•Capítulo especial•Apolo•

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*Hay viene el hijo de papi Zeus... ¡Chicas un abucheo! Ojalá que me entiendan porque el idiota de mi padre recién sale... Sí, sí, todas han querido saber qué pasó con él... Aquí está...*

—¡No, Ares, no! —digo estrellando mi décimo quinta copa de vino contra la mesa.

—Sabes, Apolo, que solo vine porque ibas a pagar los tragos.

—Me hace falta... —comento ya un poco ebrio, pero todavía con mis cinco sentidos.

—¿Quién? —me pregunta curioso.

—Aurelia, la perdí cuando fui a perseguirla —digo culpable al recordar lo pasado.

—Esto se está poniendo interesante... —murmura en un tono audible.

—¡Era mi favorita! —exclamo después de terminar otra copa de vino.

—Pero me perdiste con esa frase —comenta tomando un trago de Vodka—. ¿De quién estamos hablando?

—¡De mi púa! ¿Quién más?—sollozo recordándola involuntariamente.

—De ella... —acota sobrio. Bajo mi cabeza para ocultar mis ojos aguándose. Trato de limpiarme torpemente con la manga de mi camisa, y luego levanto la mirada.

Su chaqueta de cuero negra es el punto de atención de las chicas del bar. Miradas fijas en mi acompañante no pasan desapercibidas, mientras que sus miradas no duran ni dos segundos en mí sin mostrar pena. Mi camisa arrugada, los vaqueros rotos, y no por moda, y mi cabello alborotado sin estilo, me hacen parecer un vagabundo de la moda a comparación de Ares.

Más, me daba igual. No tenía cabeza para ninguna otra cosa desde que la perdí. Me burlo de mí mismo. Yo, el gran Apolo, llorando por una chica si tiene cientos a sus pies... Pero es que no era sólo una chica para mí.

Suspiro—. No, Ares. He pasado buscándola todo este tiempo, día tras día, y cuando la encontré, se me pagó con la misma moneda...

—¡¿La encontraste?! —me pregunta exaltado.

—Acepto, ya estoy ebrio, digo cosas al azar...

—¡No me mientas, Apolo! —exclamó furioso.

Pero cuando estuve a punto de responderle, se nos acerca dos mujeres.

—Hola chicos, hemos visto que están tomando solos y nos preguntábamos si podríamos acompañarlos —dice una a la que le vamos a llamar chica uno.

—Estamos solteras, guapo —dice la chica dos guiñando un ojo a Ares.

De soslayo capto a Ares tratando de quitar un anillo de su dedo con mucho éxito.

—De hecho, también nosotros lo estamos... Bueno, aunque mi amigo acaba de terminar con la suya —dice Ares ligando con la chica dos, quien por cierto tiene un gran escote. Solo ruedo los ojos.

—Oh, pobre bebé. Lucy, vamos a consolarlo —dice la chica uno a su amiga, dirigiéndose hacia mi lado.

Las dos chica me abrazan rodeándome con sus brazos. Siento sus bustos aplastados contra mi cara, cosa que hubiera encontrado más agradable si no estuvieran asfixiándome.

Escucho a alguien carraspear y por instintos trato de zafarme de aquel abrazo. Cuando por fin logro respirar aire fresco, me percato de la presencia de alguien que no veía desde aquel hecho innombrable para mí.

Una nueva diosa en el OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora