Capítulo 5: Un ángel rubio

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En el capítulo anterior

-Mi hermano no sabe apreciar a su bella hija

-T-ti-ti-o... n-no

Corría como si no hubiera un mañana, lloraba sin importar la mirada de la gente, quería escapar, quería desaparecer, quería borrar los horribles golpes de su padre, las asquerosas caricias por el hombre que se hacía pasar por su tío; la primera vez que su papá le pegaba, la primera vez que su tío la tocaba, quería olvidar, quería ser olvidada: quería morir.

-Disculpa, no me fijé

La voz de cierta persona salvó de esos pensamientos a Hinata. No se percató que ya había pasado la entrada de la aldea y que había chocado con cierta persona; aquella con la que siempre soñaba y pensaba que la rescataba

~~

-¿Hinata? –continuó aquella voz. Ella no quería alzar la mirada, no quería ser vista por su salvador: Naruto- ¿Estás bien?

Pero finalmente lo hizo, poco a poco alzó su rostro para toparse con aquellos brillantes ojos azules, su alborotado cabello rubio, la sonrisa que la hacía suspirar desde que se conocieron...Uzumaki Naruto, el dueño de sus pensamientos, la persona de la que siempre estuvo enamorada

-Na-Naru-to-to-Kun –murmuró

-Hinata ¿estás bien? ¿Por qué estás llorando? ¿Qué pasó?

Ella negó con la cabeza rápidamente, tenía el pésimo habito de tartamudear (más de lo que ya) cada que hablaba con él, sin contar lo rojo que se tornaba su rostro cosa que no importaba en esos momentos.

-Oe, no me digas que no pasó nada porque hasta yo sé que tienes algo, dattebayo ¡Tienes morada tu cara! ¿Te golpeaste?

-No, no es na-nada

Los ojos de Hinata veían hacia otra dirección, Naruto la observaba detalladamente: sus extraños ojos color perla que se encontraban de un rojo por las lágrimas, sus mejillas húmedas, pequeñas manchas moradas en su cuello y su azulado cabello alborotado. Hasta Uzumaki, siendo tan despistado, sabía que algo le pasaba

-Hinata, sabes que puedes confiar en mí, te escucharé si así lo deseas porque sé algo te pasa y me preocupa, dattebayo –dijo con la voz más calmada, la más sincera.

Así era Uzumaki Naruto, un chico leal, un chico capaz de sacar una sonrisa cuando menos te lo esperas, alguien con el extraño poder que hacía que todos confiaran en él. Los ojos llorosos de Hinata chocaron con los azules del rubio, viendo por primera vez en mucho tiempo la paz que ella necesitaba, en ese momento confirmó por segunda vez que ese chico era su salvación y sin importarle que fuera rechazada, aventada y despreciada por su ángel rubio, se aventó a él, más bien lo abrazó fuertemente mientras sus lágrimas salían, se sentía aliviada entre sus brazos, se sentía dentro de una pequeña burbuja donde nada podía dañarla.

Naruto tardó unos segundos en reaccionar, no esperaba esa acción de Hinata, pero lo entendió: como cuando se siente frustrado y lo que lo puede aliviar es un buen abrazo de madre, o pequeñas palmadas en su espalda por parte de su padre... así como en esos momentos de tristeza donde Naruto necesitaba a sus padres, Hinata necesitaba de alguien y ese alguien era él, claro que Naruto no pensó de esa manera, él más bien creía que su compañera necesitaba alguien que la abrazara y le dijera que todo estaba bien. Como si fuera una hermana pequeña él la abrazó, transmitiéndole cariño... ella se separó apenada

-Lo-lo si-siento, Naruto-kun

El chico la observó, había estado llorando lo que duró ese abrazo, sin pensarlo limpió sus mejillas con sus dedos, no comprendía por qué hacía eso pero sentía bien. Naruto sabía perfectamente que Hinata no iba a decirle lo que pasaba por su mente en ese instante pero quería que dejara de pensar en eso; le preguntó si quería ir por un buen tazón de ramen pero ella prefería estar alejada de la gente, Uzumaki decidió quedarse con ella un rato, le platicaba cosas sin importancia, unos cuantos chistes malos, anécdotas absurdas lo que causaba grandes risas en Hinata.

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