Había comenzado a jugar y pintar con los papeles blancos que se hallaban en la mesa de centro de la hermosa casa. El menor tomo plumones y colores para comenzar a dibujar lo que se le venía en gana en ellas. Con trazos de colores pudo dibujarse a él mismo de la mano de su novio Harry. Sabía que aquella semana había sido duras para el mayor, quien al tener que dirigir una enorme empresa, el cansancio era mucho más grande.
Louis lo entendía, lo que no podía entender a sus cortos quince años era saber que su alfa se comportaba malditamente mal con él. Louis podía oler el enojo de Harry cada vez que él decía una tontería o le pedía que le contara un cuento antes de dormir como siempre lo hizo, o desde hace un año cuando se conocieron.
El pequeño de la familia Tomlinson era un omega de baja estatura y cuerpo y actitud femenina. Harry era amigo de Lottie, su hermana mayor. Cuando Louis conoció al rizado en una de las tantas reuniones de la alfa mayor en su casa, no pudo dejar de sentir ese cosquilleo en su estómago, las mejillas rosas y la mirada perdida en tan radiantes ojos verdes. Era así como su madre le había dicho que se sentiría al conocer algún día a su alfa, a la otra mitad de su alma.
Claro que Harry también lo sintió y toda la maldita reunión apestaba a feromonas ese día. Después de ese embarazoso momento, el rizado de ojos verdes se aparecía todos los días en casa de los Tomlinson, celando a Louis cuando traía un amigo a casa o recogiéndolo del colegio. Cuando se hicieron novios, cinco meses después de intenso labor ya que Dan, padre de Louis, no permitía que el alfa se tomara muy apecho eso de convertirlo en su omega, pero ya no pudo impedírselo más cuando sabía que ellos habían nacido para estar juntos.
El pequeño se ojos azules comenzó a vivir con Harry después de cumplir los quince años, cuando el celo del Louis había sido calmado por primera vez por un alfa. No vivía del todo en la casa del rizado, pero si pasaba semanas ahí con tal de estar cerca de su alfa. Solo que estos días, habían sido distintos.
Harry llegaba cansado de trabajar, estresado por todo y enojado con todos. Louis solo se limitaba a saludarlo con un beso en la mejilla después de aquel día cuando quiso abrazar a Harry después de un día sin verlo y este lo único que hiso fue ponerlo a un lado y dirigirse a su habitación, con un fuerte "no tengo hambre" luego de ver la mesa llena de comida preparada por Louis.
El omega lloro hasta quedarse dormido en el sofá de la sala.
Comprendía muy bien al alfa. Ellos se estresaban muy rápido y se olvidaban de todo cuando lo hacían. Se volvían impulsivos y toscos, bruscos. Pero nunca había visto que uno se desquitara con su omega, porque eso era lo que hacía Harry, desquitarse con él. Aun cuando no era su omega oficialmente.
El pequeño levanto los hombros y le restó importancia, porque él amaba a Harry con su corazón y no podía pensar mal de su alfa y ser un mal omega. Así que suspiro y siguió con lo suyo.
A las cinco de la tarde, la puerta de entrada se abrió, pero Louis no la había escuchado al estar con su reproductor a un lado escuchando música. Pasos fuertes y cansados se escuchaban en todo el departamento y Louis pudo oler el amargo olor de su alfa (que había cambiado drásticamente de menta dulce a tabaco y un olor extraño que el pequeño Louis aún no descifraba que era)
Harry apareció en la sala, con los botones de la camisa sueltos y la corbata en la mano al igual que la americana. Dejo todo en el sofá, y suspiro, estirándose y dejando sonar los huesos de su espalda. Louis observo a su novio con ojos tristes y asustados, esperando la próxima acción de Harry, quién aún se mantenía callado. El reproductor y la música habían sido apagados minutos antes.