8. Valeria

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Desde la llamada de Gabriela, el tiempo se quedó estancando. Fueron dos meses eternos de vacaciones, con sus días y sus noches, esperando alguna noticia y pasando por los estados de ánimo posibles: De la tristeza a la rabia, de la desesperación a la esperanza, del amor al odio, pero siempre sin rastros de ella. Y, para completar, con la cantaleta de mamá, insistiendo en que pasara una semana en la finca.

--Lucía está allá --dijo, como si fuera el mayor atractivo turístico--. Se asolean y nadan, a ver si se te quita ese color sepia. ¿Hace cuánto no te da un rayo de luz?
Al final acepté, por ahorrarme la discusión. Como cosa rara, Juliana también estaba. De pronto me vi sentada a la orilla de la piscina, con los pies entre el agua y con mis primas diciendo: "Uff, está heladísima. ¿Quién se atreve a meterse de primera?. Las mismas frases de los nueve años que salian de algún rincón de la memoria. El mismo juego de ver quién se lanza primero. Más allá de esas palabras recitadas, no había mucho de que hablar. Me fijé en las caras aparentemente inexpresivas de mis primas y pensé que eran un enigma para mí, así como yo debía serlo para ellas. Teníamos poco en común. Si acaso, la misma boca... ¡tres bocas, grandes y torcidas, cada una por su lado!
Los papeles, en cambio, eran los de siempre tuvimos asignados, en eso no había qué improvisar. La tensión entre Juliana y Lucía flotaba en el ambiente y yo, metida entre el sándwich, pero a kilómetros de distancía, no podía servirles de distracción. Tal vez por eso no les quedó más remedio que estallar y secarse los trapos al sol. Se insultaron, ante la mirada atónita de la abuela que, por primera vez, no pudo tomar partido.

--Haz algo Valeria. Están a punto de sacarse los ojos.
Por mí, que se maten. (Lo pensé pero no dije nada. Sólo la eterna mirada de vaca.)
--Y pensar que ustedes siempre fueron tan unidas.
No es cierto, abuela. Esa telenovela se la inventaron ustedes, para su comodidad. Nunca fuimos tan unidas. (Por supuesto, no dije ni mú.)
Juliana y Lucía sí se dijieron todo lo que tenía guardado, hasta de qué se iban a morir... Sacaron a relucir el diario, se refregaron los chismes y las rivalidades, gritaron y lloraron como locas histéricas. Después vino un silencio de dos días. Fue la última vez que dormimos juntas en La Unión. (Yo, como siempre, en la cama de la mitad.)

---Valeria, dile a Lucía que me pase el azúcar.
---Valeria, dile a Juliana que me pase la mermelada.
Por una extraña razón, ese domingo, cuando se acabaron las vacaciones, Juliana y Lucía se perdonaron con un abrazo. La abuela estaba feliz de verlas. ¡Tan unidas, como siempre!
El primer día de clases esperé ver llegar a Gabriela y fui a buscarla a todos los salones de Décimo. Obviamente, no estaba. No había ningún pupitre vacío, como para decir " es que todavía no ha llegado de las vacaciones, pero no debe demorar: ahí está su puesto esperándola". Pregunté en secretaría y me dijieron que se había retirado del colegio. Undécimo arrancó, lento y sin amigas, como siempre; es decir, como antes de Gabriela. Fue un año movido, con todos los afanes y las grandes decisiones del momento.
La verdad, me habría gustado estudiar matemáticas puras, pero mamá dijo que eso era para morirse de hambre, sobre todo en estos momentos.
--Si tanto te gustan las matemáticas, estudia alguna de las ingenierías, como tu hermano mayor. Tienen matemáticas pero hay más campo de trabajo.
Me inscribí en sistemas, supongo que para no discutir. Mi puntaje en el examen fue el mejor del colegio.
Tenía las puertas abiertas para cualquier universidad aunque, la verdad, no me importaba demasiado.
Un día, despues de mucho tiempo, cuando ya no esperaba noticias, encontré una carta en el buzón, con la inconfundible letra de Gabriela. No tenía remitente, ni sello, como si la hubiera traído una paloma mensajera.

Querida Valeria:
La vida no es como las películas. Al final, van quedándose muchos cabos sueltos . No quiero que pienses que me largué de un momento a otro, sin despedirme, porque quise. Un día nos vamos a sentar tú y yo, en algún lugar de este planeta, y te voy a contar lo importante que fuiste para mí. Yo no lo supe hasta que tuve que llamarte para despedirte. ¿Sabes por qué colgué?  No fue por motivos de seguridad; en ese momento, la seguridad me importaba un bledo. Fue porque no me salieron más palabras. Sólo podía llorar y te consta que nunca lloro. Has sido (y sigues siendo) mi mejor amiga y esa experiencia me marcó porque nunca había tenido amigas: Desde pequeña, cada vez que me encontraba una me tocaba salir corriendo y dejarla, así como dejaba mi oso de peluche, mi ropa preferida y hasta mi cepillo de dientes.Por eso aprendi a no aferrarme a nada. Mientras menos me aferrara, menos dolor iba a sentir a la hora de las despedidas. (Odio las despedidas.) Contigo fue diferente. No sabes lo especial que eres. Los idiotas del curso se han perdido de conocer a una persona extraordinaria...¿Será porque te tienen en las narices? Espero que ya sepas qué vas a estudiar y que no te aburras mucho en los recreos. Por ahora no te puedo dejar ninguna dirección pues no tengo sitio fijo para vivir. Mamá dice que, dentro de poco, todo va a aclararse y podremos vivir como la gente normal, sin estar de gitanos.
No puedo decirte que te quiero. (Eso sería poco.) Te amo. (Aunque suene escandaloso.) Gabriela.
P.D Seguro te preguntaras todos los días que clase de monstruo es mi papá. Siempre me han dicho que es un "perseguido político". Yo no entiendo muy bien, pero estoy segura de que es una excelente persona. Me gustaría presentártelo alguna vez. Perdona lo ortografía. Nunca supe al fin si iba era con la de ir o la de venir.

☆Los Años Terribles☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora