IX

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Abroché el cinturón del automóvil, aún no muy segura de querer dar esa vuelta. Guardé el teléfono en mi bolsillo trasero de los vaqueros y Ryan arrancó el coche, con una sonrisa arrogante plasmada en su rostro.

– ¿A dónde me llevas? –pregunté curiosa.

– Si te lo dijese no sería sorpresa.– respondió el avanzando en la carretera.

Negué con la cabeza y fijé mi mirada en el exterior de la ventanilla, con la mirada perdida y Bruno Mars en la radio. Me di cuenta de que poco a poco nos íbamos alejando de Austin, el chico seguí fijo en la carretera, aunque de vez en cuando dirigía una mirada hacia mí. Al final del pueblo, unos coches estaban reunidos en círculo, lo que parecía ser un botellón, en el que estaba Tobías.

Nuestras miradas se quedaron fijas unos segundos, los rostros estaban serios y después de que ninguno apartase la atención, giré el rostro hacia delante. El deportivo descapotable, movía mi cabello hacia atrás en ondas, y salí de ese lugar.

– ¿Preparada? –Ryan me preguntó con dulzura. En realidad, este chico es un rompecorazones de primera, no se le resiste nadie. Asentí.– . Ya verás, te encantará.

– Por tu bien . –hice una mueca y Ryan subió la radio.


Al cabo de unos minutos, llegamos a un aparcamiento casero, ya sabéis, tierra sin apenas vegetación. Me dio pena su coche, en serio. Empezaba a refrescar bastante, los pelos de la nuca me provocaban escalofríos y Ryan seguía caminando hacia delante.

– Sígueme, vamos. –me tendió la mano para que lo acompañase.

Fruncí el ceño mirando su mano y finalmente, le tendí la mía, la cual, agarró con fuerza y tiró de ella. Unos metros más delante, apareció un lago entre el frondoso bosque que lo rodeaba, era precioso.

– ¡Esto es casi mejor que el coche! –dije mirando al paisaje que se mostraba en el horizonte, junto a una puesta de sol.

– ¿Verdad? –suspiró el contra mi pelo, me sentí incómoda. – Lo encontré ayer, durante un periodo de revelación contra la humanidad.

Solté una carcajada y me senté en una de las rocas próximas al agua, Ryan me siguió.

– Ley.–pronunció el chico con cierta inseguridad, se mordió el labio y se me cortó la respiración.

Como si de una obra del cielo se tratase, mi teléfono empezó a sonar y le di las gracias a los santos y a los ángeles que me ayudaban.

–¡haaaaaileeeeey!– gritaba desde la otra línea Bea.

– ¿Bea? –hice una mueca y miré al chico que comenzaba a tomar un rojo carmesí en sus pálidas mejillas.

– Sí, nena. –se oían risas de fondo.– Tienes que venir al fiestón que hay.

– ¿Fiesta, dónde? –pregunté con interés. Por un lado, podría pasarlo bien, muy muy bien.

– Casa de Abbel, el del pelo rizado. –contestó ella y una voz masculina la interrumpió.– Sí, Paul, un momento. Ley, ¡todos los tíos están aquí, estás tardando, perra!

– ¡Pero yo no tengo idea de dónde vive este tío! –me quejé levantándome del suelo.

– Te mando un mensaje ahora, ¡ven! –ella colgó y Ryan me miraba con ojos perdidos, sin entender nada.


– Nos vamos de fiesta, Good. –anuncié y seguidamente, recibí unos mensajes de Bea, en los cuales, me amenazaba de muerte si no asistía.


Nos volvimos a subir al coche, y después de descifrar el GPS de Ryan, llegamos a la fiesta. Había un ambiente muy cargado, apenas eran las nueve de la noche y todo estaba recubierto por adolescentes que vomitaban los litros de alcohol que habían ingerido. ¡Qué bienvenida!

Los vasos rojos de la bebida se encontraban tirados por todos lados, junto a sus dueños, los cuales, no parecían tener muy buena cara. La música sonaba fuerte, esta retumbaba en mis oídos, de una manera desagradable. Toda la gente estaba pegada a alguien del sexo opuesto, o en otros casos, del mismo. Llegamos a la barra, donde el barman estaba preparando un whisky a Bea.

– ¿Qué te pongo, preciosa? –la sonrisa del chico era pervertida, de lo más normal.

– Empezaré por una cerveza, gracias. –intenté poner una cara seductora, aunque me salió una mueca rara. Este asintió y me giré hacia mi amiga, sentada a ahorcajadas de un chico rubio, muy atractivo.

– Nena, has venido.– dijo arrastrando las palabras. ¡Joder! Apenas diez minutos habíamos estado hablando y ya estaba muy pedo.

– ¿Has bebido? –rodé los ojos y ella se enganchó al chico, poniendo morritos.

– Seeeeh, y no poco.– empezó a reírse.

Puse mi mayor cara de asco y dirigí mi mirada a Ryan, tomando un trago de mi bebida. Quizás dos, o tres. El chico se sentó en un taburete y yo, anduve hacia la pista de baile, donde una canción sonaba en mi cabeza. Empecé a ver doble, salté con ganas y moví mis caderas al ritmo de la música, sin miedo.

Unas manos se posaron en estas y mi corazón se paró, el individuo empezó a moverse conmigo, y a decir unas palabras que no conseguí entender. Sus movimientos empezaron a ser más atrevidos y en un abrir y cerrar de ojos, me estaba forzando a ir a una habitación.

– ¡Suéltame, socorro!– grité a todo pulmón. Mi respiración empezó a entrecortarse, mi pulso aumentó y las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas desesperadamente.

– ¡Cállate, pequeña zorra! –respondió él tapándome la boca con la mano.

Recordé esas mismas palabras, giré la cabeza y un hombre con el pelo trenzado me estaba mirando con las pupilas dilatadas. Era el de la cabaña , joder, ¡no! No se qué esperaba que pasara en ese momento, que alguien entrase y lograse salvarme. Abrió la puerta y me tiró dentro de la habitación, me agarró el pelo y me forzó a juntar nuestros labios, grité y grité, pero nadie respondía.

La puerta se abrió, con otra pareja que entraba entre besos, el chico se apartó y me miró horrorizado, era Tobías. Este reaccionó con impulsión y su puño terminó en la cara del hombre.




















OMG ¿Qué tal va esto?

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–E.

A cambio de nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora