Estoy viva, gracias por su entusiasmo

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—¡Estas muerta! —grito Zeus desde su trono, tan pronto me vio entrar.

Agarre tán fuerte como pude la mano de Apolo. Dirigí la vista a Artemisa, quien me dio una cálida sonrisa de apoyo, luego a mis padres.

—¡Aria! —dijeron los dos. Pero solo Hera se acercó a mí. Papá, se quedó sentado, todavía en estado de shock.

—Hija —empezó a decir, pero como vio que no me soltaba de Apolo ni decía nada, continuó—, gracias a Apolo que estás viva.

De soslayo, puedo notar la sonrisa presuntuosa de Apolo.

—Hera —digo en un tono seco. Alguien me alcanza un vaso de agua, no noto quien fue pero lo tomo—. Mamá —digo en un tono más alegre.

—Poseidón y yo te buscamos arduamente, y acudimos a Apolo para que te encuentre —relata Hera—. Pero luego de seis meses, la mayoría de dioses nos rendimos —comenta un poco avergonzada—. Y...

—Basta mamá, ya estoy aquí —la interrumpo.

—Hera —la llama Zeus.

Me abrazó, un poco incómoda porque seguía cogida de Apolo. Y regresó a sentarse en su trono.

Allí estaban todos los dice sentados en sus respectivos tronos. Claro, excepto Apolo, y Hades que está en un trono pero acoplado.

Todos me miraban con ganas de querer abrazarme, pero no lo hacían a por miedo a Zeus.

—Bueno, está viva —empezó a hablar Zeus—. Te doy permiso para que regreses a tu quehaceres.

Aprieto la mano de Apolo. ¡Es puto mujeriego! No, no Apolo, sino Zeus. Como si fuera su sirvienta quien aguarda por su permiso. Me da ganas de castrarle, para evitar el sufrimiento de todo el universo. Sí, tengo ganas de castrar a alguien.

—Gracias, jefe —respondo sarcásticamente—. Me fascina tu emoción por el regreso de tu sobrina, tío.

—Bien, reunión terminada, pueden irse todos —finaliza y se retira, pero sin antes murmurar que tenía cosas más importantes y que mi regreso fue una pérdida de tiempo.

—Sí, sí te escuché tío —grito procurando que me escuche toda la sala.

—Cálmate fierita —comenta Hermes acercándose, al igual que todos.

Río.

—Aria, qué bueno volver a verte —me abraza Atenea.

—Está bien tórtolos —dice Afrodita—. Apolo puedes soltarla.

Ni bien me soltó, Atenea le pega una cachetada.

—Bien, eso me lo merezco, creo —dice sobándose el cachete.

Artemisa llega y le tira otro, en el otro cachete. Y se va junto con Atenea sin antes despedirse de mí.

—Bueno, tengo que volver al campamento, Aire —añade Dionisio pronunciando mal mi nombre—. ¿Vas a ir,verdad?

Asiento. Él desaparece.

—¿Ya tuvieron su noche de reconciliación? —preguntan Hermes y Afrodita, aterradora mente al mismo tiempo.

Ares ríe—. Ven Afrodtia, hagámoslo por ellos —comenta y desaparece.

Hefesto me mira dulcemente—. Bienvenida de nuevo, Aria —dice y se va.

Deméter me abraza y también se va. Al igual que Hades.

—Y, ¿tuvieron su noche de conciliación? —repregunta Hermes.

—Hermes, todavía no vas a hacer tío —comentó bromeando—. Y si no dejas de preguntar eso, la persona que voy a castrar vas a ser tú —amenazo delicadamente.

Hermes desaparece fugazmente.

Los últimos en acercarse son mi padres. Hera y Poseidón. Los que me ocultaron la verdad solo para protegerme. Pero me dolió mucho descubrirla.

Mis padres me abrazan, Hera llora.

—Un año, hija. ¿No podías comunicarte? —habla por fin mi padre. Alzo los hombros y niego con la cabeza.

—No llores, mamá, te prometo que ya no voy a desaparecer.

—¿Por el río Estigio?

Asiento.

—Vaya, hija, tienes que ir al campamento —añade Poseidón—. Percy me va a matar si no te dejo ir de inmediato.

Miro a Apolo.

—¿Conduces o conduzco? —me pregunta.

—Yo lo quiero hacer —digo alegre aunque nerviosa por lo que vaya a encontrar en el campamento.

Así que nos dirigimos rápidamente al carro del sol.

Apolo me detiene antes de abrirme la puerta del carro.

—Me dijiste que si sobrevivías me ibas a aceptar otro beso —me hace recordar.

—Bueno —digo enroscándome de su cuello—. Aquí está.

Lo beso rápidamente. Él se queja.

Lo miro —. Si todo sale bien en el campamento, te doy tu recompensa en la noche.

Apolo me empuja y sube al carro.

—¿Pues, qué estamos esperando? Que se haga de noche —comenta entusiasmado.

—Lo del campamento primero.

—Obvio, lo del campamento —comenta un poco bobo, pero su sonrisa no se quita de su rostro.

Una nueva diosa en el OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora