Cap.01-Cuando los Mundos Chocan

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Jerusalén

A través de las calles estrechas, seguido de una multitud, va caminando un criminal condenado al máximo de los castigos.

Su nombre: Jesús.

Su delito: Llamarse a sí mismo el Hijo de Dios.

Hay va, cargando una pesada cruz de madera, allí va, en medio de gritos, blasfemas, llantos, se diría que carga el peso del mundo, se diría que sufre toda la agonía que pueda dar la humanidad.

Entre la muchedumbre una figura lo sigue, no vemos su rostro, solo dos llameantes ojos rojos.

Tras un tortuoso camino el condenado llega a la cima del Monte Sinai y ante el público asombrado es clavado a la cruz que cargaba y levantado en la cima, al lado de dos criminales más, la figura de los ojos de fuego no le quita la vista de encima, su mirada revela pavor cuando Jesús, alzando la mirada a los cielos, exclama:

-Padre... ¿Por qué me has abandonado?

La tierra tiembla, estalla la tormenta...y la figura misteriosa desaparece del lugar.

Jerusalén, 1° de Enero de 2010.

La ciudad santa, la populosa Jerusalén donde tres religiones convergen, donde tres dioses de igual identidad tienen los focos de su fe, tierra de Dios, Ala y Yahve.

Tres sujetos envueltos con turbantes y las prendas tradicionales discuten en un puesto de bebidas, se siente en el lugar y el ambiente el espíritu de un nuevo año que inicia.

-Oigan- dice uno mirando algo afuera- miren allá.

Los otros dos dirigen la vista hacia donde mira su compañero, en la esquina de la calle opuesta estaba parado alguien comiendo un pincho de carne y con la mirada fija hacia su dirección.

¡Pero qué clase de alguien!, difícilmente se podría imaginarse a sujeto más fuera de lugar que aquel, a primera vista resultaba difícil saber si era hombre o mujer, tenía unos estremecedores ojos rojos y los labios pintados de negro, lucia camiseta purpura sin mangas y cruzada de cintas negras, cabello negro montado sobre un alocado e imposible peinado sostenido con un broche de estrella de seis puntas igual a la que le sujetaba un largo cinturón acabado en una punta acerada, pantalones rojos muy largos que tapaban un poco sus pies de modo que no se sabía si traía zapatos o estaba descalzo, complementaban su vestuario y aspecto dos brazaletes de oro, pendientes negros de media luna, un tatuaje de serpiente enroscado en su brazo derecho y una gargantilla con el numero 666.

Si bien el extraño no miraba específicamente a ninguno de ellos su presencia empezaba a ponerlos nerviosos, decidiéndose a hacer algo los tres se levantaron y cruzaron la calle, se posicionaron dos a los lados del sujeto y uno a sus espaldas, el tipo no se movió, se quedo allí quieto con la punta del palito de la carne ya limpio en su boca y al parecer ajeno a lo que se le venía.

-¿Qué tanto nos miras?- dijo el que estaba a su izquierda.

-¿Quieres algo con nosotros, eh?- dijo el de la derecha.

-¡Responde, marica!- dijo el de atrás empujándolo un poco.

Con esto el extraño reacciona, se endereza un poco y con calma saca el palito de su boca, la punta esta afilada y chamuscada.

-Uno- dijo con voz neutra, tan andrógina como él y en un movimiento relámpago enterró el palo de madera en la frente del primer sujeto- no los estaba viendo, Dos- y antes de que el de la derecha reaccionara saco el palo del primero y lo blandió con rapidez cortando el cuello del segundo- no quiero nada con ustedes y Tres...

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