En las puertas del ¿infierno?

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~ Arrastrando mis pies, observando con detenimiento las rosadas y empalagosas baldosas que tapizaban el frente de la casa, llegué hasta la puerta trasera del auto que mi tío conduciría. Me acomodé y descansé mi cabeza en el vidrio mirando por la ventana hacia la nada.

Aproximadamente un minuto y medio luego, mi primo entró al vehículo sentándose a mi lado.

El ruido del motor al encenderse provocó que mis ojos se cerraran y permanecieran así por los siguientes tres minutos, hasta que debieron abrirse al escuchar a mi padre y mi tío cantando "Un beso y un adiós" de Nino Bravo a todo pulmón.
En realidad no entiendo por qué la cantaban con tanta pasión, pero bueno, tampoco pretendía hacerlo, al menos no por ahora...

El auto estacionó frente a lo que supuse era "El majestuoso lugar donde perdería mi 'condición'". Respiré con profundidad y baje del auto despidiéndome de mi padre con la mano, ya que el que nos acompañaría al interior sería "mi queridísimo tío". Sentí la mano de mi primo en el hombro, lo miré y sonreí transmitiéndole tranquilidad, la tranquilidad que no tenía.

Di mi primer, temeroso paso dentro del local para ser cegado por las intensas y molestas luces violetas que lo adornaban; una serie de señores bastante mayores estaban embobados mirando a un señorita en paños menores menear sus caderas con exageración y unos jóvenes de aproximadamente veinticinco años se deleitaban manoseando a un par de chicas que se refregaban contra ellos con expresión necesitada. Realmente la situación me causaba repulsión, era triste esa forma de divertirse.

Seguí a mi tío, que al parecer era un gran conocedor del lugar, hacia una de las barras donde un hombre de camisa blanca, chaleco negro y expresión malhumorada lo miró sorprendido y señaló hacia la parte trasera del local; emprendimos marcha nuevamente hacia el lugar señalado.
Las luces se volvían cada vez más rojas, eso no era buena señal, el momento se acercaba, lo sentía...

Estábamos los tres parados frente a una puerta media abierta, yo detrás de mi primo y mi tío comandando la tropa. La puerta se abrió con lentitud, supongo que fue mi tío quien la empujo con suavidad, y entramos al cuarto de las luces rojas potentes. Yo por último.

Y allí comprendí más de una de las cosas que había escuchado el día anterior...
Gerard estaba sentado con comodidad en un sillón color oscuro y una chica delgada con cara de muñeca de porcelana anoréxica y los brazos llenos de tatuajes lo acompañaba sentada en el posa brazos del mismo.

Mi mandíbula luchó para caer al suelo ante la escena, pero no se lo permití y traté de parecer lo más natural posible.

-Señor Way, soy Oliver Iero, no creo que se acuerde de mí... pero he traído a unos sobrinos míos hace unos meses y ahora traigo a mi hijo y a otro sobrino.-

Fue entonces cuando Gerard se dio cuenta de mi presencia y tubo la misma reacción que yo quise impedir, lo miré a los ojos le pedí con la mirada que disimulara...

-¿Está usted bien, señor Way?- preguntó mi tío.
-Si, si discúlpeme, es que aún no me acostumbro a las luces rojas, las verdes dañaban menos la vista... pero en fin, deja a sus allegados en buenas manos...-
-Siendo así, los dejo...-dijo a Gerard y volteó hacia nosotros- A ustedes los vengo a buscar en ¿Cuatro horas?.- preguntó más a Gerard que a nosotros.
-Si, así están más tranquilos- acotó éste.
-Adiós, señor Way, adiós Galanes- dijo cruzando el umbral.

Gee y yo nos miramos por unos segundos hasta que el silencio se vió interrumpido.

-¿Y...? ¿Cómo se llaman?- Pregunto la chica que acompañaba a mi compañero de muelle.
-Yo soy Bill, él es mi primo Frank...- contestó mi primo firmemente...
-¿Lyn-z, podrías acompañar a Bill a la sala tres para que se familiarice con las chicas? Yo llamo a alguna para que venga a buscar a Frank... - dijo Gee.
-Seguro, ¿me acompaña, caballero?- preguntó la chica a Bill tratando de sonar cordial.
-Claro, te veo Frankie...-

Y así, sin anestesia me quedé con él, solos, en silencio.
Era horrible... y lo peor de todo era que todavía me faltaba confirmar mis sospechas, miraba al piso, no lo podía mirar a él, si lo miraba... iba a convertirme en un tomate y no quería eso.
Sentí una mano tomando la mía y un tirón que me arrastraba hacia una puerta diferente a la que mis parientes habían utilizado.

Lo miré, caminaba firme conduciéndome hacia alguna parte por un blanco corredor que cegaba más que las luces del local, estaba serio y yo... yo, simplemente no tenía idea de qué mierda estaba haciendo Gee.

-¿A dónde me llevas?- pregunté intentando no tartamudear, y lográndolo.
-A mi cuarto, tu y yo tenemos que hablar.- me dio miedo el tono en que me lo dijo, hasta podría decirse que mis sentimientos fueron un paralelo con los que afloraron cuando mi padre me comunicó que vendríamos para aquí; estúpidamente, frené la marcha y me quedé parado como imbécil en medio del pasillo. No sé bien por qué lo hice, supongo que porque, como ya dije, estaba asustado, pero ni siquiera pensé que quería detenerme, sólo lo hice.
Gerard se dio vuelta y me miró con la cara más tierna que ví jamás.

-No te preocupes por nada, es solo la continuación de la charla de ayer...- me tomó de la mano nuevamente- ¿Vamos?-

No articulé palabra, solo atiné a asentir con la cabeza y seguirlo en el camino a...

¡Su Cuarto!

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