Capítulo 1. "El principio."

1K 23 3
                                    



Durante las primaveras, Jack Frost se pasaba la mayor parte del tiempo visitando distintos lugares del mundo, sin rumbo definido, hasta que un día llegó a Arendelle, donde vivía una persona muy parecida a él. Su nombre era Elsa, princesa de Arendelle. Jack y ella compartían los mismos poderes de hielo y el sentimiento de incomprensión; no es fácil aceptar que alguien es diferente, pero cuando dos "diferentes" se conocen las cosas ya no son tan malas.

Cuando Jack conoció a Elsa, ella tenía tan solo cinco años. Él no solo se sorprendió por sus poderes, idénticos a los suyos, sino porque ella lo podía ver claramente. Jack solía sentirse muy solitario porque las personas que no creían en él, por lo cual no podían verlo, pero ¡ella si pudo! Ella era diferente al resto de las personas, ella parecía comprenderlo todo con sus grandes ojos atentos, ella de alguna manera le recordaba el sentimiento de estar vivo. Desde ese entonces se hicieron grandes amigos, pero en secreto, porque como solo ella lo podía ver, no querían que los demás creyeran que Elsa se había vuelto loca.

Los años pasaron, y los poderes de Elsa fueron aumentando y ella ya no era capaz de controlarlos, eran demasiado fuertes para ella sola. En cuanto a Jack, desapareció y dejó de ir a visitar a su pequeña amiga de grandes ojos celestes. Elsa se sintió completamente destrozada por perder a su amigo, el único que realmente llegaba a comprenderla, el único que la podía ayudar a controlar todo el asunto de los poderes. Él nunca volvió y ella se fue olvidando poco a poco de él.

La vida siguió su curso, a pesar de todo; Elsa cumplió la mayoría de edad para aceptar el cargo de ser reina de Arendelle ya que sus padres habían fallecido tres años antes. Luego, su vida toma giros inesperados. Su secreto mayor guardado es revelado y gracias a ello, su Reino entero estuvo en peligro. Incluso, por accidente, congeló el corazón de su querida hermana. Hasta que un acto le enseñó que el amor verdadero es capaz de descongelar un corazón helado. O bueno, eso había interpretado. A demás de su hermana, ¿qué iba a saber Elsa de amor verdadero? No es que los hombres hiciesen fila para conocerla después de haber congelado Arendelle. Le agradecía a los cielos que aún era una Reina respetada.

Pero... Elsa no podía evitar pasar los días mirando lo felices y enamorados que estaban Kristoff y Anna juntos y sentirse... triste. Habían pasado meses desde que profesaron su amor, y la Reina trataba de consolarse por su soledad. A pesar de todo, la comprensión y el cariño de su hermana, ella se seguía sintiendo un monstruo, y como ella lo veía, nadie puede amar a un monstruo.
Hasta que un fatídico día decidió huir por un tiempo de su hogar para volver a su palacio de hielo en las montañas para poder estar a solas, a pesar de que más solitaria de lo que se sentía no podía estar. Pero su palacio había sido destrozado por una fuerte tormenta hacía tiempo ya, por lo cual tuvo que volver a construirlo -con sus poderes, claro estaba. Con toda la atención que le prestó a la reconstrucción de su palacio, no pudo distinguir a Jack, su viejo amigo de la infancia, que la había visto a lo lejos y la estaba siguiendo.

Su sonrisa, ya de por sí traviesa, se intensificó aún más. Jack había volado por horas, gritándole a los vientos lo emocionado que estaba. Esa misma tarde, luego de horas trabajando para llevarle diversión a los niños del mundo en época invernal, recibió la noticia de que había sido designado como Guardián protector por el Espíritu más importante y poderoso de todos: Hombre de la Luna. Claramente, él lo puede ver y saber todo, por lo que por obvias razones, Jack iba a ser perfecto para su puesto. No cualquier Guardián obtiene ese beneficio; cuidar a alguien quien puramente lo necesita, requiere de mucha responsabilidad aunque Frost no la tuviese. Eso mismo pensaban el resto de los Guardianes al darle las buenas nuevas a Jack y verlo salir volando hacia su destino con total alegría.

-¿Estás seguro de que podemos dejar que Jack sea Guardián de alguien? - Bunnymund, el Conejo de Pascuas, le decía a Norte con notable alarma en su voz. - ¡Me refiero a que siempre hecha todo a perder!

-Solo espero que ese muchacho no se meta en problemas. -suspiró Norte. A fin de cuentas, a todos les tocaba proteger, ser Guardián de alguien en casos especiales. Y Hombre de la Luna jamás se equivoca. Su barriga dio un vuelco, pero el Guardián barbudo no le dio importancia y continuó con sus labores.

¡Esto será grandioso! Jack no podría estar más regocijado al saber quién sería su protegida, la mismísima Reina de las Nieves. Había oído mucho sobre ella, pero sobretodo, la conocía, tenían cierta historia que iba a revivir. Y estaba ansioso por comenzar con su práctica. Voló a favor del viento por unas horas hasta que llegó a aquel lejano Reino. Pero su Reina no estaba allí. Según rumores que logró oír, se habría marchado en dirección a las montañas a Dios sabía dónde. No perdió un segundo en despegar y dirigirse hacia allí. Hasta que a la lejanía, vio un pequeño punto celeste que sobresalía de la nieve perenne que pintaba los picos de las montañas. Y allí estaba Elsa.

El corazón de Jack se aceleró, su emoción se elevó. Solo que había un posible problema; él pensaba que ella tal vez no lo podría ver, mientras flotaba a sus espaldas, viéndola trabajar silenciosa. Hacía mucho que no se veían, Elsa era ya toda una mujer - una muy bella - y era posible que ella haya dejado de creer en él, lo que implicaría un problema porque Jack resultaría invisible ante sus ojos. Suspiró, en un pequeño aliento a sí mismo, y se preparó para hacer su entrada.

Elsa ya había terminado de reconstruir su castillo y se encontraba en su interior cuando vio una sombra flotando a su espalda, y a la defensiva, con sus poderes a punto de disparar al intruso flotante, gritó:

-¡¿Quién anda ahí?!

-Elsa, ¿Es que ya no me reconoces?

Aquella voz inesperada que conocía su nombre - y era particular y lejanamente familiar - provocó en Elsa temor, e hizo que sus poderes reaccionaran a modo de defensa. Disparó filosos picos de hielo hacia la sombra sobre su cabeza que no podía distinguir, pero este los bloqueo con una barrera de hielo... ¡Hielo! ¿Cómo es que alguien más que ella podía tener poderes de hielo? Jack la miro desde las sombras, Elsa seguía sin recordarlo. Lentamente se movió para hacerse más visible a la luz que ingresaba por el techo de cristal. Elsa se sobresaltó al ver que era un chico el que flotaba, con cabello blanco e inconfundibles ojos azulados. Eran lo que más sobresaltaba de su tez blanca; casi se podía sentir la presión que ejercían al mirarla, eran penetrantes y con cierto brillo excitante.

-Tú... ¿Quién eres?

-Eh, eh... tranquila, no voy a hacerte daño. –Jack alzó sus manos en una clara señal de paz. Pero Elsa no pareció entenderlo, solo sentía temor.

-¿Quién eres? ¿Y cómo me encontraste?

-Yo te estaba, creí... creí que no podías verme más, pero al parecer sí puedes. - silbó con asombro para luego sonreírse de lado. - Ese es un gran avance.

-¿Cómo que verte otra vez? ¿De qué hablas? - Elsa no podía comprender la intrusión de aquel extraño hombre. - Aguarda, ¡todavía no me has dicho quién eres!

-Oh, sí, lo siento, que torpe. Mi nombre es Jack Frost. Soy un Guardián.

¿Y eso qué explica?

-¿Quién?

-El Guardián Jack Frost.

-¿Guardián? Pe-pero no entiendo ¿Por qué estás aquí? –Elsa tartamudeaba mientras trataba de no demostrar el miedo y la ansiedad que la recorría. Los cabellos de su nuca se erizaron.

-Es que yo... Bueno, es una larga historia. - suspiró.- Huh, ¿por dónde empezar? Yo... -No podía reunir las palabras para explicarle su propósito y recordarle quién era. Recordaba el consejo de los Guardianes; haz cualquier cosa para que tu protegido no se asuste, es mucho para asumir a la ligera. Sé demostrativo y simple.

Jack extendió su mano derecha hacia la joven blonda, formando un pequeño remolino de nieve azul en el centro de su palma, este mostraba un pequeño recuerdo de ellos dos riendo cuando Elsa era muy pequeña. Era un pequeño y frágil recuerdo de su corta amistad. Las partículas de nieve se agrupaban y desordenaban cambiando de recuerdo de a poco. Elsa no podía apartar la mirada de la mano de Jack, sin comprender del todo. Pero recordando.

-¿Jack? – su nombre brotó y escapó de sus labios.

-Huh... sí. El mismo. - gracias a Dios lo había entendido y no entró en pánico. Otro avance. - En fin, debes estar preguntándote qué hago aquí. – paró para mirarla; su rostro era la vívida imagen de la sorpresa. Dado que la boca de la chica seguía abierta, Jack tocó con delicadeza su barbilla y la cerró.

- Lo que vine a hacer es ayudarte a controlar tus poderes, he visto que tienes problemas con ello...

¿QUÉ? ¿Después de haber desaparecido, es eso por lo que regresa?

-¿E-Estás... Estás demente? - estalló - ¿Quién te dijo que necesitaba ayuda?

-Huh, bueno, esa también una larga historia. Al menos entre los Guardianes te conocemos como la Reina de las Nieves, por si eso no es bastante obvio. Y también conocemos las dificultades que has tenido y...

-¿La qué? N-No importa. - sacudió la cabeza. - Pues no sé que clase de información tienes... Jack. Pero no te necesito, ya los puedo controlar perfectamente desde hace tiempo. No necesito un guardia personal ni lecciones de magia. Gracias y puedes irte. - señaló la puerta con decisión para que fuese obvio que quería que se marchara.

-No, Elsa, no comprendes. En verdad debo ayudarte.

-¿Y quién eres tú para hacerlo? - no le podía caber en la cabeza la idea de él viniendo a sus dominios a decirle qué debía hacer. ¿Acaso no era libre de hacer lo que se le plazca, y más ahora que tenía control sobre sí misma y su magia?

-Soy tú Guardián. - se encogió de hombros.

Jelsa, Una Historia de Amor Verdadero (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora