Cap.03-¡Ole Satán!

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Pamplona, España, 25 de Enero de 2010.

Después de casi 20 días con Demian, Emanuel tenía que aceptar un hecho claro: El león no es como lo pintan...y el diablo menos.

Siendo francos la verdad aquellos dos casi no se habían tratado hasta entonces, la primera vez que sus caminos se cruzaron fue cuando Emanuel estaba haciendo ayuno en el desierto y el otro apareció como una sombra funesta (nada que ver con el de ahora) para tentarlo, no hubo golpes ni cataclismos, fue un duelo de insultos y tras ganar con todas las de la ley Emanuel no volvió a ver a Demian de frente y menos a cruzar palabra con él, no obstante las oportunidades no le habían faltado.

Poco después de que subiera al cielo lo habían mandado al infierno en su primer trabajo serio a recoger algunas almas atrapadas en el limbo y que estaban allí no precisamente porque fueran malas sino porque cuando murieron no se había inventado el bautismo y sin eso no se entraba al cielo (Algo muy absurdo, razonaba Demian, pues excluía a casi la mitad de las religiones y a una cantidad mayor de personas...Emanuel otra vez le tuvo que dar la razón), en aquella ocasión el diablo no había dado la cara y según le dijeron no se encontraba presente.

Unos años después descubrió con cierto asombro que Demian solía visitar el cielo de tanto en tanto, era siempre por negocios, se apersonaba sin aviso y se iba derecho y sin saludar a nadie hasta el trono de Dios a discutir cuestiones del momento, tan rápido como llegaba se iba pero algún tipo de aviso debía de haber pues tras un tiempo Emanuel se percato consternado que cada que Demian llegaba a él, que siempre estaba a la derecha del trono de su padre, lo mandaban a otra parte, como si no quisieran que los hermanos se vieran; en una ocasión andaba casualmente por el jardín buscando unas flores que de pronto se le habían antojado a su madre cuando vio para el palacio y lo vio, subiendo la escalera con prisa y la vista siempre al frente, con varios planos bajo el brazo junto a una fusta de cuero, obviamente tenía que ser él pues descollaba con cualquier ángel o santo pero su aspecto era por completo distinto a la figura oscura que había conocido y aun más diferente al aspecto estrambótico actual.

En esa ocasión que lo vio de lejos vestía como un apuesto mariscal de campo Alemán, uniforme completo, la gorra cubriendo un cabello corto y negro perfectamente arreglado y sombreando un poco sus ojos rojos, sin adornos o lentejuelas, era la imagen de lo correcto, serio y profesional...militarmente hablando, luego le explicarían que tenía el habito de cambiar de aspecto de acuerdo a dictados negativos y algo adelantados de la época, lo que se consideraría una mala imagen por la mayoría en el futuro le quedaría bien para asustar pecadores, en aquel entonces estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, obviamente la imagen del soldado Alemán seria pronto despreciada; descubrió por unos amigos que el motivo de su visita era solicitar una prórroga para cerrar el Infierno un año ya que vaticinaba (como luego se supo era correcto) que la nueva guerra traería un aluvión de almas, casi todas inocentes que engrosarían las filas del cielo pero también habría un buen caudal de pecadores y los criminales responsables de la futura matanza para los que necesitaba preparar lugares de tormento especial.

Se le concedió un plazo y a falta de demonios la bendita guerra estuvo estancada un año pero luego se cumplió con todas sus terribles consecuencias.

En aquellos 19 días tras sellar su pacto había ido conociéndolo mejor.

La primera semana fue terrible pues Demian, aun eufórico por su triunfo, no paraba de molestarle y su emoción por librarse de la clausula de no interferencia lo habían llevado a causar varios desastres nuevos e impactantes, luego el trabajo se impuso y empezaron a acostumbrarse a estar siempre uno al lado del otro...por decirlo de algún modo, Demian siempre se estaba moviendo, siempre iba de un lado y de pronto y sin aviso agarraba para otro, era imprevisible y a pesar de que Emanuel era el rápido le costaba seguirlo, los mayores problemas venían los domingos.

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