Las horas no poseían minutos.
Los minutos sin segundos perseguían al tiempo.
Tiempo que no dejaba de cambiar. Las susurrantes voces avisaban que el plazo se agotaba, que ya no quedaban días libres, exentos de su pensar, de su imaginar.
Doce horas viéndote y las otras doce soñándote.
Quién diría que las cosas surgirían así cuándo hace mucho el miedo había carcomido las esperanzas.
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Sabanas Negras Y Una Almohada Roja ©
PoesiaLa poesía forma parte de mí. Espero que éste poemario haga que también forme parte de ti.