XV - Diálogos

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Ha llegado el momento de que todo lo que hemos venido comentando tú y yo sea puesto bajo otra perspectiva; una que no sólo ampliará lo que ya has venido aprendiendo, sino que lo enriquecerá en gran medida. Como perspectiva que es, se trata de una nueva forma de ver  tu narración y el acto de narrar.

Desde el punto de vista tuyo, como autor, al escribir tu novela lo que haces es narrar por escrito, tal como se dijo en los primeros capítulos de este instructivo; es decir, tú cuentas la historia. Sin embargo, ya has visto la majadería con que insisto regularmente en referencia al punto de vista del lector. Sin embargo, ahora quiero que veamos todo esto desde un tercer punto de vista: el de un analista de novelas. Este es alguien que no actúa como autor ni como lector, aunque sea el autor y, obviamente, tenga que leer; por eso es una cuestión de perspectiva o punto de vista.

Según dicho enfoque, cuando tomas una novela puedes ver que el lector realiza una acción de la mayor importancia: OYE VOCES. Tú como autor, tienes una historia que contarle y para eso utilizas un NARRADOR (tal como ya viste en los capítulos anteriores dedicados al narrador y sus diferentes clases). En tal sentido, el narrador se materializa o se encarna (valga la metáfora) en una voz que será, en general, la voz principal, pues es la que cuenta la historia. Es esa voz la que, por principio, pones por escrito. De esta forma, al leer, el lector va «escuchando» la voz del narrador que le relata lo que quiere relatar.

Según sea el tipo de narrador que se elija así será cómo sonará dicha voz. De esta manera, un narrador omnisciente podrá narrar cosas que otro tipo de narrador no podría, así como un narrador testigo o un equisciente, narrarán según sus propias limitaciones.

Se había dicho que el narrador omnisciente era el más completo de todos, pues todo lo ve, todo lo escucha, todo lo sabe, incluso el futuro o lo que no estaría ante sus ojos. Pero incluso él (aunque en sí no tiene límites) provoca una limitación que no siempre se percibe: al narrar, pone al lector en contacto con lo que sucede en la historia, pero lo hace a través de él mismo; es decir, el lector accede a lo que está pasando, pero lo hace a través de los ojos (u oídos, etc.) del narrador. Esto, aunque no lo parezca a simple vista, pone una especie de lejanía entre el lector y lo que sucede en la historia. Esta limitación, provocada por el narrador, es algo que no hay que perder de vista.

Por otra parte, el narrador (incluso el omnisciente) puede resultar muy aburrido. Y no sólo porque como narrador sea aburrido (relatando cosas sin importancia ni que contribuyan a la conducción de la trama, así como un lenguaje limitado y repetitivo) sino que el lector puede tender a aburrirse al escuchar SÓLO SU VOZ. Esto conduce a un fenómeno literario no siempre bien comprendido: la MONOTONÍA, es decir, contar siempre con UN (mono) mismo TONO; en este caso, el del narrador.

Varios son los recursos con que se cuenta en narrativa para solucionar este problema. Uno de ellos (y es el que nos ocupa en este capítulo) son los DIÁLOGOS.

1.- ¿QUÉ FUNCIONES NARRATIVAS CUMPLEN LOS DIÁLOGOS?

Varias. Pero primero es necesario realizar algunas precisiones.

A. ¿Qué es un diálogo?

Es una plática o una conversación entre dos o más personas en que alternativamente exponen o manifiestan sus ideas, opiniones o afectos.

En la narración literaria, consiste en la transcripción de una conversación o plática entre los personajes que participan, es decir, se transcribe lo que estarían diciendo. En tal sentido, el enfoque de una determinada escena se concentra en las palabras que los personajes dicen, quitando el foco de lo que sucede alrededor y sobre todo, suspendiendo (aparente y momentáneamente) la voz del narrador. Es esta naturaleza la que determina las funciones narrativas de los diálogos.

Cómo se escribe una BUENA novelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora