Nostalgia pre-sentencia.

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~ Como el chico obediente que se supone que soy, subí las escaleras y toqué la puerta del cuarto de uno de los escasos parientes que me caía bien. El primo Bill.

-¡Frank! Pasa, pasa...- dijo mi primo haciendo señas con la mano en señal de que pasara, inquietud reflejándose en su rostro.
-Hey Bill...- traté de decir lo más animado posible, pero, una vez más, no lo logré.
-¿Algo que quieras contarle a tu primo predilecto?- dijo sentándose en la cama, palmeando para que me sentara a su lado.

Nuevamente obedecí y tomé asiento.

-Es solo un mal día...- contesté utilizando las mismas palabras que había usado con mi madre.
-Entonces no estas emocionado por ir al cabaret, por lo que voy viendo...-
-En realidad voy porque no me queda opción. No me hace mucha gracia tener que poner mi cosita donde cientos de tipos ya pusieron la suya antes...-comenté logrando una sonrisa en mis labios y en los de mi primo debido a lo estúpido del comentario.
-Vamos Frank... ¡Como si fuera tu primera vez!- dijo riéndose, no sé por qué exactamente pero me sentí un poco avergonzado.
-De hecho lo es...-admití mirando al suelo, y aunque no pude ver la expresión de mi primo me pareció escuchar el sonido de su mandíbula al chocar contra el parquet.
-¿Hablas enserio?-
-Si, pero bueno, parece que hoy dejo de serlo...-
-Dejamos- corrigió intentando darle un tono menos dramático a la situación.

Un par de minutos de incómodo silencio pasaron hasta que mi primo decidió templar el ambiente.

-Mi novia me va a matar si se entera de esto...- comentó mi primo mientras dejaba escapar una risita nerviosa.
-Al menos tu novia es conciente de que la quieres...- suspiré- Con Jamia solo luchamos para poder ser un poco felices sin amarnos.
-¿Por qué te casas entonces?-
-Nos 'obligan'. En realidad se aprovechan de que nos queremos demasiado, y de que somos demasiado buenitos como para enfrentarnos a nuestros padres y mandarlos a la mismísima mierda...-
-Entiendo...-
-No, de seguro no entiendes. Pero es bueno que pienses que si...- me sonreí, eran las mismas palabras que había utilizado con Gee, digo... Gerard.

Prendí un cigarro y ofrecí
-¿quieres?-
-Nada mejor que uno de esos para calmar el nerviosismo, primito.-

En realidad no lo veía como un método para calmar ansias, para mí era solo una manera de concentrarme en los dibujos que formaba el humo, y dejar de lado la realidad.

Muchos me tildarán de soñador, de inmaduro, o directamente de estúpido; pero la realidad me ganaba y yo, más de una vez, tuve que hacer trampa para alargar el momento de la derrota. Otros, muy desinformados he de destacar, me tildan de Emo; ¿Qué hago con ellos? Simple, me les cago de risa en la cara.

Por un momento pensé si el dueño del kiosco donde había comprado los cigarros, no se habría confundido y, en vez de tabaco me había vendido marihuana. Y es que reflejado en el humo, vi el rostro de mi padre, que me miraba con cara de orgullo y me empecé a reír como idiota. Nostálgico, y es que muy pocas veces había demostrado su orgullo por mi; pero duró poco la felicidad de verlo con esa expresión, segundos después, ví a Gerard mirarme a lo ojos, llorando.

¿Acaso mi subconsciente intentaba mandarme un mensaje?

Que más daba, probablemente, lo viera solo un par de veces más y luego, me mudara a un barrio lejano donde pudiera rearmar, o mejor dicho, armar mi vida, si es que se me permite llamarla así...

Su imagen se desvaneció al momento que secaba las lágrimas para regalarme una de sus espectaculares sonrisas, inhalé el humo por última vez tirando lo que quedaba del cigarro y pisándolo con furia ante la confusión que las imágenes provocaban en mí.
La caja acabó rápido ante el nerviosismo que ambos presentábamos, no volví a ver nada en el humo, bueno, a decir verdad, no volví a mirar el humo, creí demasiada mi confusión como para incrementarla con estupideces que, según mi razón dictaba, eran producto del desfile emocional que pisoteaba mi pecho comandado por la incertidumbre y la nostalgia.

Cada respiro representaba una gota menos de oxigeno, cada suspiro una tragedia, cada segundo un paso hacia la miseria, y cada pisada en la escalera un alarido doloroso.
Sentí la puerta ser golpeada, y al tiempo que me di vuelta me encontré con las victoriosas sonrisas de mi padre y mi tío en el marco de la puerta.

-Nos vamos, galanes.- Entonó el pariente más detestado, mi tío.
-Los esperamos en el auto.- Agregó mi progenitor y desaparecieron tras la puerta cerrándola con suavidad.

Ni siquiera me molesté en fijarme en la expresión de mi primo, miré mi virginal cuerpo en el espejo por escasos segundos y me dirigí a la puerta entregado al destino.

Es Mejor Si Lo Haces Tu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora