Las calles estaban desiertas y yo caminaba cada vez más rápido, sabía que aún tenía que resolver el tema de la escusa para los padres de Ray. Tal vez podríamos decirles que me sentí mal y regresé a casa, o que nos íbamos a algún bar a juntarnos con el resto de nuestros amigos, o simplemente escaparme por la ventana apenas pudiese. Aunque, a decir verdad, descartaba esa ultima opción, las vacaciones no les sentaban bien a mis músculos.
- ¿Qué mierda le vamos a inventar a tus padres, Ray?- pregunté tirándome del pelo y estrujándome los sesos en busca de nuevas opciones.
- ¿Mis padres? ¿Hace cuánto no escuchas nada de lo que digo?- me contestó molesto. Por suerte no era de los que se enojaban por mucho tiempo.
- No sé.- Era verdad, dentro de la lista de los "No tengo idea" de Frank Iero, se encontraba también ese tema: Tiempo transcurrido sin prestar atención a amigos.
- Mis padres no están en casa.- Dijo abriendo la puerta con suma tranquilidad y una amplia sonrisa estampada en sus gruesos labios.
"Definitivamente nada puede arruinar esta noche"
Lo abrasé y me encaminé a su cuarto a toda velocidad, lo cual no era demasiado rápido, había estado corriendo por prácticamente ¿Hora y media? ¿Dos horas? Bueno, algo así.
Dejé la mochila en el sillón donde Ray se sentaba cada vez que tenía que contarle alguno de mis problemillas adolescentes y me paré frente al espejo.
- No te preocupes, estás bien.- me consoló mi amigo cuando vio mi cara de disgusto no sé bien producto de qué, Sonreí y comencé a caminar en círculos por toda la habitación. ¿Qué por qué no me iba de una vez? ¡No sé!
- ¡Me voy!- Grité y salí rumbo a la puerta, la abrí y empecé a caminar en dirección al cabaret.
Ya iba dos cuadras, me restaban unas... ¿18? ¿20? No recuerdo bien. Y sentí un motor rugir y el sonido de una bocina. Me giré y ví un auto dirigiéndose a mí a toda velocidad. Me asusté, tengo que admitirlo.
Paró y mi mandíbula cayó.
- ¿Desde cuando tienes auto, Raymond?- le dije muerto de risa por lo estúpido que había resultado mi miedo.
- Mis papis lo dejaron en casa.- dijo imitando a una de esas colegialas baratas que se te aparecen mientras cruzas en un semáforo.- Sube, te llevo.- agregó guiñándome su ojo derecho.
Me subí y volvió a arrancar, miré el reloj e indicaba las diez; bien, estaba bien de tiempo, me recosté en el asiento y noté que el viaje se hacía eterno.
Abrí los ojos y vi la cara de fastidio de mi acompañante, quien se percató de mi mirada.
- ¡Todos los putos semáforos están en rojo! ¡TODOS!- contuve la desesperación, lo mejor era mantener la calma o Ray terminaría por pisar el acelerador a fondo y chocar contra el árbol más cercano. Definitivamente la ida al hospital retrasaría mi encuentro con Gee, así que prefería que no sucediera nada de eso.
Luego de poco menos de diez minutos llegamos al lugar, desesperado intenté deshacerme del cinturón, pero definitivamente la motricidad y los nervios no eran amigos así que mi amigo tuvo que ayudarme.
- Espero que la pasen bien, Frankie.- dijo gritando ya que yo apenas me safé salí corriendo y ya casi abría la puerta.
- ¡Yo también! Te veo más tarde.- dije sonriendo.
- No creo eso.- gritó y arrancó de vuelta a su casa a una velocidad mucho mayor a la que había utilizado cuando veníamos hacia acá.
Me giré nuevamente hacia la puerta y sentí mis piernas temblar, tome valor y empuje la puerta; quiero verte, pero no sé como actuar.
Camine entre la multitud, hay muchísima más gente que la vez anterior y las chicas que bailan en paños menores parecen realmente felices de ver a alguien más traspasar la puerta, eso para ellas son cinco dólares más... Pero no es mi caso, yo sólo quiero ver a Gerard.
Camino imitando los pasos de mi tío, visualizo a aquel chico de cara malhumorada y noto que habla con alguien. "Es Gerard" Me susurra el inconciente al oído y mi corazón late desesperadamente, pero mis piernas se bloquean como cuando él mismo me conducía hacia su cuarto.
Se para y se va. Recién en esos momentos logre reaccionar, camino con desesperación hacia el lugar donde se encontraba pero no logro divisarlo. Entonces, desesperado, me dirijo hacia el chico rubio de la barra, ese con cara de "algo huele feo".
- ¿Me puedes decir donde se encuentra Gerard?- grité para lograr hacerme entender sobre la fuerte música que suena en el local.
- ¡Oh Frank! ¡Llegaste!- El tipo me conocía y yo lo único que sabía era que, momentos antes había estado hablando con Gerard, y que trabajaba en el lugar. Creo que mi cara dio a entender perfectamente lo que estaba pensando, por eso hablo nuevamente.- Es que Gerard se pasó todo el día hablando de ti, y de que no sabía si venías y bla, bla...- Dijo moviendo las manos de un lado a otro sosteniendo un vaso en una y un trapo en la otra, casi golpeando a otro empleado que pasaba por su lado. Me desesperé, el pobre debía pensar lo peor.
- ¿A dónde se fue?- Le grité nuevamente.
- Está en su cuarto.- Y así, sin siquiera un "gracias", salí disparado hacia el lugar. Me sabía el camino a pesar de haber estado en shock el día de mi "visita".
Caminaba rápido, demasiado como para fijarme en qué mierda me decía aquella chica que había estado sentada al lado de Gerard mientras traspasaba la puerta que daba hacia el pasillo a toda velocidad.
Al fin llegaba al cuarto y estaba sumamente nervioso; la puerta se encontraba abierta dejando ver las espantosas paredes verde pastel. Di un paso hacia adentro con algo de miedo.
¿Y si Gerard se asustaba y me pegaba con un palo en la cabeza?
"Eso es completamente ridículo, Frank"
Si, es verdad; más aún cuando miras hacia tu lado izquierdo y encuentras a quien buscabas acariciando una fotografía mientras una solitaria lágrima asoma por uno de sus ojos.
Me acerqué muy despacio, y le hablé bajito.
- ¿Tu familia?- le pregunté tímido, intentando no asustarlo.
Él levantó su vista de la fotografía y me miró mientras por su rostro asomaba una sonrisa.
- Viniste.- dijo mirándome a los ojos con ¿emoción?. Yo solo asentí con la cara de idiota que no podía evitar poner cada vez que lo tenía en frente.- Si, son: mi hermano Mikey, mi padre, mi madre y el que solía ser mi perrito.- contestó finalmente señalando a cada uno de los personajes mientras los nombraba.
Dejó la foto a un lado para tomar mi mano y dirigirme a la mesa, en la que había un montón de sándwiches y Coca-Cola.
Estoy seguro que no incluyó alcohol por mi edad, tiene cara de ser un gran fanático del... ¿ron?
- Así que le hablaste al chico de los tragos sobre mí... Me intriga saber qué sabe.- dije rompiendo el silencio una vez que estábamos ambos ubicados.
- Ah, hablaste con él.- contestó sonrojándose.
¿Es que existe en el mundo persona más sensible que este ser que tengo en frente?
Y que quede claro que no hablo de sus llantos constantes; aunque eso también puede incluirse. Lo que me resulta sorprendente es su capacidad de encariñarse con una persona. Es decir, solo habíamos hablado unas tres escasas veces y él me trataba como si fuéramos amigos de toda la vida, bueno, yo lo trato también así. Algo dentro de mí dice que esta va a ser una experiencia gloriosa.
La racionalidad no existía en su presencia, me dedicaba un simple "Hola." Y yo caía rendido a sus pies como el más grande de los idiotas.
- Tenía miedo. Necesitaba hablar con alguien. Perdón si te molestó.- dijo bajando su mirada y clavándola en la lata de Coca Cola que tenía en frente.
- Está bien, yo también necesitaba hablar, de hecho lo hice.- dije a modo de consuelo.
- Me alegra que hayas venido, verte otra vez.-
- Me alegra haber venido, volver a verte.- dije comenzando un estúpido juego de palabras que logró sacarle una sonrisa a quien tenía en frente.- Creo que tengo que confesarte algo.- le dije y sus facciones se modificaron al igual que las mías.
- Te escucho.- contestó cruzándose de brazo y borrando de su perfección aquella expresión suya que tanto me gustaba. Pero creo que era necesario que se lo dijera.
- Esto es nuevo para mí, ya sabes todo ese verso.- Su expresión volvió a suavizarse, eso era bueno. Medianamente bueno.
- Es que ni siquiera sé qué decirte. Actúo mediante impulsos, y ese no es el mismo Frank de todos los días. Estoy cambiando, mi madre se da cuenta, mi mejor amigo también. Mi padre está orgulloso por algo que no hice. Y muero de miedo. Solo quería que lo supieras, nada más.- expresé hablando atropelladamente, quería decir tanto y tan poco a la vez que solamente dejé que mi lengua se moviera a su antojo dentro de mi boca dando a mis cuerdas vocales la ayuda necesaria.
- Está bien. Me gustan tus impulsos.- dijo riendo muy agudo. A mi también me causó gracia, yo los disfrutaba también.
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Es Mejor Si Lo Haces Tu
RomanceFrank Iero es un chico cerrado y aún virgen a sus 17 años lo cual no es bien visto por su padre, quien lo llevará a un cabaret donde perdería "su condición". Frank no está de acuerdo pero lo que no sabe es que se encontrará con el dueño del lugar, u...