Harry lo observo desde lejos. El castaño sonreía mientras hablaba con sus amigos. Su rostro era belleza pura, un ángel en la tierra perdido lleno de pureza. Pureza que ponía como mierda al rizado. Había algo en ese ángel que llamaba la atención del rizado, podría ser su sonrisa o su cabello, sus labios o sus ojos, su cuerpo o la manera tan dulce que le hablaba a todo el mundo. El mundo no se merecía a tan hermoso ser, pero ahí estaba, sentado en la cafetería del colegio riendo de sabe Dios qué con sus dos mejores amigos, saludando de vez en cuando a las personas a su alrededor, llenando con una simple sonrisa toda la habitación llena de demonios.-¿Lo vas a invitar? -La voz de su amigo suena a su lado, llamando su atención y distrayéndolo del acto de ver al castaño simplemente parpadear.
-¿Tu crees que acepte? -Pregunto con algo de duda.
-Oh por favor. -Rio Liam, empujando con su hombro el cuerpo del rizado. -Los dos se mueren el uno por el otro y no son capaces de hacer algo. -Bajo la mirada poniendo un brazo sobre su amigo. -Hazle caso a tu capitán, yo siempre tengo la razón.
Y quizá eso era muy cierto, Liam nunca fallaba con lo que decía, por eso la banda de capitán en su brazo cada vez que jugaban los hacía sentir orgullosos.
Liam caminó entre los cuerpo de los estudiantes, algunos saludándolo con la mano o gritando su nombre y una que otra chica acariciando sus brazos mientras que un suave "Capi" salían de sus labios pintados. Aun así Liam solo les sonreía, moviéndose incomodo de ellas y llegando hasta la mesa donde los tres chicos que hablaban animadamente, tomando asiento al lado de un moreno de ojos hermoso, que apenas lo vio, salto encima de él sonriendo.
Harry moría de envidia, porque Liam y Zayn era la pareja más hermosa de toda la escuela y él quería ese lugar con el niño lindo que volteaba a mirarlo cuando Liam le dijo algo.
La mirada de Louis choco con la de él a lo lejos. Sus ojos azules se pusieron chinos por la sonrisa grande que le mando y Harry no supo en que momento sus pies comenzaron a mover por la misma dirección que Liam, ignorando a la mayoría de saludos –no por ser un maldito, sino que Louis seguía mirándolo.
-Lou. -Susurro, maldiciendo por ponerse tan nervioso a la vista de ese hermoso niño que reía.
-Hazz.
Apodos estúpidos que Harry no soportaba al comienzo, hasta que Louis le confeso que amaba llamarlo así. Y quizá, el rizado comenzó a amar ese apodo desde ese aquel día, pero solo un poco.
No sabía que había pasado con él. Harry era un idiota de pies a cabeza. Siempre lo fue. Vivió toda su vida con su padre, de quién era el orgullo por pertenecer al equipo de Rugby en la secundaria y ser un chico cazador, como decía su padre. Su madre había muerto años atrás de un cáncer terminal que dejo devastado a su padre, pero encontró apoyo en el alcohol, el dinero, los lujos, el sexo y lo más importante en su vida, Harry, quién era el reflejo vivo de su madre.
Y así era Styles, conocido por todos y temido por algunos. El poder que tenía en esa escuela era gracias al dinero que poseía y el consideraba tener poder absoluto en todos. O eso pensaba hasta que cierto niño de ojos azules, despistado y con una sonrisa enorme como el sol, se interpuso en su camino el primero día del ultimo año de clase. Bajito, cabello castaño, ojos azules y cuerpo de infarto.
Louis Tomlinson había llegado de intercambio a la escuela y fue el único, en la vida, en llamarlo "idiota" después de que él lo empujara levemente contra los casilleros.
Para Harry, el castaño fue su perdición desde el primer momento en que lo vio.
Y lo sigue siendo.