Cuando Harry ingreso al salón donde todos los reyes y condes que llegaban desde muy lejos esperaban, todos se inclinaron ante el mismo príncipe de Inglaterra. El rizado sonrió, comenzando a saludar a amigos de sus padres, reyes de los distintos países de Europa, princesas que le sonreían coquetamente aun sabiendo que el propósito de aquella reunión era que el futuro rey de Inglaterra conociera a su prometida, o eso era lo que tenían en mente sus padres.
No hace mucho que Harry había cumplido los veintidós años de edad, edad suficiente para ir consiguiéndole una mujer, una futura reina para que Harry sea un rey completo. Aun cuando el rizado se negaba a comprometerse solo por la corona, sus padres ya tenían en mente a una chica, hija de un conde de alta posición, muy bonita y de encantador porte.
-¡Príncipe Harry! –La voz salió desde lo más lejano del salón, mientras que algunos giraron al igual que el rizado, observando como un grupo de muchachos sonreían.
Harry se disculpó con las damas con las que hablaba y se dirigió casi corriendo a donde estaban sus amigos. Sonreía con cada paso que daba y es que no había visto hace mucho a sus amigos, aquellos con los cuales creció y puede confiar. Apenas llegó hasta ellos, los dos chicos lo saludaron con abrazos y besos, sin necesidad de inclinarse ante él.
-¿Cómo han estado muchachos? –Pregunto el rizado, mientras que le pedía a uno de los mozos cercanos traer una rueda de vino para ellos.
-Muy bien, sabes que mis padres solo se enfocan en mis hermanas, consiguiéndole maridos a cada una de ellas. –Levanto los hombros Payne, recibiendo de un mozo una copa de vino.
-Yo solo disfrutare de la vida hasta cumplir la edad para que mis padres ya me estén consiguiendo novia. –Ríe Niall, tomando un gran trago de licor.
-Ni me lo digan amigos, ni me lo digan.
Era algo difícil para Harry conseguir una reina, y no porque aún creía ser muy joven y no estar aún apto para la corona, sino que había un problema más grande que lo atormentaba a él y a su madre (aparte de sus amigos) y es que el próximo rey de Inglaterra, hijo único de Dess Styles III y Anee Cox, era gay.
Sí, gay. Y aunque estemos en el siglo veintiuno, y las reglas se hayan modificado para que el rey pueda también gobernar solo, nunca hubo un rey gay, ni uno soltero. Conociendo también a su padre, quien no sabía aun de sus gustos, aplicaba las leyes antiguas, por eso la búsqueda de una princesa para Harry era constante y activa. En cada fiesta que había, una nueva chica aparecía del brazo de su padre, con la única intención de poder gustarle al príncipe Harry, pero todo siempre era, conocerla, pasar el rato con ella durante la fiesta, y nunca más volver a verla al final de la velada.
Y Harry tenía planeado que sea igual en esta.
Los tres chicos conversaban de todo lo que se habían perdido de la vida del otro, mientras que en ocasiones Harry saluda a algunas personas que se acercaban a él para un grato apretón de mano.
Ya eran las nueve de la noche cuando su padre aparece a su lado con una hermosa chica. Harry se inclina, observando como su padre le sonreía y levantaba las cejas.
-Hijo mío. –Saluda Dess. –Harry, querido, ella es Lottie Tomlinson, hija del conde Dustin. ¿Te acuerdas de él, verdad?
Harry no pudo evitar echar un vistazo a su madre, quien le sonrió para que le siguiera la corriente a su padre, como siempre.
-Lo recuerdo muy bien, padre. –Mira a la rubia a un lado de él. –Un gusto conocerla, señorita Lottie. –Toma de su mano y le da un beso en ella, ocasionando que la chica se sonrojara.