Cap.39-El Arrebato

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-El problema con las escrituras es que dejamos a los humanos el trabajo de querer entenderlas.

Uriel abrió la bóveda adjunta a la biblioteca y entro precedido de los otros arcángeles, en la Tierra las cosas degeneraban, con vertiginosa rapidez se había desatado una guerra mundial que nada tenía que ver con el apocalipsis inminente, pandemias se extendían aprovechando los campos llenos de muertos, la hambruna estaba a la orden del día, en los océanos había aparecido un animal de dimensiones inconcebibles que estaña exterminando la vida en el mar y otra criatura no menos siniestra causaba caos sobre la tierra.

-No podemos esperar de ellos que asimilen la realidad o que separen lo que consideran ficción, ni siquiera podemos confiar en sus traducciones, escribieron que el arrebatamiento se daría siete años antes del fin y en realidad hablábamos de semanas-pasaron frente a una puerta llena de cerrojos y el único que no se alejo instintivamente de ella fue Uriel, adentro estaba la llave del Infierno-para empeorar las cosas, desde que Jesús y Lucifer decidieron mandar de paseo los protocolos todo lo que dábamos por sentado vale menos exactamente cero-llegaron entonces a otra puerta, al abrir estaban en la cámara donde se guardaban las siete trompetas doradas pero el pedestal solo contenía cuatro.

-¿Qué le hicieron a Mammon por robar las otras tres?-pregunto Raguel.

-Padre lo metió en una burbuja.

-Como ya dije, lo que estaba escrito ha dejado de tener valor, nos faltan tres trompetas, Azrael era el séptimo arcángel y está muerto, esto es lo que nos queda.

-Un inconveniente menor-dijo Miguel-Raguel y Remiel son en parte responsables del robo asique ustedes se quedan aquí, nosotros tomaremos las trompetas y efectuaremos el arrebato.

Cada quien tomo una trompeta y se dividieron pro los cuatro puntos cardinales, al clamor de los instrumentos las almas elegidas atenderían al llamado dejando la Tierra, abandonando sus cuerpos; Miguel se detuvo en occidente y desde las alturas miro que el mundo ardía, aquel que llamaban Anticristo había llevado locura y muerte a las masas enardecidas, toco su trompeta y cientos de luces se elevaron a los cielos, le entristeció que fueran tan pocos pero una de las luces dio una vuelta en torno suyo antes de subir.

-:) Sara...que Dios te tenga en su santa gloria...

De pronto lo sintió, el mismo golpe de lucidez fatídica que tenía cuando Belcebú estaba cerca, venia del incendio y no pudo resistir ir a mirar, desde que descubriera su conexión con el demonio estaba ansioso por enfrentarle asique desenvaino la espada y bajo a Tierra pero no encontró a Belcebú, entre las llamas destacaba una silueta oscura similar a él mismo.

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Rafael se dirigió al Europa, al tocar su trompeta pudo aliviar la dolorosa atmosfera de sufrimiento a su alrededor, tenía que irse pero su alma de samaritano le empujo a buscar necesitados, reparo en un grupo de gente que caminaba rápidamente, estaban sanos pero huían, igual que en tiempos de la peste negra, se alejaban al campo para escapar del flagelo en las ciudades.

Cuando iban entre dos edificio algo paso, sin aviso, sin razón, empezaron a caer como moscas, Rafael preparo su arco y busco el origen de aquel ataque invisible, encontró al arquero en el edificio de al lado y se apuntaron al mismo tiempo, Peste parecía haberle estado esperando, sus flechas envenenadas estaban cebadas en sangre inocente.

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Uriel hizo sonar su trompeta en los campos de Oriente y miles de almas subieron a los cielos, tristemente ni eso acallo el estruendo de los cañones y las armas que a la distancia combatían, la guerra era una locura que se sustentaba a sí misma.

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