley. Buenos días, cielo. —mi madre besó mi frente y tocó la herida, haciendo una mueca rara. — ¿Qué te ha pasado?

Me pensé la respuesta por un instante, pero preferí hacerme creer que me había caído de la cama.

— Me caí. —sonreí culpable.

Tuve la suerte de que se lo creyó. Le pregunté acerca de ayer por la tarde, ella únicamente me contesto que se había ido a la casa de los vecinos con el bizcocho y la tía Marie la había acompañado.

—Pett. —grité y mi joven hermano bajó a desayunar, acompañándome.

Salí de mi casa, con la precaución de no volver muerta a ella. Me acomode la mochila y emprendí mi trayecto hasta el instituto con Petter , nada fuera de lo habitual ahora.

Una chica morena se acercó a mí en mitad del camino, con una sonrisa de por medio.

— Hola, soy Bea. Eres nueva por aquí, ¿no? —me estrechó la mano y asentí algo aturdida. — ¿Y este chico?

Petter sonrió alzando las cejas con gracia.

— Yo soy Hailey, llámame Ley. Y este es mi hermano Petter. —sonreí simpática.

— Sé quién eres, te vi ayer por el pasillo. Y ya sabes, los rumores vuelan. En cuento a ti, encantada. —ella rió y yo la imité.

Entramos al establecimiento y coincidí en casi todas las clases que tenía hoy. Era divertida, ahora ya tenía una amiga.

Petter se había ido a casa de un amigo nuevo, el también hizo amigos pronto.

— Oye, ¿dónde vives? —preguntó Bea caminando de vuelta.

Yo señalé la casa de al final, con el portal blanco. Ella asintió sorprendida.

— Vives al lado de los Weefrys. —yo asentí no muy segura.— ¿Los has visto alguna vez?

Medité la respuesta. Si, lo había visto, pero no estaba muy segura de que fuese el.

— Un chico de ojos grisáceos me dijo hace poco que era su casa. —me encogí de hombros y ella miró por detrás mía, con una expresión de pánico. — ¿Qué pasa? ¿Bea?

— Ley, me tengo que ir. Mañana nos vemos, ¿vale? —me dio un abrazo y me susurró al oído—. Ten cuidado, hablamos por el móvil.

No daba respuesta ni crédito a lo que pasaba. Me di la vuelta, al final de la calle un chico vestido oscuro me observaba de nuevo.

Me dio la impresión de que fue el de anoche, sus facciones duras hacían que un nudo se formase en mi garganta.

Llegue a la puerta de mi casa, quedando enfrente del susodicho. Baje la cabeza para evitar a toda costa contacto visual con el chico de ojos grises.

— Tu nombre. —exigió sin mirarme el. Me di la vuelta saltando del sitio.

Al ver que no contestaba, el chico giro el rostro hasta poder observarme con más claridad.

— ¿Me lo dirás? —pregunto apretando la mandíbula, parecía hasta enfadado.

—Hailey. —respondí rápidamente, paralizada por el miedo. El chico volvió a dirigirse hasta su casa.

Mientras el chico avanzaba hasta su portal, me dijo otra cosa;

— Las cinco de la mañana no es hora de estar despierta, intrusa. —mi mandíbula cayó hasta rozar el suelo.




Gracias por todos los comentarios y apoyos, os merecéis el capítulo. Al principio tenéis a nuestra protagonista Ley. Si os ha gustado el capítulo;

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Con mucho amor, Elvira.

A cambio de nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora