10 años más tarde
Respiré profundamente para intentar calmarme en un día que sería el mejor día de mi vida. Me miré al espejo y en él me vi, por primera vez, desde las ocho de la mañana, estaba perfecta, nunca en mi vida había estado tan orgullosa de ser yo misma. Me hice un chequeo completo, los tacones los tenía puestos, el imponente vestido de novia, puesto y sin una arruga, me paré al ver el anillo que me dio Nate cuando me pidió matrimonio, era precioso, tenía una esmeralda en el centro con forma redonda, y alrededor de ella se encontraban una serie de pequeños diamantes que la rodeaban. Lo toqué y me puse a jugar con el mientras pensaba en el día en el que mi vida cambió por completo, el día en el que dije si Nate, me casaré contigo, ese día me di cuenta que Nate me bajaría el cielo si hacía falta.
- ¿Cómo está la novia? Quedan solo unos minutos para que empiece la boda - me anunció Ashley desde la puerta de la habitación.
Al ver que no contestaba se vino hacia mí y me puso una mano en el hombro.
- Bueno, estoy un poco nerviosa, pero se que todo irá sobre ruedas, él dirá si quiero, yo diré si quiero y después iremos al banquete donde comeremos hasta hartarnos y bailaremos hasta que nos duelan los pies.
Ashley me sonrió, ella ya sabía lo que se sentía en una boda, lo vivió hacía un año con un tal Luis, lo conoció en nuestro segundo año de universidad y antes de que lo terminásemos ya eran novios, yo no lo conocía tanto como ella a Nate, pero igualmente me parecía el chico perfecto para ella.
- He pasado antes por la habitación de Nate, y me ha dicho que te diga que estas preciosa.
- Pero si él no me ha visto todavía - le dije extrañada pero a la vez sonrojada por el cumplido.
- Ya, me dijo que eso era lo que dirías, pero también me pidió que te contestara que daba igual como estuvieras, para el estarías hermosa.
Se me saltaron las lágrimas, todas las dudas que tenía debido a los nervios se disiparon en el segundo después de que dijese esa frase, ahora solo quería salir al altar nada más para verle y decirle que lo amaba con toda mi alma. Me sobresaltó una música procedente de fuera.
- Me voy a sentar, en unos segundos estará tu padre aquí para llevarte fuera, no estés nerviosa, tu verás que todo irá sobre ruedas - y antes de irse se alisó el vestido.
En efecto a los pocos segundos de que ella se fuera llegó mi padre, que al verlo en la puerta por poco no se me saltaban las lágrimas, me miraba con una sonrisa que desprendía tanto orgullo que quise parar el tiempo y hacerle una foto para tenerla conmigo el resto de mi vida.
- Vamos cariño, ya es la hora - y con esas palabras le tomé del brazo y fuimos caminando lentamente hacia un altar.
Detrás mía se encontraban mis apreciados sobrinos cogiendo la cola de mi vestido, eran Sara y Alex, tan arreglados que parecían unos novios en miniatura, les sonreí al ver que me miraban sonriendo. Respiré hondo antes de andar entre la gente por un camino que me conduciría a una nueva etapa de mi vida, totalmente desconocida para mí y para Nate, pero sabía que pasara lo que pasara sería feliz teniéndole a él a mi lado.
Levanté la mirada y por un momento me quedé sin aire, Nate estaba sencillamente perfecto, su pelo le brillaba, su cara me miraba llena de felicidad, el esmoquin le quedaba como anillo al dedo, y su mirada me caló en lo más hondo, cuando llegué donde estaba él acerqué mi boca a su oído y le dije.
- Tu también estás hermoso - esa frase hizo que se tuviera que poner la mano en la boca para no soltar una carcajada. Cuando empezamos a escuchar al cura hablar Nate se giró hacia mí y me guiñó un ojo con suficiencia como hacía siempre que me veía, no había cambiado en todos estos años, seguía siendo el mismo, a excepción de que unos minutos más tarde sería mi marido y estaba que irradiaba felicidad. Y allí, cogidos de las manos y rodeados de toda la gente que nos quería dijimos el si quiero, y al fin fuimos marido y mujer.
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10 años más tarde
Sentados en la mesa del jardín esperábamos a nuestros invitados, ese día nuestra hija Cloe cumplía cinco años, lo teníamos todo preparado, había globos por todas partes, el jardín tenía una mesa larga llena de comida, y en la cocina había una tarta de Blancanieves puesto que la niña tenía una pequeña obsesión con esa princesa, siempre se disfrazaba de ella en carnavales, y el cuarto lo tenía lleno de muñecas, pero con la que le gustaba jugar más era con esa princesa. Sonreí con orgullo, porque a mí también me encantaba esa princesa cuando tenía su edad.
El timbre de la casa sonó, y poco a poco fueron entrando los invitados, primero llegaron mi hermano y su mujer con sus mellizos, un niño y una niña, los dos rubios con los ojos azules, tenían ya 15 años, y los dos eran guapísimos. Detrás de ellos llegaron Elena y Adam, con su hijo de un año, a Elena le dí dos besos, pero cuando vi a Adam me lancé a sus brazos, no lo veía desde hacía más o menos dos años, ya que tuvo que volver a California por asuntos familiares. Después de decirle cuánto le había echado de menos llegaron Ashley y su marido, pero ellos no tenían un hijo, no les iban ese rollo de tener hijos, pero con los míos se comportaba a veces como si ella fuese su madre en vez de yo. Y por último llegaron amigos de Cloe y de David, que era el mayor, ya tenía siete años, y miraba a su hermana como si fuera la persona más importante de su vida, y me reí por dentro al pensar en las futuras discusiones entre los dos hermanos por los novios de Cloe, ya que con su pelo azabache y sus ojos verdes iba a encandilar a todo el mundo.
- ¿Te imaginarías todo esto hace unos años? - me preguntó Ashley con Cloe en sus piernas.
- La verdad es que nunca imaginaría hace veinte años que hoy estaríamos todos aquí, como si no hubiesen pasado esos años y estuviéramos todavía en la universidad.
A veces Nate me preguntaba sobre el destino, y yo no sabía que responder, no sabía si creía en el destino, en las casualidades o en la vida misma, pero mirando a mi alrededor en ese momento me dí cuenta de que nada de eso importaba, que el destino y las casualidades se fuesen por el desagüe, porque con ellos en mi vida no necesitaba nada más.
FIN
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Bueno, hemos llegado al final, y no puedo estar más triste de ello, la vida de Kate era una vida que yo había creado, que se que vivirá siempre en este libro, en vuestras mentes y en mi corazón, pero sé que no será la única porque amo escribir y estoy haciendo otro libro a parte.
Subiré el primer capítulo el tres de agosto, a partir de este momento todos los miércoles subiré capítulo y si alguna semana tengo algún problema os lo diré y lo subiré más tarde, pero solo me voy a permitir tener un día o dos de margen, porque sé que muchas de las que empezaron leyendo el libro lo dejaron porque cuando tenía exámenes estaba sin escribir como un mes, pero os prometo que a partir de ahora no os moriréis esperando capítulo.
Muchas gracias a todas las personas que me leen, a las que a pesar de todo han llegado hasta el último capítulo, y si os ha gustado el libro me alegra mucho, gracias a vosotras habéis hecho que escriba con ganas y emoción, pero sobre todo tengo que darles las gracias a mi amiga Julia porque fue ella la que me dijo que subiera el libro a Wattpad, sin ella no hubiera conseguido llegar hasta este final, y también darle las gracias a Andrea porque me daba ideas cuando me quedaba en blanco. También muchas gracias a mis otros amigos y a mi familia por hacer mi vida mejor.
Muchas gracias por todo, nos vemos en mi siguiente libro. Besos.
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Las casualidades, ¿existen?
JugendliteraturKate, una chica normal, pelo y ojos marrones, alta, no estaba todo lo delgada que ella quisiera, pero no se deprimía por ello, nunca había salido fuera de la ciudad sin sus padres , y ahora se encontraba en California, sin nadie de su familia cerca...