XI

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Esa noche no pude dormir, sentía una presencia observándome desde la oscuridad de la noche. A mitad de esta, me desperté sobresaltada, baje de la cama y me asomé a la ventana.

En el mismo sitio estaba él, mirando hacia mi dirección con una sonrisa malévola.

Numero desconocido: Estas muy sexy.

— No dijiste que no me querías ver.

Numero desconocido: Yo no dije eso. Es lo mejor.

— Estas demasiado sensual en la farola haciendo movimientos obscenos JAJAJAJ

Numero desconocido: Losé, bajas?

— Son las 3 nene

Numero desconocido añadido a contactos.

Tobías: También losé, quiero que bajes, conmigo, cerca.

— Puf, me siento tentada

— Tendré que rechazar el sexo hoy, nene

Tobías: Tu te lo pierdes, nena.

Sonreí inconscientemente y volví a mirar a la ventana, donde el individuo se mordía el labio, mirando hacia mi dirección.

Le imité y por un momento imagine cómo sería si hubiera bajado, con él. Me despedí con la mano y me volví a acostar.

4 mensajes nuevos;

Tobías: Quiero que hoy vengas conmigo, tengo que enseñarte algo.

Ryan: Dónde te metiste ayer?
Ryan: Estas bien?
Ryan: Llámame, Ley

Joder, me había olvidado por completo de Ryan, marque su número y lo puse en mi oreja. Cuando sonaron los tres pitidos, una voz roca se escuchaba por la otra línea.

— ¿Hailey, son las ocho de la mañana? —murmuró el con voz soñolienta.

— Si, lo siento —me disculpé— . Ví tus mensajes y pensé que debería llamarte.

— Gracias a Dios que estás bien, me preocupaste muchísimo. —dijo el y sonreí. Ese chico era un amor.

Escuche unos ruidos abajo, venían de la Cocina. Intenté no prestar atención y escuchar a Ryan, el cual estaba muy dispuesto contándome su vida por el móvil.

— ¿Te has enterado? —preguntó el de la nada, no supe responder— Si, bueno.

— Lo siento Ryan, es que hay algo en mi casa que no me deja concentrarme. —esa es la excusa más penosa que he oído.

El chico finalmente accedió y quedamos en vernos para comer, nada fuera de lo normal. Después de una noche de mierda, a punto de ser víctima de violación, el vecino que me odia con su alma se mata a golpes con el chico trenzado, luego me desmayo y me encuentro en casa de Tobías.

— Ley, mamá te llama. —Peet me llama por encima del ruido.

Me sonó el móvil:

Tobías: No vayas.
Tobías: Es enserio, Hailey, no vayas.

Fruncí el ceño ante el extraño mensaje que había recibido, hice caso omiso y baje las escaleras, hasta llegar a La Cocina, donde mi tía y mi madre me esperaban con un sobre.

— ¿Que? —pregunté achinando los ojos, como buscando algo.

— Tienes que ir a llevar esto, a una casa en concreto, no muy lejos de aquí. —empezó mi madre. Asentí.

— La señora se llama Mia, y te está esperando para que le des este sobre. —mi tía me lo tendió en la mano, lo observé, pero no encontré nada sospechoso.

— Está bien, la dirección esta en el sobre. —afirme y ellas asintieron.

Tobías: Al menos lo intenté.

Este chico me tenía muy confundida, con todo, en serio. Salí de casa y cogí los auriculares, colocándomelos y escuchando algunas canciones de mi playlist, con la conciencia de que iba a agotar todos mis datos móviles.

Miré la dirección y la busqué en Google maps, donde casi al instante, me apareció la casa. Era negra totalmente y no parecía muy segura, pero aún así, seguí con el camino.

Llegue al final del pueblo, al lado del bosque, en el mismo camino que hacía unos días había tomado para ir a la cabaña de locos. Me puse frente a la casa y la miré detenidamente.

Joder.

Subí los peldaños de la escalera en la fachada y entré en el portal. Toqué al timbre y para mi impresión, no funcionaba. Pegué unos golpes a la puerta de madera vieja y en unos segundos apareció una mujer mayor.

Era de tez negra y con cara de pocos amigos, la típica que hace brujería por las calles, con un turbante en la cabeza, me invitó a pasar.

— Gracias, umh, señora. —musité y me adentré en la casa.

— ¿Tú eres Hailey? —empezó a decir la mujer, asentí y sonrió.

Le tendí el sobre en las manos y nos rozamos las yemas de los dedos, en ese mismo instante, la mujer me miró horrorizada, formulando algunas palabras en otro idioma y dando vueltas con las manos en la cabeza.

— El mal está contigo, chica, eres hija del mal. —empezó a decir de palabra en palabra.

¿loca? Que va.

— Señora, tranquilícese, yo no soy hija del mal. —empecé con sutileza, quitando hierro al asunto.

— Estas condenada, lo he visto —prosiguió, esto ya asustaba— .Ellos te han tocado, ellos te tienen atrapada.

Estaba tan asustada que casi me faltaba oxígeno en los pulmones, ahora era yo la que hiper ventilaba.

— Señora, ¿qué está usted diciendo? —empecé a subir la voz— ¿Necesita una pastilla o algo?

La mujer soltó una risa malévola y me dio un colgante fino, el cual casi me ahoga al ponérmelo, y con brusquedad me saca de su casa y me dice:

— Que dios esté de tu parte, lo vas a necesitar. —y con eso cerró la puerta.

Tobías: ¿Qué tal con Madame Dalle?

— Esa mujer esta loca.

Tobías: También tiene razón, estás condenada.

— Vosotros si que estáis colgados, de la cabeza.

Salí andando ligera hacia el frente, intentando encontrar el camino de vuelta a casa. Se hacía tarde, por lo que me entró hambre y modifiqué el rumbo, directo a una tienda de tacos que había cerca de la casa de Bea.

Tuvo que ser un mal augurio el que pasase por enfrente de la casa de Bea y ella saliese detrás mía como una loca.

— ¿Que mierda te pasó? —empezó a chillar ella.

— Estabas muy borracha para darte cuenta, amiga. —escupí sin mirarla.

A cambio de nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora