Cap.20-Ángeles y Demonios

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Pasaron unas semanas sin mayor novedad, los arcángeles salían en grupos de dos, tres o todos juntos a horas fijas para mantener vigilado a Emanuel, sería cosa de Demian pero desde su llegada no habían dejado la ciudad, mejor para ellos, no tendrían que estarse trasladando.

Resulto que la iglesia fue más visible de lo esperado en aquel barrio pobre lleno de gente necesitada, después de un tiempo los que veían un edificio terminaban por ver todo el conjunto asique lo que primero se destaco fue la enfermería, un día muy de mañana Rafael salió silbando y clavo un letrero afuera diciendo que daba atención gratuita, al siguiente habían unas quince personas esperando a la puerta y con sus dones podía hacer milagros por esas personas asique se fue popularizando.

Luego de que la enfermería se hiciera común y nadie se preguntara de donde había salido la gente sana empezó a ver la iglesia...varios volvieron al médico a ver si no alucinaban y ya sabiendo que no pero aun sin una respuesta convincente Miguel pudo dar sus sermones a las seis con una creciente congregación, cuando apareció el patio de juego ya todos estaban curados de espanto, Gabriel convenció a Lilian de montar una especie de guardería para que los niños pudieran jugar allí y ella estuvo de acuerdo, de esa manera sentía que pagaba el hospedaje que le daban y era una bendición no tener que volver a las calles.

Lo que si tardo en aparecer (humanidad decadente) fue la biblioteca, Uriel de hecho forzaba con limites propios esa ceguera porque no quería ver a extraños metidos en su territorio, era partidario de difundir el conocimiento pero no con gente que creía que una biblioteca era como una compra y venta de revistas a lo grande, al final cuando ya no podía seguir fingiendo demencia cada vez que alguien le preguntaba si era cierto que había una biblioteca tuvo que conceder, tardo cinco días preparando un sistema de vales que le aseguraba que no le robaran los libros y abrió las puertas al público.

-"Marchando ya...los santos van..."-Miguel tarareaba mientras alistaba el altar mayor para la misa de esa noche, faltaban un par de horas pero en eso si se concentraba- "los santos van...marchando ya...quiero cantar y verlos por siempre...porque ya marchando están..."

-Viejo, nunca te dediques al canto.

Miguel reacciono como si lo hubiera estado esperando, en un solo movimiento hizo aparecer su espada y la apunto al cuello de Belcebú pero no la enterró, solo quería ponerlo a distancia, el enorme demonio sonrió con suficiencia.

-Eres muy osado al entrar a la casa de mi Padre.

-¿Y me lo dice quien empuña un arma en ella?, Tregua de Dios, ¿recuerdas?

La Tregua de Dios era un acuerdo establecido hacia siglos que declaraba a todas las iglesias y sitios sagrados como zonas de No Violencia, en su época, criminales y personas perseguidas podían hallar un refugio seguro pues el mal no entraba allí y no estaba permitido, Miguel desapareció su arma pero no su actitud defensiva.

-Lo que sea que vengas a hacer hazlo ya y luego lárgate.

-¿Qué?, ¿Tan mal nos llevamos, angelito?, no llamas, no escribes y ahora me hechas, que malo eres...

-Hermano, ¿estas...?- Rafael apareció por un lado y vio a Belcebú, con o sin disfraz lo reconoció- D: ¡Hermano!, ¿Qué hace él aquí?

-Eso mismo me estaba preguntando- dijo Uriel llegando por otra puerta.

-Belcebú ya se iba... ¿Verdad?

-Bueno, bueno, pero eres un amargado- dio la vuelta y camino a la salida con Miguel y los otros pisándole los talones- solo quiero decirles que no se confíen demasiado, el Amo no está solo y si le ponen una mano encima yo voy a ponerme encima de ustedes, ¿si, entiendes?, además no vengo solo.

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