4. Lucía

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Para completar el año, hoy me vino la regla. O debió ser anoche. El caso es que me desperté rara, con algo diferente. Fui al baño, como si nada, y me encontré con "la sorpresa".
       
---A la primera que le pase,sale corriendo y llama a la otra ---
habíamos acordado con Juliana el día del cumpleaños de Valeria. Estábamos las dos, cambiándonos en el cuartico. Y preciso, venir a pasarme a mí, que soy la menor de las tres... Yo creí que Juliana iba a ser la primera, por algo es la mayor. Ese día, yo la miraba de reojo por ek espejo mientras nos desvestíamos. (Creo que ella también me miraba.) Nos mirábamos diferente: con una especie de curiosidad, mezclada con, no sé, como con vergüenza. Nos sentíamos distintas a Valeria, que todavía es infantil y plana. Sí pesándolo bien, a cualquiera de las dos nos iba a pasar, tarde o temprano.
        
  ---Pero, si hay "moros en la costa", ¿cómo hacemos para contarnos la noticia por teléfono? ¿Qué tal que se enteren nuestros hermanos? ¿Quién se los aguanta? --se había imaginado Juliana.
          ---Pues usemos una contraseña --- se me había ocurrido ese día---. La que sea, llama a la otra y le dice "Tengo el problema de matemáticas". Así nadie va  a sospechar.
Estuvimos de acuerdo. El problema era que yo no quería llamar a nadie. No quería ver a nadie. No quería salir del baño. Es más: tenía dudas. Así no me imaginaba la regla. Es que te arman semejante discursito, te dicen que "vas a volverte mujer" y encontrarte eso así, recién levantada, parece más bien como si me hubiera vuelto un bebé. Era todo muy raro, no sé cómo explicarlo, n sabía que era así.
Mamá no estaba y Pilar tampoco, justo la primera vez que necesitaba una hermana mayor. ¿Qué hacía yo ahí sentada como una boba? Fui al baño de mis papás. (Todavía digo "papás", en plural, aunque papá ya no viva aquí.) En el pasillo me encontré con Carlos, que estaba enchufado a su Disc man. Menos mal ni me miró (Se me debía notar hasta en la cara.) En la repisa encontré lo que buscaba. Leí completico todo lo que decía en el paquete de Nosotras... ¡Con alas! (¿Para qué se necesitaban alas en momentos así?) Las instrucciones, como siempre, no me sirvieron de mucho. Pasé toda la mañana frente al televisor para no tener que pensar nada ni hacer nada. Sentía un dolorcito raro al final de la espalda. Un dolor que dolía poquito. ¿Sería un cólico?
Por fin, a las doce, llegó mamá. La mire bien, a ver qué cara teniá. Últimamente era difícil con ella. A veces estaba "deprimida" por lo de papá y uno no podía ni acercársele. Había que evitarle problemas, decía mi abuela. Nos habían pedido colaboración. Pero esto es importante, pensé. ¿cómo se lo digo? La cara estaba normal, así que traté de saludarla y poner tema. Es que tampoco podía de sopetón. Mamá dijo "hola", común y corriente y siguió derecho a la cocina, para guardar los paquetes. Venía del mercado y había que apurarse con el almuerzo. Guardaba cada cosa en su lugar, revoloteaba de un lado a otro y yo revoloteaba detrás. No sabía cómo empezar la conversación. Es difícil hablar de un tema de esos, mientras se revoloteaba. Carlos llegó cuando yo empezaba con la primera frase.
           
---A que no adivinas, ma... ---creo que alcancé a decir.
Carlos, el inoportuno, interrumpió mi gran esfuerzo:
           
--¿Tienes plata? Es que me voy a cine Ana--dijo, quitándose los audífonos. Sólo para casos así, estrictamente necesarios, dejaba de oír su disc man.
         
   --Lo de la plata tienen que hablarlo con su papá--se defendió mamá, como si fuera un ataque--. En eso quedamos y ahora, que no se vaya a hacer el loco. Ya bastantes problemas me tocan a mí. (Todas esas palabras anunciaban una larga y conocida cantaleta.)
    
       --Pero mamá, es sólo por hoy. Yo después hablo con él. Te lo juro--insistió Carlos.
Total, que las cosas salieron como estaban previstas. Mamá dijo que "no había derecho" , que todos los problemas eran de ella y siguió diciendo esas cosas contra papá que tanto mr duelen. Carlos, que era un insensible y interesado, se quedó y oyó todo, con tal de resolver su problema del cine. Yo tuve que salirme de la cocina. "No soporto más" , dije en tono de telenovela. Mamá claro que al final le dio la plata a Carlos y siguió sola preparando el almuerzo. Yo me fui a llorar a mi cuarto pero nadie me puso atención.
            
--A almorzar --golpeó en mi puerta, con  el peor de sus tonos. Claro. La ofendida era ella. La triste era ella. La que tenía que hacer todo sola era ella. Salí, con los ojos rojos y me sequé las lágrimas lo mejor que pude. Mamá debió sospechar algo raro porque no me quitó los ojos de encima durante todo el almuerzo. Era un domingo triste. Pilar estaba estudiando donde una amiga. Carlos comía rapidísmimo para poder alcanzar al cine con Ana. Santiago estaba en la excursión de colegio. Mamá y yo, cada una en la cabecera. Me acordé de ese domingo, todos reunidos, cuando nos dieron la noticia de la separación. Habían pasado seis meses y yo sentía otra vez que las lágrimas se me podían salir en cualquier momento. No tenía hambre. Cuando Carlos se despidió, mamá trató de ponerme conversación. Parecía medio arrepentida.
             -- ¿Qué tal si lavamos rápido los platos y nos vamos las dos a la piscina?--me dijo, haciendo un esfuerzo de cara feliz. Fueron las palabras mágicas. Las palabras que lo removieron todo. Me puse a llorar con sollozos, histérica. No podía parar. Veia cómo las lágrimas caían entre el plato, encima del pollo y mojaban también las papas fritas y aguadaban el charco de salsa de tomate. ¡Grotesco! Ella quitó el plato y me abrazó..
              --Pero, mi amor, ¿qué pasa?
             ---No puedo nadar hoy, no sé cuándo pueda volver a nadar ---seguí llorando y ya no me salieron más palabras. Sólo lágrimas y sollozos.
Mamá pensó que me había vuelto a enfermar o que me estaba volviendo loca. Me preguntó mil cosas: si te duele la garganta, si estás enferma, si llamamos al médico, si quieres hablar con tu papá, si tienes algún problema, si te está yendo mal en el colegio, no importa... después recuperas las materias, te consigo un profesor de matemáticas, es que es dificil estudiar así, con este problema. (El problema era papá: el malo de la película.) Si te quieres ir a vivir con él, si te páso algo en el entrenamiento, si quieres ir a hablar con la sicóloga, te puedo pedir una cita.
Yo sólo lloraba, hasta que se me acabaron todas las lágrimas. Vacía de lágrimas y con la voz casi muerta, le dije:
            ---Creo que me vino la regla. No estoy muy segura.
            --¿Por qué no me lo habías contado antes?--dijo, como si se le hubiera quitado un peso enorme de encima. No pude contestar nada pero tampoco seguí llorando. Ya se me había agotado la producción de lágrimas. ¿Por qué crees que no te había contado, ma? Qué descaro que me lo preguntes, pensé.
Mamá me dijo "Felicitaciones, eso significa que te estas volviendo una mujer", y todas esas frases que dicen las mamás de revista, en momentos así. Parecía un libro de sicología: se sabía toda la parte teórica de memoria. Yo la oía, como quien oye un disco rayado. La miraba y me parecía oír otra cosa detrás de sus palabras. No sé por qué sentia que debajo de cada palabra, había otras escondidas: unos pensamientos verdaderos que ella tenía meintras hablaba. Yo sabía que estaba triste. Que algo se le había roto por dentro: su hija, la menor, había crecido; eso debía ser extraño para una mamá. Yo sentía que las dos estábamos solas, en el borde de algo. No sé por qué, pero me pareció que también ella tenía un poco de miedo.
            ---Tengo que hacer una llamada urgente ---me acordé de pronto y me zafé corriendo de "la conversación de madre a hija". Ya todo lo que había qué decir estaba dicho. ¡Qué alivio! Marqué el número de Juliana: en eso le había ganado a ella, que se creía la grande y la sobrada de las tres, con sus uñas azules oscuras y su noviecito y sus minitecas. La chica popular era sólo una niña rídicula, todavía sis desarrolarse; la cara se le iba a poner verde de la envidia. El teléfono timbró varias veces y nada que contestaron. Por fin, la voz del contestador autómatico contó su historia. Yo sólo dije, con orgullo, la contraseña secreta:                                           
---Hola, Juli, habla Lucía. Tengo el problema de matemáticas.
     

☆Los Años Terribles☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora