Le miré por un momento, sus pupilas estaban dilatadas y todas sus facciones se le marcaban. Sonreí inconscientemente y me miró con perversión, decidí no seguirle el juego y dirigí mi mirada hacia el horizonte, hacia donde me llevaba.Este sitio lo había visto antes, estaba segura.
Segura...
— ¿A donde me llevas, vecino? —murmuré siguiéndole. El chico se giró sobre sus talones y me miró.
— Deja de preguntar, cielo. —farfulló en mi cara.
Rodé los ojos y le lancé una mirada de reprobación.
Caminamos por unos cinco minutos hasta dejar atrás un frondoso bosque, el cual me resultó demasiado familiar. Llegamos hasta un rincón con un pequeño manantial, el chico me tomó la mano para cruzarlo, pero en mitad del recorrido la soltó.
— ¡Mierda, Joder! —chillé cuando caí al agua, que por cierto, estaba helada. — Te voy a matar otra vez, Tobías.
— Está es la segunda vez que me lo dices, nena. —soltó una risa seca y volvió a su camino.
Me levanté del agua y cogí su brazo, estaba tan metido en sus pensamientos que lo tiré hacia el agua, su cara parecía un poema.
— Ahora la que va a tener que correr eres tú. —amenazó cuando sus ojos se volvieron negros, sonrió.
Salí corriendo de aquel lugar, divertida por allá situación. Pero en algún descuido de mi cabeza, no era consciente ni de a donde me dirigía, ni donde estaba Tobías.
Me giré en todas direcciones, buscándole con algo de preocupación en la mirada, pero no encontré nada.
Una oleada de viento me soplo en la nuca y unas manos cogieron mi cintura.
— Aquí estas. —susurró en mi oído. Salte lo más alto que me permitió el cuerpo.
Tenía el corazón que se me salía del pecho y Tobías tenía una sonrisa cínica, pero bonita.
— Aún no sé cómo acepte venir aquí. —murmuré. El chico me miró de reojo y negó con la cabeza.
— Todavía no lo entiendes —empezó a reírse pero secamente—. Tu ya no serás como solías ser, empezarás por sudores frecuentes, mareos, hasta llegar a la muerte.
Me quedé estática y tragué saliva.
— ¿Muerte? —balbuceé mordiéndome el labio. Tobías asintió, ahora poniéndose serio.
— Te he traído aquí para ver algo, así que ven. —asentí y lo seguí, y no temía lo que pudiera pasarme.
Volvimos a caminar un período corto de tiempo y llegamos hasta lo que parecía un precipicio que muchos metros debajo llevaba hasta un barranco.
— Estas en el filo entre la vida y la muerte, Ley. —tragué saliva otra vez. — Tu eres la que elige donde estar.
— ¿Como llegaste a ser cómo eres? —pregunté, él se sentó en el borde y yo lo imité.
— Hace unos doscientos años yo era como tú, tenía vida. —murmuró.
¿A qué se refería? ¿Estaba muerto y estaba aquí?
— ¿Estas muerto? —me dio miedo preguntar.
— Es una pregunta muy relativa. —evitó la respuesta.
— ¿Estas vivo? —formule la pregunta y esta vez obtuve respuesta.
— No, no del todo. —casi me desmayo y caigo al abismo.
— ¿Eres uno de ellos? —mi cuerpo temblaba y estaba blanca.
Giré mi rostro hacia el barranco y me dio dolor de cabeza.
— Sí, tu también lo serás. —farfulló. Observé su mirada, estaba perdida y sin sentimientos.
— ¿Pero como? —repliqué armándome de valor. Tobías me levantó la camiseta hasta las costillas, sin dejar a la vista nada indeseado.
— ¿Ves eso? —el tacto de sus dedos contra mi piel hacía que tuviese escalofríos y el también lo noto, a lo que rápidamente se tensó. — Te mordieron. Un demonio.
Unas marcas negras que no había visto antes se hacían presentes en mi piel.
— ¿En serio? —maldecí. Bajé mi camiseta y Tobías me miraba fijamente. — ¿Donde te mordieron a ti?
El chico este bozo una sonrisa pícara y me miró rápidamente a los labios.
— Fue una mujer. —dijo divertido.
Oh mierda, no me digas que en su amigo.
— Joder, no hace falta que me lo enseñes, Tobías. —puse las manos en mi rostro y lo tapé.
Soltó una carcajada y se quitó la camiseta.
— Fue aquí, ¿donde te creías tú? —señaló la espalda y vi las mismas marcas que las mías pero las suyas eran lilas.
— Mejor que no...—murmuré por lo bajo.
•
En realidad, no sabía ni cómo ni cuándo me había podido morder el chico de las trenzas o quienquiera que me haya hecho esas marcas que según Tobías me traerían problemas.
Mi vecino me llevó hasta la puerta de mi casa y abrió las puertas del 4x4. Solo me restregaba que yo no tenía ni bicicleta.
— Adiós, cielo. —se despidió y entró en su casa.
— Adiós, nene. —dije muy bajo. Al parecer, su oído supersónico lo oyó, por lo que vino a velocidad sobrenatural hasta llegar hasta ponerse en frente mía.
— ¿Me has dicho nene? —se acercó más y más a mi rostro.
— No. —balbuceé y mis ojos se bajaron hasta sus labios.
— Me pone que me digas nene. —dijo en mi oído, besándome el pómulo.
— Adiós, Tobías. —me di la vuelta y recibí una palmada en el culo, le mire como si hubiese visto un fantasma y el ya se había ido.
Tobías: está noche en tu ventana, nena.
— ¿Quieres admirarme, nene?
Tobías: por mi encantado.
— Venga, hasta luego.
Tobías: ¿eso es un si? ¿O un no?Visto

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A cambio de nada.
Teen FictionHailey se enfrenta a un cambio de aires por cuestiones familiares, ese viaje la involucra en una aventura donde nada es lo que crees que es y el peligro inunda cada rincón. Ella estará dispuesta a darle un vuelco a su vida pero, alguien se inter...